Por Simón García
La bandera fundamental de
la oposición es la defensa de la Constitución y la lucha para que el régimen la
respete. Sólo sobre esa base es posible aspirar a la unificación del país,
rescatar el derecho al voto, lograr que los poderes públicos recuperen su
institucionalidad y empeñarnos juntos en el colosal desafío de rehacer un país
que ha sido sometido a la destrucción.
La Constitución es lo que
permanece en su texto, después de cotejar sus interpretaciones interesadas. No
es la imposición del deseo de una parcialidad sino la aceptación de unas reglas
que todos convenimos en aceptar. Es la forma y contenido de un pacto hecho para
que ni siquiera el poder pueda violarlo con impunidad, como ocurre donde existe
democracia.
La gran ventaja de las fuerzas
de cambio es tener la razón constitucional y desarrollar la clara determinación
de expresarla en una estrategia constitucional y en consecuencia democrática,
pacífica y electoral. La extravagancia de la situación venezolana es que
tenemos una dictadura que usa al TSJ para, desacatando su propia Ley, declarar
en desacato a la Asamblea Nacional o invertir la función del CNE para que se
ocupe de que ninguna elección sea realizada. A la vista de todos y con el apoyo
de sus instrumentos coactivos, amenaza y aplica selectivamente el ejercicio
monopólico de la violencia. Una dictadura.
A la luz del fortalecimiento
de esta ventaja es cómo debe examinarse la declaratoria de abandono del cargo
por parte del Presidente de la República. Dejando entre paréntesis las
argumentaciones sobre la fundamentación constitucional de la medida, ahora hay
que encarar el hecho de que pasamos a una situación en la cual la Asamblea
desconoce a Maduro como Presidente y el Ejecutivo, apoyándose en sentencias de
la Sala Constitucional, desconocerá y anulará el funcionamiento del poder
legislativo. Algo más cercano al caos y al desmantelamiento de la democracia
que el régimen se ha propuesto, siguiendo el modelo cubano.
No hay que confundir el
desconocimiento mutuo con un empate. El episodio se ha producido
simultáneamente con una radicalización en la integración del gobierno, una
repolarización de las posiciones, un aumento de las calamidades para subsistir
y un panorama de agravamiento de todas las crisis. ¿Qué efectos interesa
generar hacia adelante?
Me sentí identificado con los
razonamientos de Henry Falcón y de Avanzada Progresista, quienes ejerciendo un
derecho similar al que tuvo Voluntad Popular para no sumarse al diálogo, no
votaron por el abandono del cargo. Una muestra de disidencia que debe ser
respetada, en vez de rodearla de griteríos de traición, especialmente si se
mantiene la tendencia a un crecimiento de los indecisos y de la influencia de
Falcón en ellos. Una señal sobre la que hay que detenerse.
El éxito de Julio Borges y de
la Asamblea Nacional es un requisito indispensable para el avance de las
fuerzas de cambio. Pero hay que abandonar la idea de que prosigue un poder
paralelo, la transformación por vía de hechos de la Asamblea en poder
Constituyente o la explosión social, con unos partidos todavía con débiles
desempeños y sin la suficiente conexión con el descontento diverso y plural que
está brotando por todos lados.
Las crisis están haciendo su
trabajo, vamos a sumarnos a la lucha por un desenlace pacífico y democrático o
¿vamos a introducir muritos y sustituir la política real que hay que asumir,
por nuestros deseos? Esperemos que los partidos de la MUD se unan en la
respuesta. Así la tengan que consultar con el público o llamar a sus amigos.
12-01-17
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