Papa Francisco 14 de enero de 2017
Santo
Evangelio según San Marcos 2,13-17
La
llamada de Mateo: En aquel tiempo, Jesús salió nuevamente a
la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. Al pasar vio a
Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo:
"Sígueme". Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo
en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus
discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de
los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los
discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?" Jesús, que
había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del
médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores". Palabra del Señor.
Reflexión
del Papa Francisco
Qué
fuerza de amor tuvo la mirada de Jesús para movilizar a Mateo como lo hizo; qué
fuerza han de haber tenido esos ojos para levantarlo.
Sabemos
que Mateo era un publicano, es decir, recaudaba impuestos de los judíos para
dárselo a los romanos. Los publicanos eran mal vistos e
incluso considerados pecadores, y por eso vivían apartados y despreciados por
los demás. Con ellos no se podía comer, ni hablar, ni orar.
Los
publicanos eran considerados traidores para el pueblo: le sacaban a su gente
para dárselo a otros. Los publicanos pertenecían a esta categoría social.
Y
Jesús se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró
con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado
antes.
Y esa
mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una
nueva vida como a Zaqueo, a Bartimeo, a María Magdalena, a Pedro y también a
cada uno de nosotros.
Aunque
no nos atrevamos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es
nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros
puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada.
Los
invito a que hoy en sus casas, o en la iglesia, estén tranquilos, solos, hagan
un momento de silencio para recordar con gratitud y alegría aquellas
circunstancias, aquel momento en que la mirada misericordiosa de Dios se
posó en nuestra vida.
[...] Después
de mirarlo con misericordia, el Señor le dijo a Mateo: «Sígueme». Y Mateo se
levantó y lo siguió. Después de la mirada, la palabra. Tras el amor, la misión.
Mateo ya no es el mismo; interiormente ha cambiado.
El
encuentro con Jesús, con su amor misericordioso, transformó a Mateo. Y allá
atrás queda el banco de los impuestos, el dinero, su exclusión. Antes él
esperaba sentado para recaudar, para sacarle a otros, ahora con Jesús tiene que
levantarse para dar, para entregar, para entregarse a los demás. Jesús lo miró
y Mateo encontró la alegría en el servicio.
[...] La
mirada de Jesús genera una actividad misionera, de servicio, de entrega. Sus
conciudadanos son aquellos q los que Él sirve. Su amor cura nuestras
miopías y nos estimula a mirar más allá, a no quedarnos en las
apariencias o en lo políticamente correcto.
Jesús
va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a
ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio
de los demás e incluso de nosotros mismos.
Dios
nos desafía día a día con una pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que un
recaudador se transforme en servidor? ¿Crees que es posible que un traidor se
vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el hijo de un carpintero sea el Hijo
de Dios?
Su
mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro
corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos.
Dejémonos
mirar por el Señor en la oración, la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros
hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y
aprendamos a mirar como Él nos mira... (Homilía en la plaza de la revolución,
Holguín, Cuba, 21 de septiembre de 2015)
Oración
de Sanación
Señor
de mi vida y de mi historia, Tú conoces mi día a día, mi trabajo, mis
proyectos, mis obras, sabes a lo que debo responder y el compromiso que tengo
con los míos.
Necesito
de tu gracia para vivir en paz, sabiduría para entender que caminas conmigo y
derramas tu amor en mi corazón para hacerlo grande y compasivo como el tuyo.
Tú
no me has llamado por ser el mejor, sino porque Eres el mejor guía de todos y
lo apuestas todo por mí, pones tu confianza en las capacidades que Tú mismo
depositaste en mi alma.
Tú
no tienes en cuenta la vida de pecado que he tenido, sino que, como a San
Mateo, me das una oportunidad de renovarme, me regalas tu mirada dulce que me
invita a salir de esa tibieza que habita en mi corazón
Tú
eres de los que poco preguntan, pero mucho agradece, porque sabes bien que tu
llamado generará los frutos de amor en amigos y familiares para que, también a
ellos, invitarlos al banquete celestial
Mi
Dios, mi Rey, mi Salvador, tu mirada y tus palabras me llenan de gozo y de
esperanza, porque estuve perdido y me encontraste, fui pecador y me salvaste
con el lazo de perdón y de tu compasión.
Sé
que Tú nunca defraudas ni le fallas a quien confía su vida en Ti y en tus
promesas, es por ello que me entrego enteramente a tu divinidad.
Ven
Señor, dame de tu gracia y de tu poder para vencer mis miedos y permite que
pueda seguirte con amor y desprendimiento para siempre. Amén
Propósito
para hoy
Perdonaré
sinceramente a aquellos que hoy me puedan causar alguna molestia o incomodidad,
sin hacerles notar que me ofendieron
Frase
de reflexión:
"El
Señor nos habla mediante la Sagrada Escritura, en la oración. Aprendamos a
permanecer en silencio ante Él, a meditar el Evangelio". Papa Francisco
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