Por Armando Janssens
No es así que vivimos en
una decadencia que destruye gente, comunidades, hasta valores. A pesar de que
sí es cierto que este es el percibir de mucha gente y de los medios en
especial, esta impresión está demasiado generalizada y tapa los puntos
positivos presentes. Cada crisis social, como hoy en día vivimos, trae como
consecuencia una mayor percepción de lo negativo de la conducta humana. Pero
deja de lado la resiliencia de miles de personas y especialmente de familias
que luchan para su dignidad y supervivencia de cada día. Es con ellos que
debemos preparar el futuro.
No es así que hay muchos
ladrones entre nosotros y que los barrios son nidos de malhechores, como se
puede falsamente concluir de tantos hechos de violencia que conocemos,
compartimos y sufrimos. Felizmente, la gran mayoría de nuestra gente es sana y
tienen las fallas de conducta que nos son comunes a todos los sectores
sociales. La presencia de malhechores es felizmente una limitada minoría con un
impacto demasiado valorizado. Su mayor presencia y violencia está en el
comercio de la droga, alrededor de lo cual se construyen “los pranes” con todo
su control, además de redes, colectivos y familias-malandro.
No es así que la gente se
ha puesto floja, solamente dependiente de las dádivas y de becas humillantes y
de las bolsas de comida que se reparten con poca o mucha eficiencia por medio
de los Clap. La dedicación a preservar el acceso a la comida y la salud
sobrepasan ampliamente lo normal esperado en una búsqueda frenética de horas y
combinaciones sin fin, para combinarlo con los quehaceres del trabajo y
estudio. Y felizmente las grandes mayorías lo logran sin que pueda entender
cómo se combinan para llegar a eso.
No es así que las
familias “amplias” como son la mayoría en nuestros sectores populares están
desintegrados y pierden su referencia de convivencia y unión tan importante
entre nosotros. En muchos casos es lo contrario y nacen actitudes más
vigilantes con los menores de edad y observancia con los adolescentes para
saber por dónde andan, con quién se reúnen y cómo ocupan el tiempo. Siempre me
impresiona el amor y responsabilidad expresada a los recién nacidos, tanto por
las madres que bendecimos los domingos en la capilla, como por los padres que
andan con su cosecha en los brazos, expresando cariño y orgullo.
No es así que nuestra
sociedad se ha entregado a lamentaciones, fracasos, desánimos y mal decires o
quehaceres y se esconden y se desactivan en un letargo irresponsable. Las
actividades que las comunidades inventan y estimulan para juntos crear un
ambiente de mayor responsabilidad son frecuentes. Varios consejos comunales y
grupos diversos mantienen iniciativas para sostener los hilos organizativos y
el sentimiento de solidaridad. Junto a las actividades centenares de grupos
ocasionales o permanentes son las burbujas autónomas y dan sabor personal y
creatividad permanente y mucha esperanza para el futuro.
No es así que nuestra
Iglesia solamente atiende lo espiritual e intensifica las oraciones que alivian
los sentimientos de desesperanza y tristeza. Lo hace y la gente lo
necesita profusamente. Pero hace mucho más en sus centros escolares y de salud,
desde hace mucho tiempo. Y qué decir de las vicarías de hermanas en una
veintena de los barrios más pobres de Caracas, que reciben en el programa
“Acompañando en la Esperanza” algunos recursos económicos para repartir
con su sabiduría y experiencia entre las necesidades más apremiantes. Miles de
desayunos, almuerzos y meriendas llegan frecuentemente sin mucho ruido pero con
gran delicadeza donde deben llegar. Y nos alegra que algunas parroquias
organizan colectas de comida para apoyar a sus hermanos en necesidad.
No es así que la clase
media y profesional que en parte está en gran crisis, se despreocupa de su
responsabilidad social, especialmente con los sectores populares. Con orgullo
observé en los días de Navidad los centenares de fundaciones, grupos, personas
e iniciativas de empresas que de manera generosa organizaron y recaudaron
recursos para compartirlos con los que también tienen necesidad de celebrar las
navidades.
Y así podría seguir enumerando
realidades y vivencias que abren sin duda esperanza del futuro,
Por eso: buen año 2017
08-01-17
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