Por Jesís Alexis González, 07/04/2015
La acostumbrada externalidad (¡el culpable es otro!) que caracteriza
los planteamientos evasivos del Gobierno venezolano en materia económica (y
muchas otras), ha encontrado en una Orden Ejecutiva extranjera la excusa
suficiente para soslayar la explicación que esperan los ciudadanos relativa a
las políticas y estrategias que instrumentará el Ejecutivo Nacional, en aras de
contener (al menos) la vertiginosa caída del bienestar de la población a la luz
de una hiperinflación que vuelve migajas la confianza en su moneda, la calidad
de vida y la movilidad social (aumentando la pobreza) ante una realidad marcada
por el desabastecimiento y la escasez que ha impulsado la aparición de un “mercado
paralelo” de bienes regulados (sin control de precios), y lo que es más grave:
un “mercado ilegal” de alimentos (con denigrantes colas), hasta aumentar el
marco de “ilegalidad” ya existente en materia de divisas.
En armonía mediática, incorporan al escenario de la “guerra de humo” a
otro actor: el imperialismo estadounidense, el cual (afirman) representa una amenaza
para la estabilidad nacional (¿?), para la democracia (¿electoral?) y para el
“exitoso” transitar de la revolución socialista anti-imperialista apartada (al
mejor estilo cubano de antaño) del desarrollo capitalista, en una negación de
la ortodoxia que sostiene sobre la necesidad de su existencia para crear e
impulsar desde su seno una revolución de enfrentamientos sin confrontaciones; amenaza
que de ser cierta ya hubiese recibido el rechazo natural y automático (sin
presiones coercitivas) del valiente pueblo venezolano. Sea propicio señalar,
que el término imperialismo utilizado en la actualidad hace referencia a las
“potencias” que actúan bajo el mandato del capital (expansión mundial de los
oligopolios), a efectos de ampliar mercados, reducir costos y aumentar la
productividad en evidente desmedro de las medianas y pequeñas empresas
domésticas y del aparato productivo nacional, causado especialmente por la remisión
de utilidades de las inversiones extranjeras incorporadas al fluir de la
economía; contexto donde desaparecen las guerras inter-imperialistas
(mencionadas por Lenin) y el antagonismo económico entre grandes naciones con
alarde militarista, para dar paso a una mayor asociación económica entre
capitales de distinto origen en torno a un patrón mundial de consumo flexible y
producción variada de indiscutible penetración global que continua afectando
(como en el pasado) las oportunidades de comercio internacional (y de
desarrollo económico-social) de aquellos países, que como Venezuela, no han
logrado superar su condición de exportadores de materia prima. Tal situación no
implica, de forma alguna, que estén amenazados por una “ocupación territorial
imperialista”que pueda poner en riesgo la continuidad del capitalismo mundial
ante una absurda “invasión” a cualquier país dentro del bloque de economías en
vías al desarrollo; más aún cuando las nuevas potencias que se están
incorporando con liderazgo al comercio global (con evidentes recursos naturales
y militares) como es el caso de Rusia, China, India, Brasil y Sudáfrica
muestran una próspera clase capitalista local con ansias de presencia y
participación activa a nivel del comercio mundial.
Venezuela, luego de eliminar la autonomía del Banco Central (2005) a
los efectos de facilitar la intervención (sin control) del Ejecutivo Nacional
por la vía de un gasto público populista financiado con dinero inorgánico, ha
configurado una nueva década perdida (2005-2015) que ahora coincide (para males
mayores) con un acoplamiento del mercado petrolero mundial y una reducción del
precio (por un lapso indeterminadamente largo) en más de un 50% (se
profundizará ante la reincorporación de Irán), que para nuestro país equivale,
casi linealmente, a una disminución superior al 55% en el ingreso de divisas,
siendo que se requiere una cifra aproximada de US$ 80.000 millones para
mantener un “funcionamiento” promedio anual (en 2015 ingresará un 39% de ese
monto); con la catástrofe que implica ello para su indeseable economía de
puertos que se ha sostenido en el tiempo gracias a la presencia de un “imperialismo
amistoso” históricamente estadounidense (reciben más del 30% del total
exportado), ahora complementado con el imperialismo
chino en conjunto con el trueque latinoamericano (petróleo por comida)
apuntalado por un desorden macroeconómico asociado a unaineficiente referencia
ideológica, que ha contribuido a dilapidar durante el “proceso” (1999-2014) más
de ¡US$ 850.000 millones de ingresos petroleros! a lo cual deben sumarse unos
US$ 205.000 millones por concepto de deuda (externa e interna), pero igualmente
“restarse” un monto superior a US$ 300.000 millones que se “fugaron” luego de
instrumentarse en 2004 el control de cambio (¡!), lo que referencia, sin duda
alguna, que ese mal proceder contó con una manifiesta complicidad y tutela
corruptiva.
Finalmente, asumimos que no es necesario a efectos del presente
artículo, adelantar un “profundo análisis” para diagnosticar cual es la verdadera
amenaza que condiciona la actual crisis económica-social y alteración
democrática que muestra Venezuela; suficientemente conocida, por ejemplo, en
Iberoamérica al extremo de motivar la elaboración por parte de un importante número (más de 22) de exjefes
de Estado y de Gobierno, del documento Declaración de Panamá que será
presentado en rueda de prensa durante la VII Cumbre de las Américas que se
celebrará del 8 al 10 de abril 2015 en Panamá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico