ROSALÍA MOROS DE BORREGALES sábado 18 de enero de 2014
A lo largo de las Sagradas Escrituras
encontramos infinidad de símiles usados por Dios para dar un mensaje al pueblo
de Israel; de la misma manera que Jesús de Nazaret usó parábolas, narración por
semejanza de una enseñanza moral, para impartir sus lecciones. Entre las
figuras que más ha llamado mi atención se encuentra la de las cisternas. Una
cisterna es un depósito subterráneo donde se almacena y conserva el agua
producto de la lluvia, o la que se hace llegar a ésta desde un manantial o río.
Remontándonos a la antigüedad podremos entender claramente la función e
importancia de las cisternas, pues desde tiempos remotos el ser humano ha
basado la construcción de su vida en función del vital líquido.
Desde el punto de vista espiritual, Dios es la fuente primordial de agua de vida, tal como lo señala el evangelista Juan en su narración del encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Nos cuenta Juan (4:1-46) que Jesús, cansado del camino, se sentó al lado del llamado pozo de Jacob, el cual se encontraba en una ciudad de Samaria de nombre Sicar. Estando allí, llegó esta mujer samaritana a sacar agua del pozo, entonces Jesús le dijo: -Dame de beber. A lo que ella, probablemente muy asombrada, argumentó con él, pues judíos y samaritanos no se trataban. Pero Jesús le responde: -Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice dame de beber, tú le pedirías y él te daría agua viva. Toda la historia se basa en el símil que Jesús hace entre la necesidad del agua para nuestros cuerpos y la necesidad del agua espiritual para nuestras almas. Quizá no exista otra historia bíblica en la cual el agua junto con la cisterna o pozo cobre mayor relevancia que ésta. Expresa un significado que trasciende el valor humano vital que representa el agua, nos lleva a la necesidad que tenemos de beber del agua que Dios nos ofrece, la cual se convierte en nosotros, en fuente.
Al pensar en la cisterna, en el agua, y en nosotros, entiendo que no somos fuente; por el contrario, nos hemos convertido en un país deshidratado. Lo peor es que estamos viviendo los síntomas sin darnos cuenta de nuestro estado. Los venezolanos hemos sido permeados con toda suerte de fetiches que de alguna manera hacen pensar, a quienes los hacen el objeto de su culto o adoración, que se encuentran en algún nivel espiritual especial. Uno de los peores legados de la revolución cubana ha sido la oscuridad de sus prácticas religiosas, las cuales han ido en aumento a la par de sus efectos devastadores de pobreza y miseria. Lamentablemente, muchos se consideran dentro de las filas de una religión cristiana, ignorando que Dios no comparte su gloria con nada, ni nadie; ignorando que no podemos servir a dos señores porque aborreceremos a uno y amaremos a otro; ignorando que para llegar a Dios es necesario pasar primero por la cruz de Cristo.
¡Nos hemos olvidado de Dios! Hemos tomado todos los atajos posibles en lo que respecta a nuestra vida espiritual. Hemos alimentado nuestros cuerpos, los hemos engordado con los placeres del mundo; hemos llenado nuestras mentes con una infinidad de pensamientos que exaltan al hombre por encima de Dios. Nos hemos envanecido olvidando nuestra fragilidad; la soberbia ha sido nuestra conductora, la lujuria compañera del camino; hemos abrazado la ambición desmedida; hemos perdido el respeto a la vida.
¡Necesitamos ir a la cisterna, necesitamos agua de vida!
"Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua". Jeremías 2:13.
Desde el punto de vista espiritual, Dios es la fuente primordial de agua de vida, tal como lo señala el evangelista Juan en su narración del encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Nos cuenta Juan (4:1-46) que Jesús, cansado del camino, se sentó al lado del llamado pozo de Jacob, el cual se encontraba en una ciudad de Samaria de nombre Sicar. Estando allí, llegó esta mujer samaritana a sacar agua del pozo, entonces Jesús le dijo: -Dame de beber. A lo que ella, probablemente muy asombrada, argumentó con él, pues judíos y samaritanos no se trataban. Pero Jesús le responde: -Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice dame de beber, tú le pedirías y él te daría agua viva. Toda la historia se basa en el símil que Jesús hace entre la necesidad del agua para nuestros cuerpos y la necesidad del agua espiritual para nuestras almas. Quizá no exista otra historia bíblica en la cual el agua junto con la cisterna o pozo cobre mayor relevancia que ésta. Expresa un significado que trasciende el valor humano vital que representa el agua, nos lleva a la necesidad que tenemos de beber del agua que Dios nos ofrece, la cual se convierte en nosotros, en fuente.
Al pensar en la cisterna, en el agua, y en nosotros, entiendo que no somos fuente; por el contrario, nos hemos convertido en un país deshidratado. Lo peor es que estamos viviendo los síntomas sin darnos cuenta de nuestro estado. Los venezolanos hemos sido permeados con toda suerte de fetiches que de alguna manera hacen pensar, a quienes los hacen el objeto de su culto o adoración, que se encuentran en algún nivel espiritual especial. Uno de los peores legados de la revolución cubana ha sido la oscuridad de sus prácticas religiosas, las cuales han ido en aumento a la par de sus efectos devastadores de pobreza y miseria. Lamentablemente, muchos se consideran dentro de las filas de una religión cristiana, ignorando que Dios no comparte su gloria con nada, ni nadie; ignorando que no podemos servir a dos señores porque aborreceremos a uno y amaremos a otro; ignorando que para llegar a Dios es necesario pasar primero por la cruz de Cristo.
¡Nos hemos olvidado de Dios! Hemos tomado todos los atajos posibles en lo que respecta a nuestra vida espiritual. Hemos alimentado nuestros cuerpos, los hemos engordado con los placeres del mundo; hemos llenado nuestras mentes con una infinidad de pensamientos que exaltan al hombre por encima de Dios. Nos hemos envanecido olvidando nuestra fragilidad; la soberbia ha sido nuestra conductora, la lujuria compañera del camino; hemos abrazado la ambición desmedida; hemos perdido el respeto a la vida.
¡Necesitamos ir a la cisterna, necesitamos agua de vida!
"Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua". Jeremías 2:13.
ROSALÍA MOROS DE BORREGALES
rosymoros@gmail.com
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com
@RosaliaMorosB
rosymoros@gmail.com
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com
@RosaliaMorosB
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico