Por Raúl Zibechi, 16/01/2014
La difusión de los resultados de las prueba PISA (Programa de internacional para la evaluación de estudiantes) mostró, una vez más pero ahora con mayor intensidad, que los países de Asia-Pacífico desplazaron a los europeos y al resto de los desarrollados, de los primeros lugares. Al parecer, la calidad de la educación sigue los pasos de la economía, que ha colocado a esos países en el centro del mundo, pero también muestra que hay sociedades que valoran la importancia de la educación, no sólo del dinero.
Si alguien
tenía dudas que la relación centro-periferia, sobre la que se construyó el
mundo moderno desde 1492, está completamente trastocada, los resultados de las
pruebas PISA2012 lo confirman. Asia se convirtió en el Primer Mundo. La vieja
Europa, cuna de la civilización como gusta presentarse con un marcado tinte
etnocéntrico, retrocede paulatina e inexorablemente. La ex superpotencia,
Estados Unidos, decayó abruptamente hasta un lejano 35 lugar, debajo incluso
del promedio de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo) o “países ricos”. América Latina sigue siendo la Cenicienta, con
altibajos, pero muy lejos del resto.
Es cierto que
las pruebas pisa no son la mejor forma de medir la calidad del
sistema educativo y la capacidad de aprender de los estudiantes. También es
inocultable que levantan críticas por la pretendida validez universal de las
pruebas que someten a los chicos de 15 años, idénticas en las favelas de Rio de
Janeiro que en los más coquetos arrondisements de París. Sin
embargo, unas pruebas que respondieron 510 mil estudiantes algo nos están
diciendo sobre el estado de la educación en el mundo.
Nos dicen,
también, que una parte del planeta está desplazando a otra en materia
educativa, que las sociedades occidentales parecen haber encontrado un techo y,
sobre todo, que nada de esto sería posible si la educación se redujera a lo que
sucede durante cuatro horas al día en el aula. En suma, que si bien las pruebas
PISAse remiten a la educación, nos están hablando del estado actual de las
sociedades.
Resultados para meditar
Lo primero es
comparar. Entre los diez primeros hay sólo tres europeos. Los siete lugares más
destacados pertenecen a Asia Pacífico. Por su orden: Shanghai, Singapur, Hong
Kong, República China (Taiwán), Corea del Sur, Macao y Japón. Completan la
lista de los diez Liechtenstein, Suiza y Países Bajos. Finlandia retrocedió del
puesto 6 al 12 en las pruebas de matemáticas, habiendo sido años atrás
considerado el país modelo en materia educativa. En ese mismo rubro, Alemania
está en el lugar 16, apenas un puesto por encima de Vietnam. Pero Alemania
obtuvo un puntaje de 514 frente a 613 de Shanghai, 99 puntos que representan
tres años de escolaridad. El Reino Unido está en el puesto 26, alcanzando el
mismo promedio que la OCDE, 494 puntos. Pero Estados Unidos está en el lugar
35, por debajo del promedio OCDE y a 130 puntos de la ciudad china.
Explicar las
razones por las que Vietnam está muy por delante de Estados Unidos y a la par
de Alemania, tres décadas después de que fuera destruido por una de las más
sangrientas guerras coloniales del siglo XX, implica ir más allá de la tabla de
resultados que ofrece PISA. Algo similar puede decirse respecto a los demás
países asiáticos que, como se sabe, ostentan sistemas políticos y económicos
bien distintos, por lo que sus performances no pueden atribuirse directamente a
ellos.
Por tanto, la
comparación Occidente-Oriente se impone. Mientras las sociedades de
Asia-Pacífico están ordenadas en torno al trabajo, o el esfuerzo si se
prefiere, las occidentales son sociedades que viven para el ocio, con una
vocación consumista cada vez más marcada. Un editorial del oficialista Diario
del Pueblo señala que los éxitos de Shanghai “fueron logrados
al costo de 13,8 horas en promedio a la semana de tareas domiciliarias, el
tiempo más extenso en el mundo, casi dos veces el promedio de los países de la
OCDE que es de siete horas” (Diario del Pueblo, 5 de diciembre
de 2013).
Si a las horas
de trabajo domiciliario de los estudiantes de 15 años de Shanghai se suman las
28,2 horas de clases en el aula, el noveno lugar en el mundo, vemos que los
chicos dedican 42 horas semanales al estudio. Según el diario chino, es
demasiado y propone que los estudiantes vean reducidas sus cargas horarias. Si
un chico dedica todo ese tiempo a estudiar, es porque alguien valora lo que
hace, y él mismo le otorga importancia.
El londinense The
Daily Telegraph intenta responder la pregunta del millón: “¿Porqué los
alumnos de Shanghai son tan especiales?”. Comienza señalando que los
resultados de la megalópolis china no son representativos de todo el país, ya
que un profesor de Shanghai tiene un salario de 4.400 yuanes (600 dólares)
frente a los 2.000 yuanes que perciben los docentes de ciudades de la provincia
suroccidental de Yunnan. Así y todo, apunta que en el conjunto del país hay
elementos que permiten pensar que la educación ocupa un lugar diferente al que
tiene en las sociedades occidentales.
