Luis Manuel Esculpí 10 de mayo de 2016
La
crisis continúa agravándose, la padecemos en el día a día. La cotidianidad es
agobiante, las condiciones de vida empeoran. La situación se hace cada vez más
insoportable, la escasez de alimentos y medicinas junto a la inflación nos
acogotan. La violencia y la inseguridad se normalizan formando parte del
paisaje. Para colmo el racionamiento de la luz y el agua ahora se añaden a las
calamidades. Ignorar o pretender desconocer la realidad tal como hizo la
flamante canciller, agrava más aún el cuadro actual.
El
gobierno luce postrado e incapaz de solventar la crisis. Traspasa en su
relación con los otros poderes los límites constitucionales y legales. Se
resiste a admitir su fracaso y persevera en un ensayo fallido. El país está
urgido.
El
cogollo gobernante es refractario a la renovación y al cambio. Lo obsesiona la
conservación del poder por el poder mismo, su retórica gastada pretende
justificar lo injustificable. Dilapidaron y se apropiaron indebidamente de los
fabulosos ingresos en la bonanza petrolera. Si en el campo del oficialismo
privará un mínimo sentido de racionalidad y sensatez, darían paso a un gobierno
de Unidad Nacional como alternativa para avanzar en la superación de la grave
crisis que confrontamos. Así se le ahorraría al país mayores sufrimientos,
pudiendo encausarse por un sendero que nos pueda conducir al progreso en paz.
Al
contrario de lo que aconseja el sentido común, la macoya del gobierno se
propone obturar las opciones pacíficas y electorales que contempla la
Constitución. En particular fundamenta su estrategia en retardar al máximo la
celebración del revocatorio - a través del Consejo Nacional Electoral- y
pretende esterilizar al poder más representativo y emblemático de los regímenes
democráticos, como lo es el Parlamento; empleando para ello la sala
constitucional del Tribunal Supremo. Lamentablemente los pronósticos no son muy
alentadores.
El
referéndum revocatorio puede ser una válvula de descompresión a la compleja
tensión social y política se está acumulando en las entrañas de la sociedad
venezolana, aunque la velocidad de los "tiempos sociales" no es la
misma, no compaginan, ni se sintonizan necesariamente con los "tiempos
políticos".
A
medida que pasan los días la situación es más apremiante, hay signos alarmantes
de desesperación. La incertidumbre se apodera de la sociedad. La presión en las
colas va in crescendo, aumentan las manifestaciones de violencia. La acción
represiva no les resuelve el problema.
Los
sectores moderados -que los hay- y descontentos en el seno del oficialismo,
debieran reflexionar sobre la situación y tener una conducta más activa en la
facilitación de una abertura que posibilite el tránsito al cambio que reclama
la inmensa mayoría de los venezolanos.
El CNE
y en particular su presidenta está colocada frente a una coyuntura crucial,
ante una responsabilidad histórica, o cumple con las normas establecidas por
ellas mismas (por las damas de ese organismo) encausando el trayecto electoral,
constitucional y en paz para el cambio político, o de manera obsecuente y
servil se pone al servicio de la camarilla gobernante para obstaculizarlo. No es
para nada, una exageración como se ha venido señalando: "La Paz de la
república está asociada a las decisiones del CNE y a la conducta de su
Presidenta".
Resulta
una verdadera paradoja que el órgano encargado de promover la participación y
realización de las consultas electorales, se convierta en el principal
obstáculo para garantizar su ejecución. Especialmente en circunstancias como
las presentes, donde el referéndum aparece nítidamente como la posibilidad
constitucional inmediata que nos puede conducir a la superación de la crisis.
Otra
institución que está llamada a cumplir con su rol es la Fuerza Armada Nacional,
no ubicándose al servicio de una parcialidad política, sino al servicio
exclusivo de la nación, tal como está establecido en el articulado de la Carta
Magna.
El que
podamos encaminar la alternativa para cambiar de rumbo, por rutas lo menos
traumáticas posibles dependerá -en buena medida- del comportamiento
institucional de los órganos del poder público, que con su actuación puedan
facilitar el recorrido. Esperamos que así sea para bienestar de todos los
venezolanos.


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