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sábado, 1 de junio de 2019

¿Por qué el BCV publica las cifras después de tres años de silencio estadístico? Por @victoralvarezr



Por Víctor Álvarez


Rompiendo un largo silencio estadístico de más de tres años, el BCV publicó cifras en las que reconoce que -entre 2013 y 2018- el PIB se desplomó y la hiperinflación se desbordó. En promedio, la economía se contrajo en torno al 50% en ese lapso. En 2018 se registra una hiperinflación de 130.060,2 %, lo que explica en gran medida la fuerte caída del consumo privado, equivalente a -19 %.

El PIB petrolero cayó 44 % mientras que el no petrolero se hundió 46 %. La extracción de petróleo cayó de 3 millones de barriles por día a apenas 1 millón. Las exportaciones de crudos que tradicionalmente han generado 95% de los ingresos en divisas, cayeron 65% al pasar de $ 85.603 millones, a $ 29.800. En 2018, las importaciones se redujeron 74%, al caer de $ 57.183 millones a $14.866 millones, cuestión que explica la escasez de alimentos, medicinas, repuestos, etc. Entre los sectores más afectados sobresale la caída de la construcción en 95%, el comercio cae -34 % solo en 2018, mientras que la manufactura se redujo más de 70% entre 2013 y 2018.

¿Por qué ahora es que el BCV entrega las estadísticas que tenía ocultas?

El 30 de noviembre de 2018 se venció el plazo del FMI para que el BCV entregara los datos estadísticos sobre la economía venezolana. Venezuela, como miembro del organismo, debe entregar la data solicitada, de lo contrario podría ser suspendida, perder el acceso a los recursos que tiene en el Fondo y hasta ser expulsada del FMI, imposibilitando cualquier financiamiento a futuro.

El BCV obligó al FMI a realizar sus propias estimaciones sobre la situación económica del país. De hecho, en su último informe, el FMI calculó una hiperinflación de 1.350.000% en 2018 y proyectó 10.000.000% para 2019. Y estos son datos muy escandalosos cuyo impacto el gobierno quiere dosificar y por eso se adelanta a la publicación de la información oficial antes de que lo haga el FMI. Adicionalmente, Rusia, China, Turquía, Irán y otros aliados internacionales del gobierno requieren información estadística sobre los signos vitales de la economía venezolana que les permita estimar el riesgo país y definir sus próximos pasos y estrategias para proteger sus inversiones.

Los datos del BCV revelan que la devastación de la economía nacional tuvo su origen mucho antes de las sanciones y, por lo tanto, no se puede atribuir semejante desastre a la caída de los precios del petróleo ni a la guerra económica. Lamentablemente, en la economía todo puede estar peor, todavía no hemos tocado fondo y en 2019 -debido a la crisis eléctrica y al endurecimiento de las sanciones financieras-, lo más probable es que se agrave aún más el colapso del aparato productivo nacional y el empobrecimiento generalizado de la población.


El desvarío del BCV en las cuentas nacionales

¿A cuánto equivale en dólares el salario mínimo de Venezuela? Veamos al extremo al que llegó el desvarío del BCV en aquellos años de estadísticas alucinógenas. En uno de esos años, cuando el salario mínimo era de BsF 5.622 y se convertían a dólares a la tasa Cencoex, el salario escalaba a 892 $/mes, el más alto en América Latina. Pero si ese mismo salario se calculaba a la tasa Sicad, se reducía a 468 $/mes. Y si se calculaba a tasa Simadi, apenas llegaba a 28 $/mes. Ni hablar del cálculo con el paralelo: el salario quedaba pulverizado. Obviamente, las estadísticas nacionales que se enviaban a la ONU, OEA, FMI, BID, CEPAL y demás organismos internacionales eran calculadas con base en la tasa de cambio más baja.

Con tres tipos de cambio legalmente reconocidos, todos los indicadores de la economía fueron considerablemente alterados. En dependencia del tipo de cambio utilizado para hacer la conversión de bolívares a dólares, al dividir un numerador constante en bolívares (salario mínimo) por un denominador cada vez mayor (tasa de cambio seleccionada), obviamente el resultado económico será peor. De allí la distorsión de la realidad que causa escoger la tasa de cambio menor. Por esta razón, todas esas estadísticas de esos años de espejismo y ficción deben ser cuestionadas, toda vez que no expresaron la verdadera y decadente realidad de la economía y sociedad venezolanas.

Con base en tasas de cambio artificialmente bajas, el BCV construyó todo un espejismo estadístico que no advertía sobre el creciente deterioro de la economía y condiciones de vida en Venezuela. La opinión pública internacional fue engañada por la falsa percepción que generó un sistema de cuentas nacionales armado a partir de la manipulación del régimen de cambios múltiples.

Sincerar las cuentas nacionales

Las argucias cambiarias se utilizaron para proyectar una falsa realidad en el sistema de cuentas nacionales. La prolongada sobrevaluación que sufrió la tasa de cambio oficial utilizada en el cálculo de las estadísticas e indicadores generó toda una ficción, comenzando por la sobrestimación de los salarios, del PIB y del peso de la deuda externa en comparación con el tamaño de la economía. Con base en la artificial tasa de cambio oficial, siempre figurábamos en los primeros lugares del ranking internacional, a pesar de que en el mercado nacional los salarios no lograban comprar una décima parte de lo que la ilusión cambiaria sugería.

Bastó y sobró que se eliminaran las tasas de cambio Dipro y Dicom para que Venezuela dejara de figurar en el ranking de los países con mejor desempeño en América Latina. La caída de los precios del petróleo y el colapso de la producción de Pdvsa agotaron la ficción de unas estadísticas calculadas con base en una tasa de cambio artificialmente baja y dejaron al descubierto un artificio contable que sirvió para inducir solidaridades espurias en quienes aún sacan conclusiones sobre la realidad venezolana, a partir de los anuarios estadísticos de los organismos internacionales plagados con información distorsionada. Una vez que el colapso de la Venezuela rentista desembocó en la actual convergencia entre la tasa de cambio oficial y el paralelo, los resultados estadísticos han sido desastrosos y Venezuela ha caído a los últimos lugares del ranking internacional.

Lo decimos una vez más: en dependencia del tipo de cambio al cual se divida el monto en bolívares, el resultado será muy diferente en dólares y la posición de Venezuela en las tablas internacionales se verá seriamente alterada.

Preparar a Venezuela para la próxima crisis de abundancia

Venezuela suele sufrir con toda su fuerza y dimensión cada colapso de los precios del petróleo. La inevitable escasez de divisas hace que se devalúe la moneda nacional, la divisa extranjera se vuelve cada vez más cara y así se derrumba el castillo de naipes que se construya a partir de unas estadísticas distorsionadas por una tasa de cambio oficial artificialmente baja.

En Venezuela, la principal fuente de divisas no viene de la inversión extranjera, ni de las exportaciones privadas no petroleras, ni del turismo internacional, ni mucho menos de la repatriación de capitales. La principal y casi única fuente de divisas ha sido desde hace más de un siglo el petróleo. Aunque se trata de un recurso que siempre se vende, el gran problema es que su cotización es muy errática y las caídas en los precios, agravados por el colapso de la extracción de Pdvsa, causaron una verdadera hecatombe en el espejismo de los datos que el BCV publicaba con orgullo en los años de altos precios del petróleo, pero que no pudo maquillar una vez que estos se derrumbaron y la producción de Pdvsa se descalabró. A partir de entonces, el BCV prefirió callar.

En Venezuela prevalece el modelo extractivista de petróleo y minerales. En un país que tiene bajo su subsuelo reservas certificadas por 300 mil millones de barriles de petróleo, es incorrecto hablar de la Venezuela post-petrolera. Una vez que se recupere la extracción de petróleo por encima de los 3 millones de barriles diarios y los precios se mantengan altos, nada garantiza que el próximo gobierno no sea rentista. Para mantener su popularidad, los gobiernos de turno tienden a gastar toda la renta que ingresa en tiempos de bonanza y no ahorran nada para encarar los tiempos de escasez.

Por lo tanto, no es a una Venezuela post-petrolera sino a una Venezuela post-rentista a la que debemos aspirar, y esto pasa por un nuevo acuerdo nacional que asegure un uso inteligente y responsable del ingreso que la Nación obtiene por la exportación de un recurso natural. En consecuencia, para superar el rentismo hay que quitarle el uso arbitrario de la renta al gobierno de turno. Aislar el impacto negativo que generan sobre la economía y sociedad venezolanas los altibajos del precio del petróleo exige transformar los fondos que se crearon para gastar la renta en nuevos fondos para ahorrar e invertir las petrodivisas, de tal forma que el gobierno de turno quede autorizado para utilizar -como fuente complementaria del presupuesto público-, única y exclusivamente los intereses y rendimientos generados por esos fondos de ahorro e inversión de la renta petrolera.

Adicionalmente, se requiere transformar la cultura rentista del venezolano en una cultura tributaria, que entienda que todo no lo puede seguir pagando el petróleo. Para generar nuevas fuentes de divisas es clave una eficaz política de promoción de inversiones extranjeras, diversificación de las exportaciones no petroleras y atracción del turismo internacional que nos haga cada vez menos dependientes del comportamiento errático de los precios de los crudos, erradicando así el impacto negativo que sus fluctuaciones tienen sobre la economía y sociedad venezolanas.

31-05-19




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