Miguel Bahachille M. 10 de mayo de 2016
@MiguelBM29
Sigue
teniendo vigencia el libro El futuro ya ha Comenzado del periodista y ensayista
austriaco Robert Jungk (1913-1994). Fue uno de los primeros en poner de
manifiesto que el futuro que anhelamos está determinado en gran parte por las
decisiones de hoy o por falta de ellas. Pareciere una idea simple; pero no lo
es. Sólo la recurrimos esporádicamente y de forma anecdótica cuando la realidad
evidencia que el desarrollo no es factible si es concebido al azar.
No
puede ponerse en claro el futuro para Venezuela sin haber ahondado lo
suficiente en las causas que trajeron este presente. Si no analizamos
sesudamente las relaciones sociales forjadas por Chávez al arribar al poder,
creando intrigas al azar y esquinando al país entre distintos grupos, no
lograremos instituir “estándares factibles” para una generación que creció bajo
promesas vanidosas. El que tenía cero años hoy tiene 17. En otras palabras, es
preciso cotejar las intimaciones recíprocas discurridas por un populista entre
la muchedumbre para viabilizar, valga el dicho, un “futuro cierto”.
En una
sociedad desintegrada como la nuestra, el esfuerzo, aunque bien intencionado,
podría producir resultados desintegrados y hasta contrapuestos si se conciben
aisladamente. Por ejemplo si no interactuamos con “el de la cola” se corre el
riesgo de investigar nada y, por el contrario, las aciagas faltas del presente
podrían injertarse en el futuro. La pesquisa es necesaria pero dejando de lado
los estilos seductivos facturados por el régimen. En otras palabras, no entrar
en el campo de la turbulencia inútil sin tener en claro proyectos hacederos
para mañana.
Las
mermadas condiciones de vida del venezolano han propiciado un justificado miedo
entre la mayoría obligada a dejar al margen su tradicional modo de vida para
ocuparse de un nuevo dominio, ya cotidiano, caracterizado por escasez,
inflación e inseguridad. El vecino aspira conjeturar un futuro más seguro y sin
colas. Allí está el campo político, sí político con mayúscula, de la MUD para
espantar el fantasma del apocalipsis como destino ineludible.
No, no
se trata del miedo al apocalipsis nuclear ni nada parecido sino del equilibrio
necesario en toda persona, también en la sociedad, para sobrevivir con cierta
dosis de dignidad. Las formas de terror han cambiado sustancialmente para el
venezolano. Son aquellas que le impiden andar con seguridad y proveerse de
alimentos básicos. El fantasma de la violencia no debe instituirse como “nueva
cultura” sobre todo entre los más humildes como se observa ahora en algunos
centros de distribución de insumos.
La
habilidad para comerciar con el futuro no es un rasgo exclusivo, como predican
los socialistas, del “malvado capitalismo”. La agencia de prensa soviética
Novosti, fundada en 1941 y cerrada por Putin en 2013, organizó la siguiente
encuesta: ¿Cómo se imagina usted que será el mundo y su país dentro de 20 años?
¡Algunas respuestas!: “en 1981, los nacidos en 1961 estudiarán la historia de
su Patria construida por la sociedad comunista en 64 años de existencia. De las
guerras no tendrán noticias más que por los libros. La paz y tranquilidad
reinará en Cuba. La bandera de la libertad ondeará sobre África orgullosa”.
Ninguna
de las contestaciones, por novelescas, se han cumplido y, por el contrario, las
“zonas de paz” citadas en esa consulta tienen al mundo convulsionado. Los
marxistas son verdaderos maestros para comerciar con el futuro. En su momento
lo hizo Fidel y ahora en Cuba impera la miseria aunque Chávez definiera la isla
como “el mar de la felicidad”. En Venezuela “los socialistas” tampoco escatiman
en promesas como la de compensar a los pobres por la confiscación padecida por
La Democracia “Puntofijista”. Ahora el país vive la peor recesión de su
historia.
El
siglo XXI acabó con la mercadería marxista; ya no vende por estar fuera de
moda. Es obsolescente. Si queremos un futuro ecuánime y viable no podemos ser
meros espectadores del curso de la historia. Fidel, y luego Chávez,
mercantilizaron la idea de un futuro feliz guiado desde un púlpito y viendo
hacia atrás. Hoy el marxismo se descubre claramente en bancarrota. La libertad
requiere de sabiduría, coraje y un justo sentido de equilibrio. ¡El régimen no
lo tiene!

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