Por Simón García
Ha pasado a la carpeta de
lugares comunes la afirmación de que el 2016 fue un año perdido para las
fuerzas de cambio. Generalmente esto supone repetir el juicio sin acompañarlo
de un examen de la situación y del debate sobre las correcciones necesarias
para superarla.
Se sacrificó la elección de
gobernadores. El diálogo se asumió con reticencias, desvinculándolo de una
estrategia para ganarle espacios a la autocracia. Cada quien propuso un rumbo y
algunos calcularon que había llegado el momento de tomar la dirección de la
MUD. La turbulencia impactó negativamente a dirigentes que había iniciado el
año con una gran victoria. Generó decepciones.
Entre los factores que
favorecieron que la MUD fuera víctima del asedio de sus propios integrantes, se
deberían incluir al menos tres: 1. El síndrome del candidato presidencial que
hizo mella en varios dirigentes, 2. El propósito de establecer una línea
radical dentro de la MUD, 3.La concesión a un clima de opinión que exige sacar
ya a Maduro, al margen de contar con las condiciones reales para llevarlo a
cabo.
La MUD había podido encontrar
el punto de armonía, entre visiones diferentes que existen en ella, sobre cómo
salir de las crisis, cambiar el modelo que se le impone coactivamente a la
sociedad y realizar el referendo para revocarle el mandato a Maduro. Este punto
de equilibrio se rompió y no hemos visto que los principales dirigentes actúen
fuertemente para restablecerlo en base a nuevos consensos.
El gobierno dinamitó
inconstitucionalmente el referendo. Le ordenó al CNE no hacer la elección de
gobernadores. Agravó la inflación, el desabastecimiento, la inseguridad y la
prestación de los servicios públicos a su cargo. El gobierno enfiló contra la
Constitución, destruyendo al país y marchando hacia la instauración, cada vez
más férrea, de una dictadura.
Estos hechos obligan a
repensar cómo frenar y derrotar a la cúpula que se aferra al poder contra la
voluntad y los intereses de la mayoría de los venezolanos, incluidos sectores
oficialistas descontentos, que son una de las bases para formular un nuevo
acuerdo nacional.
La reflexión no ha ocurrido y
desde mi observación, estamos frente al riesgo de incurrir en decisiones de
alta aprobación pública y baja eficacia para abrir una transición. Son pasos de
constitucionalidad discutible: la declaratoria de ausencia absoluta sin que
ella haya ocurrido físicamente y la exigencia de elecciones generales, en
detrimento del único proceso que está respaldado en un mandato constitucional
vulnerado por el régimen: la elección de los gobernadores.
Si seguimos aplicando la misma
fórmula del 2016 es muy posible que repitamos la paradoja de que por sacar ya a
Maduro, terminemos dándole vueltas a la tuerca al revés. La MUD debe debatir y
explicar sus decisiones, en su seno y frente al país, antes de convertirlas en
hechos cumplidos. La democracia, la constitucionalidad y la defensa del derecho
a votar son ventajas que hay que mantener.
07-01-17
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