Por Andrés Cañizález
Un periodista detenido
en pleno palacio presidencial, una entrevista incautada y posteriormente
enviada de forma clandestina al periodista. Estos dos elementos ya convierten a
la entrevista que le hiciera Jorge Ramos a Nicolás Maduro en una
pieza digna de ser comentada.
Llueven las especulaciones
sobre el cómo llegó de nuevo la entrevista a manos del periodista. Fue
televisada con bombos y platillos este domingo 2 de junio por la señal de
Univisión y colocada de forma amplia en las redes sociales.
¿Efectivamente se le hizo
llegar alguien para perjudicar a Maduro? ¿O sencillamente se le hizo llegar a
Jorge Ramos como parte de una estrategia de propaganda del chavismo? Sin duda,
tras observar el vídeo Nicolás Maduro queda mal parado, ya que pierde los
estribos, pero Jorge Ramos tampoco muestra sindéresis como periodista.
La entrevista, como técnica
periodística, busca el diálogo. Incluso si se entrevista a un dictador. El
sentido de una entrevista política es sacarle el jugo a la figura de
poder. Hacerle preguntas difíciles, incómodas, pero es indispensable
dejarle hablar. Que sea el propio entrevistado con sus respuestas el que se
coloque la soga al cuello. No es papel del periodista asumir el rol de juez. Ya
que no lo es, a fin de cuentas.
En Venezuela hemos tenido
muchos entrevistadores incómodos, algunos incluso inquisidores.Sofía
Ímber y Carlos Rangel hicieron levantarse de la silla a Teodoro
Petkoff, si mal no recuerdo a fines de los años 70, en plena entrevista.
Es que ustedes no dejan que uno hable, que uno responda, argumentó Teodoro y
acto seguido batió el micrófono y se retiró del estudio. Se trataba de un
programa en vivo.
Cuando Marta Colomina hacía
entrevistas radiales en el Circuito Éxitos, en no pocas ocasiones recuerdo
haber escuchado quejarse a los entrevistados con la frase: Marta, por favor,
déjame responder. Esto lo decían al aire y era parte de la dinámica.
Se trata de un estilo. Ramos
es de ese estilo del periodista incómodo. Se pueden hacer preguntas
difíciles, que pongan en aprietos al entrevistado, pero una regla periodística
es que en cualquier entrevista debemos dejar que el entrevistado hable. De eso
se trata una entrevista.
La truncada entrevista entre
Ramos y Maduro deja al desnudo lo que ya intuíamos. Un Maduro apoltronado en el
poder, sin que nadie le cuestione, y por tanto sin saber cómo responder ante
las preguntas incómodas.
Fue un error de Maduro haber
aceptado esa entrevista. ¿Quién lo habrá decidido en Miraflores? ¿Jorge
Rodríguez? Jorge Ramos es ampliamente conocido por ese estilo retador. Maduro
no necesitaba exponerse, pero sin embargo aceptó la entrevista y cuando ya no
soportó más la cortó.
Ni Donald Trump ni
Nicolás Maduro quieren a Ramos, eso es en sí una señal clara de que tiene un
estilo incómodo que desagrada a quienes quieren ejercer el poder libres de
crítica.
Una oportunidad perdida
¿Quién o quiénes decidieron
detener a Jorge Ramos y su equipo periodístico en el Palacio de Miraflores? No
parece ser Maduro el que diera una orden de esa naturaleza.
Puede uno dudar si todo esto
forma parte de una cadena de errores o si sencillamente en el propio entorno de
Maduro hay personas que juegan a desprestigiarle. En esa dirección podría
estar el vídeo difundido en redes sociales de un Maduro con los brazos en alto,
saludando a unas multitudes inexistentes, cuando en realidad está parado
solitario en una playa.
La entrevista en sí no
aporta nada, salvo rasgos de las personalidades de ambos, tanto de Maduro como
de Ramos. Y eso, a mi juicio, es una verdadera lástima. Pocos tienen
la oportunidad de un encuentro cara a cara con un dictador; retarlo,
enfurecerlo, no es la manera de lograr lo que se busca con cualquier
entrevista: que el entrevistado hable.
04-05-19
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