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viernes, 18 de septiembre de 2015

"Petaretoday" fija por encima de 400% el precio de los productos regulados por @MaraMayola


Por: María Yolanda García



Contrapunto inaugura su índice de inflación y escasez contrastando lo que se consigue en supermercados y en el llamado "Petaretoday", el reino del bachaqueo en Caracas


Una especie de río de personas camina raudo, casi sin importar quien empuja o a quien empujan. Se dirigen a sus labores diarias. Autobuses que vienen de las zonas dormitorio llegan al terminal de Petare, dejan pasajeros, se llenan nuevamente y parten.

La boca de la estación del metro recibe y deja salir un sinnúmero de transeúntes, mientras que efectivos de la Policía de Sucre intentan controlar el tránsito y la alta posibilidad de delitos como hurtos y robos. Los alrededores de la redoma y los espacios debajo del puente Baloa están repletos de puestos donde, hombres y mujeres venden todo tipo de mercancía: frutas, hortalizas, ropa, flores y los productos que no se encuentran en abastos y supermercados, eso sí, a los precios que impongan los bachaqueros.

Contrabando, piratería, fraude, son términos que se han convertido en una realidad para muchos venezolanos que son víctimas de los llamados "bachaqueros", apodo con el que se denomina a quienes compran a precio regulado y revenden mucho más caro.

No hay que acercarse a la frontera para observar o padecer esta situación, con ir a Petare basta.

Contrapunto pudo constatarlo durante un recorrido por la convulsa y transitada redoma de esta parroquia. Sin ir más lejos, se puede encontrar leche en polvo y café por Bs. 500; jabón de lavar a 350 bolívares el paquete de 2,7 kilos; el combo de tres jabones de baño (el llamado tripocho de Palmolive) a Bs. 250 bolívares; la fórmula Estamil para bebés, en presentación de 900 gramos, por Bs. 2.000; también champú a Bs. 500 el frasco de 700 mililitros y 4 rollos de papel sanitario por Bs. 250, así como desodorantes, toallas íntimas, afeitadoras y un largo etcétera de la cadena de productos regulados, eso sí, a 400 y 500 por ciento más de lo establecido por el "precio justo".

Todo esto ante la mirada de propios y extraños.

Pero aún en este reino del bachaqueo que es la Redoma de Petare, donde se consigue prácticamente todo, escasea el azúcar, el aceite, la pasta y el arroz.

El fenómeno de lo que ocurre en Petare puede explicarse de la siguiente manera: los que no pueden o se resisten a hacer largas colas para adquirir productos regulados en un supermercado convencional, terminan comprando a cielo abierto y a precio de lo que Contrapunto ha bautizado el "Petaretoday", indicador que fija el precio de la actividad bachaquera capitalina. Una realidad que, guste o no, está allí, a la vuelta de la esquina o, mejor dicho, a la salida de una boca de Metro.

El Petaretoday funciona para la economía doméstica como el nuevo indicador econométrico que determina con precisión implacable el producto interno bruto del bolsillo de los venezolanos, así como la tasa que hoy se debe pagar si se quiere tener la despensa hogareña más o menos cubierta


 Recorrido para cazar la papa

7:00 de la mañana. Bicentenario. Avenida San Francisco de Macaracuay. La isla que divide los cuatro canales de la avenida San Francisco se encuentra repleta de motos, cuyos tripulantes hacen cola en la acera de enfrente, a las puertas del centro comercial Macaracuay. Tanto ellos como un nutrido grupo de mujeres de distintas edades, esperan que sean las 8 de la mañana, hora en que abre el Bicentenario ubicado en ese lugar. “No sé qué van a vender, pero hay días en que llega carne, pollo, harina y otras cosas, casi de todo”, narra una mujer que asegura que “hay gente que se viene a hacer la cola desde la noche anterior”.

Dan las 8:00 y el centro comercial abre sus puertas. En media hora la cola se ha duplicado y siguen llegando personas, muchas de ellas con niños en brazos. Efectivos de la Guardia Nacional se apostan a las puertas del Bicentenario y comienzan a organizar el proceso. Quienes pretendan adquirir productos regulados, entrarán al lugar por un acceso aparte, donde un empleado les facilitará los insumos. Los demás, podrán ingresar libremente. “¿Qué van a vender?” se le pregunta a un efectivo. Parco, indica que no sabe aún.

La cola crece y el descontento también. Una anciana le reclama a una mujer joven que habla por teléfono, cuando un grupo de tres amigas llega al sitio y se ubican delante de ella. “Ay, cállate, yo le estaba guardando el puesto a ellas”, responde la joven e intimida a la anciana que, con su dignidad herida, se queda tranquila. A las 8:45 la espera continúa y la cola sigue creciendo. “Tenga paciencia”, aconseja una mujer. “A mi no me gusta hacer colas, pero qué se le va a hacer. Hay que comer”.

9:00 de la mañana. Central Madeirense. La California. “Hasta hace año y medio yo iba a Makro y compraba una bolsa de unos 12 pollos; hoy para conseguir uno tengo que hacer horas de cola, sin garantía de encontrarlos. Ni hablar de la carne. El domingo fui a casa de una amiga y estaba preparando caraotas y carne mechada y pensé: ‘Ella es rica y famosa’. Porque ahora mi menu se reduce a un solo plato: eso de sopa y seco, ¡qué va!”.

*Valeria Valentina es escritora y su esposo es productor. Ambos trabajan desde su casa, lo que les permite recorrer varios automercados los días que les corresponde comprar, de acuerdo a sus respectivos números de cédula. Tienen 45 minutos haciendo cola en el Central Madeirense, porque van a vender caraotas a precio regulado, 50 bolívares el medio kilo.

“Me niego a comprarle a los bachaqueros, no voy a pagar 500 bolívares por un kilo de harina de maíz, cuando cuesta 26. No voy a pagar 1.200 bolívares por un kilo de granos. Además, no los tengo”.

Valeria cuenta que, aunque ella y su esposo no coinciden en el número de cédula, van juntos. Hacen un recorrido que, si bien es largo, les permite optimizar sus recursos. “A primera hora vamos al Plan Suárez de La Urbina. De allí, al Central Madeirense de El Marqués, y luego al Excelsior Gamma de Santa Eduvigos. Seguimos al Madeirense de La California, desde donde pasamos la calle para ir al Gamma de El Líder. Como destino final, vamos al Luvebras de la avenida Rómulo Gallegos y nos devolvemos por la avenida Francisco de Miranda. Si no hay mucha cola, hacemos una paradita en el Pdval. Mientras Iván hace la cola, yo verifico qué productos hay. Si vale la pena, hacemos las colas, si no, nos movilizamos”.

Valeria, escritora de telenovelas, cuenta que el dinero no le rinde porque la producción de este género ha mermado y con eso sus posibilidades de empleo. “Cada vez que venimos a comprar nos encontramos con que los precios han subido. Hoy me deprimí. Fuí a comprar verduras y hortalizas en un camión y compré dos papas, porque cada una costaba 50 bolívares. En mi casa somos cinco personas, yo jamás había comprado dos o nada”. Valeria alza un bolso plástico, de unos 60x 60 centímetros y lo muestra. “Aquí hay 2.500 bolívares”. Narra que, a pesar de los esfuerzos que hacen para mantener un presupuesto, se les torna imposible. “Terminas gastando más dinero, porque compras cosas que no necesitas por miedo a no encontrarlas más adelante. El presupuesto se rompe. Y eso que no te cuento cuánto gasté en uniformes y la lista escolar. Hace dos años yo ganaba el equivalente a mil dólares, hoy gano 40”.

11:00 de la mañana. Plan Suárez. La Urbina. En los alrededores de Plan Suárez, los heladeros, vendedores de refrescos y cocadas amilanan la sed de quienes hacen colas para adquirir productos regulados. Un joven, que asegura tener más de cuatro horas en fila, se queja con un compañero de la “falta de responsabilidad” de un familiar que debía acompañarlo en la tarea y nunca llegó. “Es un irresponsable, pana, qué le cuesta levantarse temprano. Esto es un trabajo, pana, hay que tomárselo en serio. Yo le vendo a gente de La Castellana, y pagan bien, que te lo digo yo. Y no sólo pagan por el bachaqueo, yo les cobro la carrera, porque hasta se los llevo a donde me digan”.

Más allá se ve salir personas con bolsas que contienen tres empaques de papel sanitario de cuatro rollos cada uno y dos kilos de leche Camprolac Prebio. Ya la cola empieza a moverse. Al ingresar, se ve a dos empleados que, raudos, sacan de un empaque el papel y de otros dos latas de leche y se las entregan uno a uno a quienes forman la larga fila de gente que rodea el lugar.

“Hoy llegaron 400 bultos de papel y 300 de leche. Ese era nuestro inventario de una semana, pero ahora se vende en menos que canta un gallo”, informa un empleado que pide no mencionar su identidad. “Nos llegan cosas, pero nunca sabemos cuándo. Hacía como un mes que no llegaba leche, la semana pasada llegó y hoy también”. Informa que las personas no saben qué se va a vender, pero igual hacen cola. “Yo llegué a las seis de la mañana y ya había gente, y así todos los días. No saben qué se va a vender ni a qué hora, y aun así esperan”.

17-09-15



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