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miércoles, 22 de enero de 2014

El culto al personaje político

Susana Seleme Antelo 19 de enero de 2014

La noticia de que en breve se  transmitirá una radionovela sobre la vida del jefe del  régimen, Evo Morales, no hizo sino confirmar lo que algunas personas previmos con anticipada  premonición, ya en el año 2005: el culto de la persona,  al personaje  político, al actor político. Poco después confirmamos que se estaba fabricando el culto a Evo Morales, más que el culto a su personalidad.

Me explico. En esa su primera campaña como candidato a la presidencia de la entonces República de Bolivia, la mitad de la población boliviana, militantes del MAS,  asesores internos y externos, muchos medios de comunicación y periodistas,  o­nG, simpatizantes y afines dedicaron sus esfuerzos al culto de la persona de Evo Morales. Fue una exitosa construcción mediática del personaje, tanto así, que ganó esas elecciones, las únicas limpias en 8 años, con 53 % y un algo  más o menos largo de votos.
Acorde con la doctrina del socialismo del siglo XXI, Morales aprendió rápidamente el discurso radical contra el sistema de los llamados ‘tradicionales’ partidos políticos y sus dirigentes, contra la derecha y el neoliberalismo. De la noche a la mañana, su incisivo aparato de propaganda política lo identificó como primer presidente indio, defensor de los pueblos indígenas y la Madre Tierra, cuando en su vida sindical cocalera, nunca se interesó sobre esos temas. 

Para la socióloga Silvia Rivera, ella sí identificada de palabra y obra con el pueblo aymara,  libre de toda sospecha derechista o neoliberal, como descalifica Morales a sus críticos, “No hay nada de indígena en su forma de ser, ni de percibir. Ni siquiera habla un idioma indígena. Es un recurso retórico decir que es indígena”, y  sin embargo, una parte de la sociedad boliviana sucumbió ante esa propaganda masiva que disemina desde hace ocho años la ideología del régimen. En otras palabras,  “el proceso de cambio” instala en el imaginario colectivo el culto al líder Evo Morales que se comunica con sus súbditos solo vía el monólogo y el aplauso, amparado en unos movimientos sociales manipulados por el propio  Morales y una planilla de operadores de diverso rango, vía la prebenda y el halago.

Una sociedad que le rinde un extraordinario culto a la persona de su presidente, que debiera ser un cargo transitorio como en toda sociedad democrática con  alternancia del poder político, es una sociedad donde ha sido desmantelada la institucionalidad, como en Bolivia con un autoritarismo sin contemplaciones donde se pretende que rija el partido y el pensamiento únicos. De ahí que Morales y sus conmilitones opten por el continuismo violentado la vida   institucional democrática y el Presidente, en lugar de ser una persona que representa una institución: el gobierno, que debiera siempre transitorio, se convierte en hombre fuerte, poderoso y salvador de la patria. Por eso reafirma cada vez que tiene oportunidad de hacerlo  que “llegaron al poder para quedarse…” El mensaje detrás del culto al personaje político  Evo Morales es  lo más parecido al absolutista  “El Estado soy yo”.

Conquistada la hegemonía política vía una masiva propaganda plagada de imposturas, como la defensa de la biodiversidad y de los pueblos indígenas de la que Morales hacía gala,  el culto a su persona se convierte en dominación carismática y autocrática, amén de una desembozada manipulación de vínculos emocionales que lo convierten en infalible. Así concentra todo los  poderes y los ejerce violentando el ordenamiento jurídico, desterrando la independencia de poderes y dándole carta de ciudadanía a la judicialización de la política, mediante procesos inventados contra sus oponentes, a los que persigue o condena al exilio. Al mismo tiempo, rechaza el diálogo político porque no acepta la pluralidad de partidos y más bien descalifica sin  rubor a sus adversarios, que tras ocho años del régimen de Morales parecen diezmados como un campo después de una batalla.  La batalla democrática, desde luego, para desterrar la pretensión del partido único de Morales y los suyos, a quienes les molesta el pensamiento libre, la critica y la libertad de prensa,  valores democráticos que no condicen con el culto a su persona sin contemplaciones.

De ahí que Morales se de el lujo de no rendir cuentas ni transparentar los gastos públicos,  compre aviones y helicópteros, y gaste dinero del erario nacional como si fuese propio, mientras la corrupción ronda ribetes de “riesgo extremo”, según estudios de Global Risk Analytics. La clasificación de ese estudio va de más a menos corruptos en el siguiente orden: “riesgo extremo”, “alto riesgo”, “riesgo medio” y “bajo riesgo”. En Sudamérica, sólo Bolivia compite con Venezuela en este campo ruin y devastador de la política.

El adulador-escribiente del guion sobre la vida de Evo Morales ¿tomará en cuenta este abrumador dato, o más bien lo obviará, para afianzar ese culto patológico que le arrebata a Bolivia su vida institucional democrática, la práctica política entre diversos y el derecho a la crítica sin temor a ser judicializado? ¿Hablará de la doble condición de Evo Morales presidente, tanto del hoy llamado Estado Plurinacional y al mismo tiempo presidente  de las poderosas 6 Federaciones de Cocaleros del Trópico de Cochabamba, campesinos cultivadores de la hoja de coca materia prima que alimenta el narcotráfico?

Damos por descontado que quien quiera que escriba el guión de la telenovela, le rendirá culto a la persona de Evo Morales.


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