Por Leonardo Padrón 20 de Enero, 2014
La noticia esperó que abriera los ojos
y saltó sobre mí. Tenía un mensaje en el teléfono, acechándome desde una hora
antes: “Primo, ¡qué horror lo de Mónica Spear!”. Aún medio dormido, de
vacaciones en el imperio, podía pensar cualquier cosa ante una frase tan
ambigua. Pero ella no era persona de escándalos, así que no ensayé
especulaciones y le escribí a mi primo: “¿Qué pasó?”. Y entonces vino la frase
estremecedora: “¡La mataron anoche!”. Fue un corrientazo eléctrico. Abrí el
Twitter y no había prácticamente otra noticia. La red social era un estupor
gigante. Me brotaron dos palabras, ahogadas de pánico: “¡Dios mío!”. Fueron
apenas un susurro, pero contenían tanto asombro que despertaron a mi pareja.
Cuando le conté a Mariaca que su amiga y ex-compañera de trabajo había sido
asesinada atrozmente ─junto con su esposo─ en una carretera venezolana, el
dolor se convirtió en nuestro compañero de viaje. Desde entonces, hay un
crujido que no cesa.
***
No es difícil imaginar el terror que
vivieron Mónica y Henry. La sorpresa ante la aparición de los delincuentes. La
impulsiva reacción de encerrarse en el carro y agazaparse. El espanto ante la
suerte que pudiera correr Maya, su hija de 5 años. Los gritos siniestros de los
hampones. Los balazos salvajes. La muerte entrando con furia en el vehículo. Y
Maya sola, solísima, en ese desamparo inexplicable, con sus padres durmiendo
para siempre, sin beso de buenas noches, como era antes, como eran todas las
noches. Antes.
La indignación no cabe en el idioma.
***
Mi breve estancia en Miami estuvo
signada por la terrible muerte de Mónica. No pude soslayar las peticiones de
entrevistas de medios como CNN en español, NTN24, o “Al Punto”, el celebrado
programa de Jorge Ramos en Univisión. No era nada agradable hablar de Venezuela
en términos tan desoladores. Así le pasó a muchos de los artistas y creadores
que hoy viven un exilio forzoso en el estado de Florida. Fue un reencuentro de
mucho afecto y duelo. En todos los abrazos estaba Mónica. Y en todos los
diálogos: la inseguridad como la causa primera de tantas migraciones. Me cansé
de oír anécdotas de sangre y miedo. Y esa asfixia, en la punta de las palabras,
que se llama desarraigo.
Un humorista y músico que vive en
Coconut Grove desde hace un año huyó del país por la sobredosis de violencia:
“Lo menos que quería es que una noticia como la de Mónica me diera la razón”.
Me habló de dos amigos suyos en terapia intensiva por atracos armados. Esos
nunca aparecen en las estadísticas: los sobrevivientes. Me contó del día que se
tomaba un café en un centro comercial caraqueño y se le acercó un viejo
compañero de farra: “¿Y tú de verdad no te piensas ir del país?”. El alzó la
mirada, sin comprender, y el amigo descolgó una frase inesperada: “Estoy en
mitad de un secuestro”. Y siguió caminando, vigilado por un hombre y una mujer
que lo conducían a un cajero electrónico, y luego, quién sabe adónde.
***
Las protagonistas no deben morir. Ese
es un axioma de hierro que los escritores de historias de amor suelen respetar.
Se trasgrede mínimas veces. Mónica Spear, en un perturbador guiño a su destino,
murió en tres ocasiones en la ficción. La primera vez en una telenovela de
RCTV, ese canal de televisión que también asesinaron. Las reinas tampoco
mueren. Pero de nada sirven las palabras. Miss Venezuela 2004 volvió a su país
para visitar su lado más luminoso. Y la oscuridad del país la exterminó. La
violencia es hoy el sustantivo que nos define. Una palabra que escupe sangre.
Una palabra que nos rompe el ánimo. La violencia es el verdadero paisaje del
país. El fallecido presidente Chávez viajó a la ONU para descubrir el olor del
azufre. Nosotros sólo tenemos que bajar el vidrio de nuestros carros. O
accidentarnos en un tramo del camino. Ese es el asfalto de nuestras autopistas:
el infierno.
***
Somos el país de la desmemoria. Solo
reaccionamos ante el titular del día. Toda noticia es desplazada por otra.
Estamos condenados ─diría Hector Lavoe─ a ser un periódico de ayer. Recuerdo el
impacto nacional ante el asesinato de Yanis Chimaras el 24 de abril del 2007,
el día que iba a grabar el último capítulo de Ciudad Bendita. A Pedro Lander
pidiendo un minuto de aplausos en la Asamblea Nacional. Las palabras dichas.
Los golpes de pecho. Recuerdo la conmoción por el secuestro y asesinato de
Libero Laizzo, el manager de la banda musical Caramelos de Cianuro, en el 2012.
Los músicos y artistas reunidos en distintas plazas clamando por el derecho a
la vida de los venezolanos. Y cien artículos más sobre el problema de la
inseguridad. Recuerdo, ese mismo año, el disparo en la cabeza que recibió el
cantante OneChot y su milagrosa supervivencia. Más artículos. Más indignación. Más
peticiones de políticas de seguridad al gobierno nacional. Todo se fue
diluyendo con otras noticias, nuevas elecciones, más escándalos. ¿Quién dice
que esta vez no va a pasar lo mismo?
