Por MARIA TERESA ROMERO Caracas, 12 enero 2014
Con bombos y platillos el gobierno de Nicolás Maduro acaba de
nombrar un nuevo gabinete ministerial, justo en
los días que la opinión pública nacional despertaba de las celebraciones
navideñas y de la fiesta de la Epifanía con una súbita manifestación de
descontento y rabia en las calles y en las redes sociales. Los homicidios de la
ex miss y actriz venezolana Mónica Spear y su esposo en una de
las vías más transitadas del país, luego de caer en un hueco y ser asaltados
por delincuentes comunes, quienes además dejaron herida a la hija de cinco años
de la pareja fallecida, sacó de golpe a los venezolanos de la modorra
decembrina.
La pérdida de esta querida joven
actriz fue el rostro visible de la realidad que todos los días vivimos los habitantes
de este país petrolero. Nos hizo tocar tierra con la dolorosa y descompuesta
situación nacional, que sólo en el 2013 dejó un saldo de casi 25 mil personas
asesinadas a manos del hampa, una de las peores tasas del continente, a pesar
de los 21 planes “especiales” de seguridad que el gobierno chavista ha
emprendido en los últimos tres lustros y de la creciente militarización del
país.
Tras el horrendo crimen, voces
opositoras, como la de la diputada María Corina Machado quien
aseguró en un comunicado que el régimen y su política de Estado era el
responsable de la creciente inseguridad porque durante 15 años ha venido
politizando y destruyendo al sistema judicial y a los cuerpos policiales,
empezaron nuevamente a tener eco. Ella y otros líderes criticaron la forma cómo
el gobierno quiso evadir su responsabilidad en el hecho delictivo y clamaron
para que en lugar de estar persiguiendo opositores, luchara realmente en contra
del hampa.
La indignación popular continuó
manifestándose a causa de la negativa oficial a dar amnistía a los presos
políticos, la difusión pública de una lista de opositores que viajaron al
exterior durante navidades, así como la exclusión y agresión a los diputados
democráticos en las primeras sesiones del año en la Asamblea Nacional. Allí no
sólo se les impidió formar parte de la directiva parlamentaria, sino ejercer su
legítimo derecho de palabra, más bien fueron verbalmente agredidos.
También ha sido causa de malestar la
iniciativa de “diálogo” con los gobernadores y alcaldes opositores que el
presidente Maduro se ha visto forzado a emprender a instancias
de la Iglesia Católica y el clamor de los sectores nacionales. Pese al
publicitado estrechamiento de manos entre el presidente y el gobernador
opositorHenrique Capriles Radonski, a los
opositores no se les ha permitido hablar ni exponer sus ideas en los
encuentros.
A lo anterior se suma la continuación
de los ataques a la empresa privada y a los periodistas y dueños de medios de
comunicación social, la alta inflación y la escasez de divisas y alimentos
conque amanecieron los venezolanos este enero de 2014. Ya había sido pronosticado
por los economistas y especialistas en la materia, este año sería peor que el
anterior. Pero el pueblo aún no se daba cuenta, continuaba en el letargo propio
de las fiestas y de la propaganda populista con que el oficialismo se impuso en
las elecciones municipales del pasado diciembre.
No parece aventurado pronosticar que
el malestar popular se incrementará si el gobierno no cambia las medidas que
hasta ahora ha emprendido para atajar la situación crítica y los descontentos;
paliativos éstos enmarcados en una estrategia de huida hacia adelante, es
decir, de mayor radicalización política con devaluación y control económico.
Una de esas medidas recién tomadas,
los cambios en el gabinete ministerial para la “renovación” del gobierno -tema
que nos ocupa en esta columna- tampoco han suscitado en la mayoría del país
comentarios y expectativas favorables. Todo lo contrario, se le ha visto como
una nueva medida efectista, de distracción pergeñada desde La Habana, ante el
escándalo producido por el caso del doble asesinato de Mónica Spear y
su esposo. Según el profesor universitario Ángel Lombardi, “con
los cambios ministeriales el mensaje es claro Cuba sigue al mando y Maduro es
lo que se ha dicho, un cuadro cubano”.
En realidad, para todos los no
fanatizados es bastante claro que esos cambios no representan un cambio real ni
de personas ni de timón estratégico, son más bien un retruque político. La
mayoría de los siete ministros nombrados vienen de otros cargos gubernamentales,
son fichas políticas del chavismo y no son expertos en el área ministerial que
les corresponderá dirigir, lo cual hace suponer que continuará la ineficiencia
y la corrupción en esos entes.
En el área educativa, Ricardo
Menéndez será el nuevo ministro de Educación Universitaria y Héctor
Rodríguez nuevo ministro de Educación. El primero viene de dirigir la
cartera de Industrias y el segundo fue ministro del Deporte y luego de la
Juventud. Si bien ambos fueron en el pasado profesores universitarios, ninguno
tiene trayectoria en administración y gestión en materia educativa.
En el ministerio de la Juventud, fue
nombrado Víctor Clark que viene de ser Secretario de la
Asamblea Nacional y cuya única credencial en el área fue haber sido dirigente
juvenil del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Como titular de
Deporte, el gobierno nombró al cantante venezolano Antonio “El Potro”
Álvarez, sin ninguna experiencia gubernamental, luego de haber éste
perdido en las elecciones del pasado 8 de diciembre la Alcaldía del municipio
Sucre del estado Miranda.
El recién nombrado ministro del
Trabajo, Jesús Martínez, viene de dirigir la Universidad
Bolivariana de los Trabajadores “Jesús Rivero”; el designado ministro del
Industrias, el militar Manuel Barrientos –uno de los
participantes del golpe de Estado de Hugo Chávez en 1992-
viene del Despacho de la Presidencia; y el nuevo de este mismo despacho, el
también militar Hugo Cabezas, viene de haber sido gobernador
de Trujillo y director del Saime.
Entre los ratificados, quedaron los
ministros más criticados por su gestión - Rafael Ramírez, ministro
de Petróleo, Delcy Rodríguez encargada del ministerio de
Comunicación e Información, el general Miguel Rodríguez Torres del
ministerio del Interior, Justicia y Paz, e Iris Varela, la
ministra de Asuntos Penitenciarios.
Sin cambios en estos cargos claves,
sin planes profesionales realmente acordados con los dirigentes opositores y
los sectores ciudadanos interesados, sin la asesoría de expertos en las
diversas áreas, sin el otorgamiento de presupuestos adecuados, el “nuevo”
gabinete de Nicolás Maduro pasará a ser un mero saludo a la
bandera cubano-venezolana.
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