Por Froilán Barrios
Los soviets, creados en Rusia
en 1905 y 1917, fueron la propuesta del partido bolchevique contra el
omnipotente y autocrático Estado zarista que oprimía a los pueblos del vasto
imperio de la Europa oriental, constituido desde el siglo XVII hasta inicios del
siglo XX, y significaron la esperanza de redención de millones de obreros y
campesinos a escala universal, para luego ser frustrada con la férrea dictadura
estalinista de 70 años hasta su caída en 1990.
Todo se inició cuando los
mencheviques y Kerenski, al frente del gobierno provisional revolucionario
triunfante de la revolución de febrero de 1917, la cual derrocó al zar Nicolás,
impulsaban a toda costa la consigna de la asamblea nacional constituyente que
legitimara el poder de la burguesía, los bolcheviques dirigidos por Lenin,
agitaron la consigna de “Todo el poder a los soviets” para desconocer al
gobierno de Kerenski y trasladar de manera revolucionaria el poder al pueblo,
campesinos y soldados organizados y armados en los soviets, e instaurar en definitiva
la dictadura del proletariado, tomado luego como excusa por J. Stalin para
exterminar a sus enemigos internos del PCUS e implantar la prisión de pueblos
en nombre del socialismo real.
Este fue el catecismo
aprendido por otro Nicolás, en esta oportunidad en el siglo XXI, al momento de
formar un gabinete en los primeros días de enero 2017, que nada significa en
materia de soluciones, a una Venezuela aterrada por el mal vivir y la
descomposición social ocasionada por la clase gobernante que saquea a mansalva
nuestra nación.
Desde el vicepresidente hasta
la tropa de ministros recién incorporados profesan igual credo, basado en la
máxima bolchevique “el fin justifica los medios”, y no tendrán ningún empacho
en pasar por bolas a la CRBV, como lo han venido haciendo durante 17 años, ya
que lo plasmado en la Constitución para estos es la democracia burguesa, cuyo
destino es su abolición definitiva, ya que en la práctica, utilizando al TSJ
como mascarón de proa la han demolido al detal, orientados a imponernos una
cruenta dictadura digna de sus antecesores.
En esa dirección, su próximo
objetivo es la Asamblea Nacional, cuya existencia es una blasfemia a su ilegal
Estado comunal, cuyo enemigo principal es la mayoría democrática expresada el
6-D con la aplastante derrota del régimen; por tanto, su objetivo primordial es
su disolución, tarea ya encomendada al comisario mayor, los camaradas del TSJ.
Como estamos en tiempo de
beisbol, en este deporte existe un viejo adagio, “el que no hace, le hacen”; a
pesar de las advertencias de algunos escribidores, las acciones de la mayoría
opositora en la AN fueron de una inocencia y una candidez tal que creyeron
estar en los tiempos cuartorrepublicanos de convivencia política, y en lugar de
proceder a desmantelar el pérfido Estado comunal, anulando las ilegales leyes
orgánicas del poder comunal aprobadas en diciembre 2010, decidieron cohabitar
con él.
Craso error, que pretende ser
enmendado parcialmente con la declaratoria de abandono del cargo del
presidente, en momentos en los que ya la calle no está presente y la decepción
cunde en la conciencia popular, por no haber cumplido el mandato de las
mayorías.
18-01-17
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