Por Eddie Ramírez, 28/01/2014
Predicar que Venezuela será una potencia
agrícola es un engaño más a parte de este pueblo que permanece adormecido. Como
país tropical tenemos limitaciones por la relativa baja calidad de los suelos,
aunque tenemos la ventaja de abundante radiación y solo restricciones de
lluvia, por exceso o por defecto. Podemos desarrollar una agricultura próspera,
pero no ser una potencia.
El objetivo debería ser lograr una balanza
comercial agrícola equilibrada.
La actividad petrolera no afectó
negativamente a la agricultura. Lo que ha impedido su desarrollo es la falta de
políticas acertadas y los constantes vaivenes de las mismas en el pasado. En
los últimos quince años hemos retrocedido: invasiones a fincas, dificultad para
conseguir insumos, precios mínimos que no cubren costos de producción,
desinterés en apoyar la investigación y la asistencia técnica e importaciones
no justificadas impiden desarrollar una agricultura sustentable.
Fuimos autosuficientes en carne de bovinos,
pollos, huevos, arroz, maíz blanco, café, cacao y hortalizas. Tuvimos una
industria azucarera pujante. Aunque en cantidades limitadas y esporádicamente,
llegamos a exportar arroz, café, cacao, plátanos, mangos y melones. Hoy, a
cambio de petróleo y a precios probablemente inflados, Guyana, Nicaragua,
República Dominicana y Uruguay nos envían arroz, café, azúcar y carne, por
citar solo algunos ejemplos. Cabe citar al distinguido investigador Carlos
Machado Allison, quien menciona que entre 1991 y el año 2000, Venezuela importó
65,9 dólares en rubros agrícolas por habitante, mientras que en el período
2001-2010 importó 134,6, cifra que se disparó a 276 dólares por habitante en el
2008 cuando Pudreval, con el consiguiente desaguadero de divisas.
En el sector hemos tenido agricultores,
ingenieros agrónomos y veterinarios muy valiosos, tales como Eduardo Mendoza,
Claudio Muskus, Mauricio Báez, Silva Calvo, Pompeyo Ríos, Badillo, Hernández
Carabaño, Fernández Yépez, Chollet, Campos Giral, Gómez Álvarez y Luís Marcano
Coello. Permanecen entre nosotros López Luque, González Matheus y JJ. Cabrera
Malo. Todos ellos realizaron valiosas contribuciones. En este corto espacio nos
limitaremos a citar a la Unellez, fundada por Gómez Álvarez, ejemplo de
universidad, los pinos de Uverito sembrados por Cabrera y el Colegio de
Agricultura Simón Bolívar, Fusagri y Fundárbol, creaciones de Marcano Coello.
Lamentablemente los rojos deterioraron la Unellez, la siembra de especies
forestales en las que tenemos ventajas competitivas se vino a menos y acabaron
con el Colegio de Agricultura y con Fusagri.
Recientemente falleció Marcano Coello, el más
internacional de nuestros profesionales del agro, hombre visionario como muy
pocos y al mismo tiempo capaz de hacer el trabajo de carpintería para poner en
marcha sus ideas. Estamos seguros que si estuviese entre nosotros, al término
de este totalitarismo siglo XXI se pondría a reconstruir su obra sin una queja
y con el mismo entusiasmo con el que las inició. Afortunadamente, los maestros
citados y otros no mencionados formaron recursos humanos capaces de rehacer lo
destruido y de orientar la senda del desarrollo agrícola.
Como en botica: El 23 de enero pensamos que sería la última
dictadura. El actual totalitarismo es más perjudicial ¡No más prisioneros
políticos, ni exiliados!
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