“Los padres
chinos prestan gran atención a la educación de sus hijos”, asegura el
profesor Kong Lingshuai de la Facultad de Educación de la Universidad Normal de
Shanghai (The Daily Telegraph, 4 de diciembre de 2013). Detecta la
combinación de elementos tradicionales y de elementos modernos en la base del
buen desempeño educativo. Entre las primeras destaca el haber inculcado a los
niños“desde una edad muy temprana que el esfuerzo es fundamental”, y
entre los segundos “su apertura a las ideas extranjeras y la introducción de
la remuneración en función del rendimiento”.
En todo el país
existe lo que Kong denomina “la obsesión por la formación”, que
determina que los nuevos maestros deben entrenarse durante un año antes de
comenzar a dar clases en el aula. Añade que los occidentales suelen creer que
el sistema educativo chino es “algo así como una olla a presión para
los exámenes con énfasis en la memoria y que se hace poco para estimular la
creatividad”. Una suerte de prejuicio eurocéntrico.
Por el
contrario, asegura Kong, se estimula a los profesores a asistir a las clases de
sus colegas para promover “una cultura de compartir ideas, de intercambio y
de competencia positiva”. En las escuelas están dando más tiempo a los
niños para jugar y buscan no quedarse en el sistema de memorización, se centran
en los últimos años en el desarrollo integral de los estudiantes sin abandonar
la cultura del esfuerzo.
El sociólogo
Frank Furedi, de la Universidad de Kent, autor del libro “Por qué la educación
no está educando”, sostiene que PISAno toma en cuenta “las influencias
sociales, económicas y culturales en la promoción de actitudes positivas hacia
la educación” (The Independent, 4 de diciembre de 2013).
Trabajó en Sydney, Australia, y pudo comprobar que los niños asiáticos tenían
desempeños escolares muy superiores a sus pares de origen británico. De ahí
concluye que “la influencia cultural más importante en el rendimiento
escolar de los niños es la expectativa de sus maestros, de los padres y las
comunidades”.
En suma, habla
de sociedades que esperan que los jóvenes tomen en serio sus estudios, que
impulsan un ritmo de trabajo “significativamente más alto que los de sus
pares en las sociedades occidentales”. Por eso, Furedi concluye que “un
compromiso serio con el valor de la educación es mucho más importante que
cualquier sistema pedagógico o técnico”. La fuerza que hace que los jóvenes
dediquen tres horas diarias al estudio en sus casas hay que buscarla, en
efecto, en el entorno, en el entendido que es una fuerza inmaterial, no de
castigos y premios. Esa misma potencia no existe fuera de las sociedades
asiáticas. Geopolíticamente, corresponde a un mundo en ascenso, en camino de
recuperar el papel histórico que supo tener antes de las invasiones coloniales.
Los del medio
Buena parte de
los analistas europeos se mostraron muy críticos con el sistema educativo de
sus países. Los medios finlandeses, país destronado de los primeros lugares de
la tabla PISA, hablaron de que el sistema educativo del país se ha derrumbado y
los medios suecos mentaron un supuesto “desastre nacional”. Es el riesgo
de tomar los resultados de las pruebas como si fueran las tablas de las ligas
de fútbol.
En general,
predomina el desánimo en el viejo continente. Y una suerte de advertencia a los
estudiantes: “El único aspecto en el que nuestros adolescentes están por
encima de la media es en ´ser feliz en la escuela´”, espeta un severo y
conservador análisis británico (The Daily Telegraph, 4 de diciembre de
2013). El periódico atribuye a Christine Blower, dirigente de la Unión Nacional
de Educadores, la idea de que los bajos resultados en las pruebas PISA de los
estudiantes del Reino Unido se debe a la mala calidad de los docentes que “no
están capacitados para enseñar matemáticas y ciencias, mientras los buenos se
hacen añicos por el grosero control de multitudes de niños violentos, mientras
los padres se muestran negligentes a la hora de apoyarlos”.
El izquierdista
The Guardian carga contra las reformas educativas a las que acusa de
haberse convertido en un virus que “infecta los sistemas educativos” (The
Guardian, 8 de diciembre de 2013). Defiende la hipótesis de que la enfermedad
que encarnan las reformas tiene cinco síntomas: la creciente competencia entre
escuelas en base a tablas de calificación para que los “consumidores” (padres)
tomen las decisiones correctas; estandarización de la enseñanza y del
aprendizaje con prescripciones detalladas sobre cómo enseñar y qué evaluar; la
recogida sistemática de información mediante pruebas estandarizadas; la
devaluación profesional de los docentes haciendo la docencia accesible a
personas con preparación express; y la privatización de las
escuelas al impulsarlas a regirse por los criterios del mercado.
Las víctimas
principales de este sistema serían las escuelas y las comunidades de Estados
Unidos, Inglaterra, Nueva Zelanda, Australia, Suecia y Chile. Las tres
principales conclusiones del informe PISA2012 avalan esta crítica. Los países
más exitosos dan cierta autonomía a los centros educativos en los planes de
estudio y en las evaluaciones, y no siguen el principio de estandarización de
la enseñanza y la evaluación. En concreto, habla de “la autonomía
profesional equilibrada con una cultura de colaboración en las escuelas”.
Eso supone confianza en los docentes y un entorno de mutuo apoyo, no de
despiadada competencia.
Por último, la
posibilidad de elegir la “mejor” escuela no mejora el rendimiento del sistema
educativo. Por el contrario, “la elección de escuela y la competencia entre
escuelas están relacionadas con mayores niveles de segregación en el sistema
educativo”. Los sistemas exitosos tienen “un fuerte compromiso en
sostener la escuela pública y mantenerla bajo control de la comunidad”. Lo
que ha fracasado, concluye, es la reforma educativa “basada en el mercado”.
Estados Unidos
salió diez puestos abajo del Reino Unido. Según el Boletín de Anticipación
Estratégica (GEAB), puede hablarse de un colapso del sistema educativo. Desde
la década de 1970 se comenzó a implementar un sistema de evaluación a través de
preguntas de opción múltiple desde la primaria hasta la universidad, que “ha
generado un debilitamiento absoluto y persistente en la formación de
generaciones de estadounidenses que hoy tienen menos de 40 años” (Geab No.
69, 17 de diciembre de 2011).
Con el tiempo
se ha consolidado un sistema educativo de dos niveles que ensanchó la brecha
entre la elite y la clase media, con universidades muy caras y comercializadas
combinadas con la educación a distancia o en el hogar, dos extremos que le
quitan “consistencia y calidad” al sistema en su conjunto.
El resultado es
que actualmente los menores de 40 años están menos educados y menos integrados
que sus mayores, lo que tiene consecuencias “en sus posibilidades
laborales, en su capacidad para actuar en un mundo donde la globalización exige
conocimientos variados, idiomas, historia, geografía”. Esto tiene enormes
repercusiones para el país a la hora de afrontar sus retos principales: la
re-industrialización, los desafíos científicos, tecnológicos y militares. “También
genera una disminución en la calidad de la vida democrática porque los
ciudadanos son menos capaces de distinguir entre la mentira y la verdad, entre
la información y la manipulación”, sentencia el Geab.
Los de abajo
En América
Latina lo más destacable fue la performance de Brasil, en particular en
matemáticas, que escaló de 334 puntos en 2000 a 391 en 2012. La diferencia es
notable porque pasó de tener el 65 por ciento de los jóvenes de 15 años
asistiendo al colegio en 2003, al 78 por ciento en 2012. Aún así, se sitúa en
el lugar 58, debajo de Chile, México, Uruguay y Costa Rica. Uno de los mayores
desafíos del país es la desigualdad por regiones, ya que Brasilia y Santa
Catarina tienen 416 y 415 puntos mientras el nordeste (Alagoas y Maranhao)
consiguieron 70 puntos menos, lo que revela que entre las zonas ricas y las
pobres hay varios años escolares de diferencia.
La inversión en
educación de Brasil es una de las más elevadas del continente en relación al
PIB, pero sólo un tercio de los países ricos. Destina 26.700 dólares para
educar un niño entre los 6 y los 15 años, mientras los países de la OCDE
destinan 83.400 dólares. Sin embargo, estos países tienen un PIBper cápita tres
veces superior al brasileño.
El Plan
Nacional de Educación, que está en el parlamento desde 2010, fue aprobado por
la Comisión de Educación del Senado el pasado 27 de noviembre. Prevé destinar
el 10 por ciento del PIB a la educación, ahora está en el 6 por ciento, además
del 75 por ciento de los royalties del petróleo pre-sal que fueron destinados
al mismo objetivo. Se tomó esa decisión para no quedar atrapados en los
avatares del presupuesto nacional, siempre dependiente de los ciclos económicos
y de la relación de fuerzas en el escenario político. Entre sus objetivos
figura elevar el desempeño en las pruebas PISA hasta 473 puntos en 2021, lo que
colocaría a Brasil a la cabeza de la región, aunque aún por debajo del promedio
de los países de la OCDE.
Pero no todo
debe reducirse a números. En este recodo de la historia, en el cual nada está
permaneciendo en su lugar y se producen cambios vertiginosos e imprevisibles,
tal vez sea necesario retomar los grandes relatos, inspirados en valores, como
el de Hannah Arendt sobre la crisis en la educación. Aunque fue formulado hace
más de medio siglo, no ha perdido actualidad: “Mediante la educación
decidimos si amamos a nuestros hijos lo suficiente como para no expulsarlos de
nuestro mundo y dejarlos a su suerte, ni quitarles de las manos la oportunidad
de emprender algo nuevo, algo que nosotros no imaginamos, lo bastante como para
prepararlos con tiempo para la tarea de renovar un mundo común”.
Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI.
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