Por Simón García
La lentitud para obtener
éxitos frente al poder dominante en Venezuela indica que aún no comprendemos su
naturaleza y lo subestimamos. Este limitado conocimiento sobre el adversario,
conduce recurrentemente al mismo resultado: nuestros intentos para debilitarlo
lo fortalecen.
Los principales obstáculos y
dificultades para cambiar están distribuidos entre un agente empoderado que la
profundiza, la coalición dominante encabezada por Maduro; y un agente débil, la
coalición emergente encabezada por Guaidó, que en medio de aciertos en sus
luchas monta policías acostados a sus fortalezas.
No ha terminado de encajar
la conclusión que para solucionar la contradicción principal entre el conjunto
del país y el tipo de régimen cuyos fracasos crearon y mantienen las crisis,
son indispensables entendimientos entre distintas expresiones democráticas en
la sociedad y en sus instituciones públicas, más allá de la línea divisoria
poder/oposición. Si no se producen se desnacionalizarán las decisiones,
entraremos definitivamente al tablero de la geopolítica global y se alejará una
salida pacífica y electoral que asegure gobernabilidad y estabilidad al día
después.
La maraña de intereses
dominantes es tan compacta porque a la madeja de su proyecto político,
inicialmente justiciero, se le sobreponen otras madejas delictivas, organizadas
a escala internacional y que obtienen ganancias a costa de nuestro país.
Se calcula que la economía
interna del narcotráfico, para mencionar una de estas madejas criminales,
genera más renta que la del petróleo. Otra sofisticación, integrada a las
nuevas tecnologías de opresión y control social, es la capacidad de las
autocracias para alojar en la resistencia política bloques de pensamiento de la
anticultura autoritaria.
La terquedad de los hechos
multiplica sanas demandas internas para dejar el vamos bien y pasar a descubrir
que es lo que anda mal entre nosotros. Mayores voces piden examinar la ruta y
actualizar la estrategia para conservar el liderazgo de Guaidó y ampliar la
unidad que lo fortalece. No para fracturar sino para unificar a la oposición,
al campo más amplio campo de las fuerzas democráticas y a un país partido en
tres segmentos.
Emergen novedades, entre
ellas: 1. Agrietamiento en la alianza radical extremista que venía
hegemonizando la oposición, 2. Se ha entrado al tablero de la negociación, sin
abandonar los otros, 3. Avanza el posicionamiento práctico de una alianza
radical moderada, incluyendo figuras independientes, organizaciones sociales y
partidos sin representación parlamentaria.4. El intento de quebrar a la FANB
está cediendo paso a la demanda de redefinir su lealtad a la Constitución y su
papel en la reconstrucción nacional. 5. Se han producido afinaciones positivas
en la Iglesia, expresadas en al Cardenal Baltazar Porras, la Conferencia
episcopal y sacerdotes influyentes como Ugalde y Virtuoso.
Maduro defenderá su
usurpación hasta lo último. La oposición puede amenazar con la fuerza, pero los
dragones los tiene EEUU, una democracia que decidirá según sus propios
intereses como potencia. El 30A no es la vía. El medio eficaz es el voto libre
y de todos.
Pero una elección
presidencial sólo es posible si sectores de la coalición de poder lo imponen
porque implique mejores beneficios para ella, en vez de desgastarse y pender de
la espada de una implosión social o que algún día llegue el lobo.
Avanzar hacia ese objetivo
requiere una política transicional que encare la solución del cese de la
usurpación vinculada al cese del sufrimiento de la mayoría y la destrucción del
país y con una fórmula concreta de redistribución del poder entre los dos polos
antagónicos.
02-06-19
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