***
Me niego a este Alzheimer que nos
designa. Pido que el asesinato de Mónica no se convierta en olvido. Escribo
tercamente sobre ella este domingo porque no quiero que la noticia comience a
ser pasado. Que ninguna de las muertes violentas que ocurren en nuestra
tenebrosa cotidianidad sea olvidada. Ni la del bartender del Auyama Café, Luis
Ánderson Jaimes, asesinado por 3 policías molestos por una cuenta excesiva; ni
la de Daniela Sierralta, de 24 años, asesinada y quemada en un tiroteo entre
dos bandas delictivas; ni la de Yris Margarita, asesinada en una camioneta de
pasajeros en la Avenida San Martín; ni la de Orlando José Páez, mecánico
asesinado con 5 balas en la Avenida Sucre; ni la del escolta de la
Vicepresidencia, ni la del efectivo de Polisucre, ni una inacabable,
vergonzosa, lista de venezolanos caídos bajo el mordisco letal de la violencia.
***
El hilo de sangre de Mónica Spear
recorrió el mundo. El lunes 13 de enero, en el Nuevo País, la periodista Jurate
Rosales hizo un recuento minucioso de la onda expansiva: “Lo mundial de la
noticia llena siete páginas de nombres de medios que la publicaron. Llama la
atención que países muy lejanos le dieron espacio: Kuwait Times en Kuwait: The
Press en Nueva Zelanda; el Daily News en Filipinas; The Herald en Suráfrica; el
VietNam News; Gulf News en los Emiratos
Árabes Unidos; The Post en Zambia; The
China Post en Taiwán; The Daily Telegraph (Sydney) en Australia; The Borneo
Post en Malasia y los únicos medios donde no encontré la noticia fueron los dos
principales periódicos rusos: Izvestia y Pravda”.
Tamaña consecuencia pulverizó en
segundos el fatuo intento del ministro de cinismo, perdón, de turismo, en
posicionar a Venezuela como un país “Chévere” ante el planeta. El impacto
mundial le debe haber quitado el sueño a Nicolás Maduro. Porque eso es lo que
les importa: su incierta reputación. Solo así se entiende que tantas
declaraciones de voceros oficialistas pidan que no se politicen las muertes de
Mónica Spear y su esposo. Esta revolución ignora la incompetencia de sus
políticas, el fracaso de sus planes de seguridad, la corrupción de sus
policías. Sólo habla de responsabilidades ubicadas en el remoto pasado. Y
entonces, gacetilla aprendida, salen algunos figurantes de reciente data en el
elenco revolucionario a decir que la violencia en el país es culpa de los
gobiernos de la 4ta. República. Uno de ellos, actor de telenovelas, llegó
incluso a decir, en un programa de televisión, que el epicentro de este
desastre se llama Rómulo Betancourt. Vaya, vaya. Si seguimos desenhebrando el
hilo llegaremos a Isabel La Católica y el tozudo genovés que le pidió un
dinerito para venir con sus tres barcos llenos de truhanes a descubrirnos en la
pionera de todas las misiones: la Misión Nuevo Mundo.
***
Mónica Spear fue la protagonista de
una novela que escribí llamada La Mujer Perfecta. La historia ironizaba sobre
la obsesión de la mujer venezolana por la búsqueda de la eterna juventud.
Decidí, entre varias tramas alegóricas, depositar la responsabilidad mayor en
una protagonista cuyo rasgo principal era tener Síndrome de Asperger.
Caracterizar a un personaje con esa condición implicaba una gran exigencia
actoral. Era un personaje en la cuerda floja. Si no lo hacía bien, la novela
naufragaría, sin duda. Micaela Gómez debía apreciarse “distinta” al resto del
elenco y a la vez generar fuerte empatía con el televidente. Hablarles a los
otros personajes sin verlos a los ojos. Esquivar el tacto del hombre que la
enamoró. Manejar la comedia y el drama desde una levedad perenne. Descubrir el
sentido figurado del idioma. Transmitir fragilidad y franqueza a manos llenas.
Ser Micaela Gómez podía hundirla o terminar de consagrar su carrera.
Nunca olvidaré el día en que Mónica
Spear y yo nos reunimos a hablar del personaje. Más allá de su abrumadora
belleza y su dulzura sin pausa, había en ella un nivel de compromiso total.
Leyó hasta la última letra los libros que le sugerí, vio varias veces las
películas indicadas y aceptó con entusiasmo reunirse con la gente de Sovenia
(Sociedad Venezolana para Niños y Adultos Autistas) y compartir largamente con
personas con Síndrome de Asperger. Mónica Spear lo hizo todo y más. Lo que
ocurrió en pantalla fue rotundo. Conquistó al público milimétricamente. Hizo
que muchos espectadores descubrieran la condición de Asperger en ellos, o en
sus hijos y parientes. Logró que los comenzaran a respetar en sus sitios de
trabajo o estudio. La sinceridad sin filtros de Micaela convocó a una legión de
admiradores. En las elecciones parlamentarias de septiembre del 2010 la gente
en las redes sociales pedía a gritos que Tibisay Lucena fuera sustituida por
Micaela en el CNE. Terminó siendo Trending Topic varias veces. Incluso, la
noche de su primer beso con el protagonista. Lo había logrado. Durante 120
capítulos dibujó una obra maestra. Mónica Spear se había convertido en La Mujer
Perfecta.
Ahora es un cadáver. Una muerte
absurda. Una estadística subrayada. Una razón para la indignación definitiva.
Una causa para luchar por el derecho a la vida de los 28 millones de
venezolanos que aún se atreven a transitar por el mapa de sus pesares. Ahora es
un dolor. Un dolor que exige un país distinto. Un país donde quepa la vida. Eso
merecemos. En nombre de todas las Mónicas que matan diariamente en este corral
de balas llamado Venezuela. Es totalmente inaceptable que la verdadera
protagonista en este país sea la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico