Pompeyo Márquez Domingo, 26 de enero de 2014
Venezuela
vive una crisis sistémica, vale decir política, económica, social, educacional,
militar y de valores, y la perspectiva inmediata es de profundización de esa
crisis si continúa la confrontación en los términos en que la plantea el
gobierno
La tendencia de toda nación que se
encuentra en conflicto, antagonizada, dividida, con carencia de reglas claras
de funcionamiento es, inevitablemente, encontrar tarde o temprano la fórmula
que permita su normalización.
El fallecimiento de Nelson Mandela lo
colocó en lugar destacado como el gran líder surafricano. Venciendo mil
obstáculos, logró la unificación de Sudáfrica convirtiéndola en el primer país
del continente africano.
Esto no fue un detalle cualquiera, él
conmovió al mundo al lograr que grupos enfrentados como los blancos africanos y
la mayoría negra pudieran convivir de una manera pacífica y democrática.
Pero también habría otros ejemplos: la
unificación de las dos Alemanias, que estaban dominadas por sistemas políticos
totalmente contradictorios. El mundo se sorprendió cuando cayó el Muro de
Berlín y se integró la República Democrática Alemana a la República Federal,
convirtiéndose en la tercera potencia del mundo.
En Latinoamérica Chile, después de 17
años de una dictadura militar feroz como la de Pinochet, reconcilió a los
chilenos y sentó las bases de un desarrollo económico de primera línea y de un
conjunto de libertades democráticas que la exhiben ante el continente y el
mundo como ejemplo.
Venezuela no es extraña a estas
experiencias. Después de 35 años de tiranía gomecista se inició un proceso
pacífico con elementos claramente democráticos. Después de 10 años de dictadura
militar se inició un proceso pacífico que duró 48 años, y un militar autócrata
toma el poder y sume a la República en un caos al empeñarse en llevar adelante
un modelo inviable al estilo cubano.
El país se ha dividido en dos toletes
casi iguales, y las últimas elecciones municipales arrojan resultados de una
República partida en tres pedazos.
Esos resultados tienen expresiones en
un gobierno minoritario, que aun cuando utilizó todos los recursos del Estado,
solo obtuvo magros resultados.
Venezuela vive una crisis sistémica,
vale decir política, económica, social, educacional, militar y de valores, y la
perspectiva inmediata es de profundización de esa crisis si continúa la
confrontación en los términos en que la plantea el gobierno. Justamente la
camarilla militar-civil se empeña en perpetuarse en el poder mediante el
enfrentamiento y descalificación de quienes están en desacuerdo con su forma de
gobernar.
Hemos venido sosteniendo que esta
situación no debe continuar y que ya existen las fuerzas políticas, sociales y
económicas que a través de la unidad plantean un cambio democrático al país.
También hemos dicho que si hay
chavistas responsables que quieren evitar que el país siga hacia un barranco,
estamos dispuestos a conversar con ellos y a elaborar un programa mínimo de
reconstrucción de las instituciones, del aparato económico, de las fuerzas
armadas, tendientes a la normalización del país.
Igualmente, lo decimos sin ambages, si
hay militares institucionalistas que quieran poner fin a este desastre
económico y político, estamos dispuestos a conversar con ellos.
Hay que reconquistar a la República
Civil, hay que unir al país, establecer determinados consensos entre los cuales
está el respeto a la Constitución Nacional. Esta es una obra de mayoría y esa
mayoría se está conformando. Es obvio que un país dividido no puede progresar,
un país confrontado permanentemente, está condenado a ubicarse a la cola de
América Latina y El Caribe.
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