Por
Daniel Alvarez, 22/01/2013
Un articulo como este merece comenzar con una
sencilla pero absoluta verdad, que parece ser un tabú no solo para la clase
política venezolana, sino para todo el país: Venezuela necesita devaluar su
moneda, y es urgente. Puede sonar extraño que lo diga cuando hace escasas horas
el llamado "Vicepresidente del Área Económica" acaba de hacer eso
mismo intentando, eso sí, disfrazarlo con toda clase de apodos y subterfugios
lingüísticos, pero lo hecho hoy es nada en comparación a lo que este país debe
asumir.
Lo que vimos al mediodía fue como un Ministro
de Petróleo, e irónicamente no el de Economía que estaba a su lado, intentaba
explicarle al "pueblo" el nuevo sistema cambiario rehuyendo de la
palabra devaluación, solo para ser desmentido horas después por medio país que
clamaba, y de manera correcta, que sí había habido una devaluación solo que
"encubierta". Sin embargo, todo el debate ignoraba la gran falla de
los anuncios económicos pues unos por ignorancia y otros por populismo no se
atrevían a asumir y defender que las medidas no pecaban de insuficientes por la
devaluación, sino más bien por la no completa aplicación de esta.
Resulta fácil, y sé que muchos lo harán,
defender esa postura. Partiendo de puntos como que la devaluación es impopular,
o que nos hace más pobres, nuestra clase política ha justificado mantener un
tipo de cambio que ha desangrado de nuestro estado de miles de millones de
dólares subsidiados para todos los que viajamos, importamos o estudiamos
afuera. Y no es que no tengan razón varios de esos argumentos, principalmente
el que nos volvemos más pobres con cada devaluación, pero es ahí precisamente
donde se encuentra el punto principal de este debate: desde hace 30 años somos pobres
en términos reales, solo que nos las hemos arreglado para disfrazarlo.
Aquí entra la pregunta clásica ¿Cómo podemos
ser pobres con una empresa como PDVSA, que es la segunda compañía más grande de
América Latina con ingresos netos de 125.000 millones de dólares anuales y que
aporta al fisco al menos 40.000 millones de dólares cada año? Pues muy sencillo
señores: porque una sola empresa de unos 50.000 empleados (solo cuento a los
productivos) no puede mantener a TODO un país. Desde que nacionalizáramos la
industria petrolera, hace ya casi 40 años, hemos supuesto que lo que produce
esa PDVSA es de todos los Venezolanos, y nos exonera de muchas de las
responsabilidades que ciudadanos de otros países deben cumplir para mantenerse.
Basta un ejemplo sencillo para demostrarlo, y
para ello nos devolvemos justamente a 1975, cuando con la política de pleno
empleo el gobierno de Carlos Andrés Pérez decreta que debía haber
"ascensoristas" en todos los ministerios para cada ascensor que
recibirían un sueldo mínimo. Con el respeto que merecen todos los que ejercen
ese oficio, pero ¿es tanta la productividad de un ascensorista como para
merecer ser pagado por ello? o mejor dicho ¿su trabajo produce siquiera algún
servicio o bien transable? Obviamente no, y fueron políticas como estas las que
causaron que el periodo 1975-1985 la productividad media por venezolano
decreciera de manera continua, mientras que la del resto de América Latina
aumentaba o, en algunos casos, se duplicaba.
Sin embargo, con 10 millones de habitantes y
una PDVSA que en términos reales producía prácticamente lo mismo que hoy en
día, era posible sustentar ese sistema que no solo generaba empleos
improductivos y falsos, sino que financiaba nuestros viajes por el mundo a
costa de que somos "un país rico". Treinta años después no solo nos
hemos estancado, sino que con tres veces más población vemos como esos 40.000
millones de dólares que PDVSA le entrega al fisco se diluyen en casi nada para
todas las necesidades que tiene el país.
Una última comparación puede resultar útil
para entender lo grave de la realidad que nosotros mismos hemos construido.
Tomemos las exportaciones no petroleras de Venezuela, que apenas son el 5% del
total representando unos míseros 5.000 millones de dólares (2013), y
comparémoslas con el país más pobre de América del Sur, Bolivia. Resulta que
todo lo que exportamos los treinta millones de venezolanos que no trabajamos en
la industria petrolera representa apenas el 50%, ósea la mitad,de
lo que producen las diez millones de personas más pobres de nuestro
subcontinente. Esa es la magnitud de nuestra pobreza real, de nuestra
improductividad como individuos y sociedad rentista que se cree rica solo por
haber tenido la suerte de caer sobre las reservas de petróleo más grandes del
planeta.
Esa realidad, tan impactante y a la vez tan
ignorada, debe hacernos entender de una vez por todas, una verdad que hemos querido ignorar: somos
un país y una sociedad profundamente pobre e improductiva. Asumir tal premisa
resulta horrible, y hasta deprimente, pero será solo cuando la enfrentemos con
seriedad y responsabilidad que podremos entender los enormes sacrificios que
debemos asumir para sacar este país adelante y construir bases verdaderamente
solidas para ser ricos. De no tener la valentía y el coraje para hacerlo no
solo no creceremos, sino que con cada venezolano que nazca seremos más pobres y
terminaremos por acabar con nuestra querida PDVSA, pues esta se ahogará
cargando el peso de todos los que decimos amarla pero que a la hora de la
verdad la sacrificamos para mantener nuestro dólar viajero barato o poder
comprar el ultimo celular que salió al mercado.
Ciertamente hay mucho, pero mucho por hacer,
para lograr enfrentar esto. Sin embargo debemos comenzar a hacerlo ya, y lo
primero que debemos proponernos es asumir los costos de la irresponsabilidad
con la que hemos llevado la economía los últimos 30 años. Esto pasa por
desmontar esa ridícula idea de que debemos mantener a toda costa el dólar
barato, pues nuestra productividad no justifica tal lujo, y es PDVSA la que
termina endeudándose con el fisco y a nivel internacional para pagarlo.
Evidentemente, tal medida nos hará mucho más pobres en términos de poder
adquisitivo externo en el corto y mediano plazo, pero permitirá una
representación más real de la productividad de nuestra economía y el desarrollo
de empleos que vayan más allá de marcar un botón de ascensor, transformando eso
en un obrero de planta que arma el chasis de un vehículo para exportar,
permitiéndonos aumentar nuestra riqueza en términos reales y sustentables.
Resulta claro que una tasa de cambio real por
sí sola no nos permitirá salir de la crisis del estancamiento, pues sin
confianza e incentivos para nuestros empresarios veremos una continua
depreciación por el temor a una expropiación o a una torpe política
macroeconómica. Pero mientras nuestros políticos, en especial la oposición, no
tengan la valentía y la moral de empezar a desmontar esos principios que ellos mismos saben errados, pero que por
popularidad no se atreven a atacar, no podremos dar siquiera el primer paso.
Llegó la hora de hacer el verdadero
sacrificio, ese que nos permitirá ver al pasado cuando seamos viejos y decir
con orgullo que nuestra generación fue tan valiente como llevar a nuestra
hermosa Venezuela al futuro que se merece. Como diría un ex-presidente llanero:
a ponerse alpargatas, que lo que viene es joropo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico