Por Luisa Salomón
"Si algún sitio en el
mundo presenta un reto importante al que nosotros podamos contribuir, es
Venezuela"
Con toda una vida dedicada al
conocimiento y la Academia, ha vivido la crisis universitaria de Venezuela
desde el sector público y el privado, como rector de la Universidad Simón
Bolívar y actualmente de la Universidad Metropolitana. Aunque reconoce la
precariedad de la situación –y la incertidumbre ante el futuro de las casas de
estudio en el país–, el rector Benjamín Scharifker cree firmemente en la
institucionalidad universitaria y su trascendencia, frente a los embates de
cualquier gobierno de turno.
En conversación
con Contrapunto, desde su despacho en la Universidad Metropolitana,
Scharifker señaló que, en su opinión, el principal problema de las
universidades venezolanas es la falta de claridad sobre estas instituciones y
su rol, que muchas veces se confunde con un “liceo grande”.
“Una universidad es un sitio
donde va la gente a crear, a descubrir cosas nuevas, a entender realidades, a
resolver problemas. Todavía en Venezuela creo que no hemos terminado de
entender ese rol de las universidades. Y hasta tanto nosotros no encaminemos
nuestras universidades hacia la producción del conocimiento, hacia la
construcción de capacidades para el desarrollo, que es el verdadero rol de la
universidad, pues nosotros entonces tendremos universidades sin financiamiento,
universidades que no logran realizar su labor frente a la sociedad”, afirma.
En este sentido, de esa
incomprensión principal de la labor universitaria surgen el resto de los
problemas: irrespeto a la autonomía y libertad de cátedra, falta de
financiamiento, recursos insuficientes y baja producción académica, entre
otros.
“En Venezuela las
universidades son un asunto marginal, donde no existe la claridad ni por parte
del sector gubernamental, pero yo pienso que por parte de la sociedad tampoco.
La sociedad muchas veces ve a las universidades como escuelas, como lugares
donde la gente va a recibir clases”, agrega.
–Esa transformación implicaría
todo un cambio de paradigma educativo en el país. ¿Cómo cree que puede lograrse
esto? ¿A través de leyes?
–Yo no creo en modificar leyes
para que se modifiquen las realidades. Uno puede escribir una ley, pero la ley
no cambia la realidad. La realidad es muy terca. Entonces para cambiar la
realidad, yo creo que tiene que haber una conjunción de intereses que quieran
cambiar esa realidad.
Por ejemplo –continúa– los
empresarios tendrían también que entrar en ese tren de convertir sus empresas,
de empresas que adquieran tecnologías en otros lugares, a empresas que
desarrollen sus propias tecnologías. Que se basen en la innovación, en la
competitividad, que se basen en sus ventajas y no en la explotación de alguna
ventaja momentánea como controles de cambio, como protecciones arancelarias,
etc.
En este sentido, para el
rector es importante transformar primero la educación en Venezuela, para poder
apostar por un cambio en el modelo económico.
“Transformar nuestra economía
en una economía productiva, pero no en una economía productiva primaria, sino
en una economía productiva basada en la transformación de la imaginación en
cosas reales. Que nosotros soñemos, que no le tengamos miedo a soñar y que
tengamos la capacidad de transformar esos sueños en realidades”, señala.
–Pero entonces esos cambios
deberían venir desde la educación primaria...
–Exactamente. Pero no porque
venga una ley que me obligue a cambiarlo, sino porque si nosotros no educamos a
las personas dentro de esas formas, entonces las personas no consiguen tampoco
desempeñarse en la sociedad. Que la sociedad le exija a las personas aprender.
La crisis golpea a todos los
sectores
Si bien no dependen de un
presupuesto controlado por el Gobierno nacional, la crisis económica no perdona
tampoco a las universidades privadas, que se ven en la obligación de ajustar la
matrícula constantemente –afectando la capacidad adquisitiva de los
estudiantes– y que también sufren por la fuga de talentos.
“Entre julio y septiembre de
2016, desde que terminó el período académico anterior hasta que empezó el año
académico, nosotros perdimos más del 10% de los profesores a tiempo completo.
De unos 145 profesores a tiempo completo que teníamos en la Universidad, la
cifra se redujo a unos 120. O sea que perdimos más del 10% de los profesores”,
comenta Scharifker.
–Usted ha sido rector en la
educación universitaria pública y la privada. ¿Cómo diferencia los retos que
plantean ambos sectores?
–Hay muchas más similitudes
que diferencias. Las diferencias están en las formas de gestión. En el origen
de los fondos, en la rendición de cuentas, unos le rinden cuentas digamos a
ciertos cuerpos, otros les rinden cuentas a otros cuerpos, y el origen de los
fondos en un caso es fiscal, en otro caso proviene de otras
fuentes. Académicamente no hay ninguna diferencia. En cuanto a la gestión
sí es distinta. Porque, por ejemplo, nosotros en la universidad de gestión
privada como no tenemos un presupuesto fiscal, bueno tenemos que tener un
balance entre ingresos y egresos que no puede tener déficit en ningún momento.
No hay un “papá Estado” que nos resuelva ese déficit, entonces nosotros tenemos
que resolver.
–¿Cómo ha afectado la crisis
económica a la Universidad Metropolitana? ¿Qué medidas han tenido que tomar
para mantenerse?
–Nosotros hemos logrado
balancear nuestros ingresos para que puedan alcanzar el nivel de los egresos
porque no dependemos del Estado para esos ingresos. No dependemos del
fisco. El grueso de nuestros ingresos proviene de las matrículas que pagan
los estudiantes y solíamos hacer ajustes de matrícula una vez al año, de esa
manera tanto la universidad podía prever bien sus costos, sus gastos, como los
estudiantes o las familias de los estudiantes podían prever bien cómo iban a
afrontar esos costos. Pero bueno, la realidad venezolana cambió. Entonces
tenemos que hacer ajustes en el costo de la matrícula una vez por trimestre, lo
cual es muy pesado para nuestros estudiantes.
El aumento constante de la
matrícula es la medida principal, a corto plazo, que tiene la Unimet para
balancear sus cuentas. Sin embargo, a mediano y largo plazo, el rector Scharifker
comenta que tienen planes para abrir tres vías de ingresos: los pagos de
matrícula, la realización de proyectos pagos con gobiernos o empresas, y la vía
financiera, que permita a la Universidad tener fideicomisos cuyos beneficios
que le aporten fondos.
“En las mejores universidades
del mundo, la matrícula que pagan los estudiantes no alcanza el 30% o el 40%
del presupuesto”, explica.
Esta idea plantea la
posibilidad de mantener la universidad sin colocar sobre los hombros –y los
bolsillos– de los estudiantes el peso de su crecimiento académico. Un
crecimiento que además se ha visto frenado por la negativa de las autoridades a
permitir a las casas de estudios privadas el aumento de su oferta académica.
–Hace más de diez años que el
Ministerio de Educación Universitaria no les aprueba nuevos proyectos
educativos ni de carreras. ¿Cómo afecta esto a la Universidad y su crecimiento?
–Muchísimo. Porque una
universidad que se estanque, es una universidad que se atrasa. ¿Por qué? Porque
el mundo cambia. El mundo cambia todos los días. Entonces si nosotros no
cambiamos la universidad todos los días al ritmo con el que cambia el mundo,
nos quedamos atrás. Nosotros hace ya más de diez años propusimos al Gobierno la
apertura de Ingeniería de Telecomunicaciones, de Comunicación Social, de
Relaciones Internacionales y de Gestión Productiva y Social.
–¿Ha habido algún otro tipo de
proyectos que han sido frenados por el Gobierno?
–También de postgrados,
maestrías, especializaciones que tampoco han tenido por parte del Ministerio de
Educación Universitaria la debida atención. Existe una disociación entre
lo que es la función de un Ministerio y lo que es la gestión ministerial. Y eso
ha venido existiendo a lo largo de ya varios lustros, 10-15 años, posiblemente
un poquito más. Habría que hacer un estudio para saber el porqué ocurren esas
cosas.
–¿Esto ha afectado la
producción académica de la Universidad? ¿Han podido mantenerla?
–Nosotros incluso la hemos
incrementado. Hemos ido incrementando la producción académica, pero hay que
admitir que es muy baja todavía. Tiene que ser muchísimo mayor. Pero nosotros
hemos tenido unas políticas donde estimulamos a nuestros profesores para que
produzcan conocimiento. Otorgamos premios, reconocimientos de todo tipo, y
entonces al haber estímulos, los profesores se incorporan, pero sigue siendo
una actividad marginal dentro de una universidad, y nuestro propósito es que
eso crezca.
La autonomía es la esencia y
solución para las universidades
Esta posición del Ministerio
de Educación Universitaria con respecto a las nuevas carreras en las casas de
estudio privadas es una de las manifestaciones de lo que ha sido la relación
gubernamental con las universidades en los últimos 15 años: un enfrentamiento
entre dos visiones.
“El problema de la educación
universitaria en Venezuela es que quienes dirigen las políticas en Venezuela no
tienen claro el rol de las universidades. Ellos tienen en su mente una
universidad que no tiene nada que ver con lo que es la universidad. Y nosotros
en las universidades tenemos otras cosas en mente y posiblemente la sociedad
tiene otras cosas en mente” –considera Scharifker–, y este enfrentamiento tiene
toda la intención de mantenerse, pues hay exigencias gubernamentales que las
universidades consideran imposibles de cumplir.
–¿Qué expectativas tiene con
el nombramiento del nuevo ministro, Hugbel Roa? ¿Esperan cambios en las
políticas ministeriales?
–De este nuevo ministro, ayer
tuvimos una reunión con él. Y hay algo que yo quedé de esa reunión sorprendido
muy favorablemente, de mi primera impresión del ministro. Porque la cita era a
las 11 y puntualmente a las 11 llegó el ministro. Para mí eso es, 20 puntos
para el ministro, porque aquí los funcionarios gubernamentales usualmente
tienen un respeto muy pobre del tiempo. El resto ya es otra cosa. Nosotros
fuimos con un par de planteamientos que tienen que ver fundamentalmente con las
universidades públicas y que tienen que ver con la previsión social que ha sido
centralizada por parte del Ministerio, cuando antes era manejada por cada una
de las universidades y el tema del personal jubilado. Fuimos con esos dos
planteamientos y realmente no hubo respuesta a ninguno de los dos.
–En el tiempo que ha estado
usted como rector, tanto de la USB como de la Unimet, ¿ha habido algún tipo de
iniciativa o proyecto con el gobierno en el que se hayan encontrado, al menos,
un acuerdo?
–No. La razón fundamental es
que para el Gobierno que tenemos, que es continuidad de un gobierno anterior
que tuvimos con el presidente anterior, quien falleció, la autonomía
universitaria no es un valor. Mientras que para los universitarios la autonomía
es un valor fundamental sin el cual no puede haber gestión universitaria.
Para los funcionarios
gubernamentales –prosigue– las universidades deberían acomodar sus programas,
tanto los de investigación como de estudio, sus carreras, al Plan de la Patria,
a lo que es el programa de Gobierno. Y para nosotros, los que tenemos más
experiencia en la gestión universitaria, eso es una aberración, para ponerlo
digamos con una palabra suave. ¿Y por qué es una aberración? Porque lo que
nosotros hacemos en las universidades trasciende las gestiones gubernamentales.
La autonomía es uno de los
valores que defienden principalmente las casas de estudio, tanto para el manejo
de sus recursos como en las aulas, en defensa de la libertad de cátedra. Para
Scharifker eso es fundamental: “La autonomía universitaria significa libertad
académica”.
Por esta razón, asegura que la
fortaleza de las universidades se mantiene, y se mantendrá, por ser capaces de
trascender gobiernos y gestiones. De allí la posición firme de los rectores de
universidades autónomas y privadas del país, que se niegan a renunciar a su
autonomía –o lo que les queda de ella– porque esto implicaría renunciar también
a los valores y la esencia de la Universidad.
“El gobierno actual puede
pensar que es eterno, puede tener ya casi una eternidad ocupando el poder, y
los que están ocupando el poder pueden pensar que van a estar ahí eternamente,
pero nosotros los universitarios sabemos que eso no es así. Sabemos que los
gobiernos son temporales y que la misión de las universidades no es temporal,
trasciende la temporalidad de un gobierno. Y por eso nosotros no podemos, ni
debemos, ni vamos a ajustar nuestros programas a ningún plan gubernamental. Eso
es lo principal de la autonomía universitaria”, asegura Scharifker.
–La situación de las
universidades ha ido empeorando constantemente desde 2009 y sigue hacia esa
tendencia. Este enfrentamiento pudiera costarle a las universidades. ¿Cree
usted que en el país podría llegar a desaparecer la educación privada?
–Yo creo que sí. Aquí está en
peligro cualquier cosa, no existen garantías de nada. Con uno leer sentencias
del Tribunal Supremo de Justicia uno podrá ver que, por ejemplo, nosotros hemos
debido tener una elección de gobernadores en diciembre del año pasado. No
tuvimos esa elección, y seguramente hay una sentencia de un tribunal que
justifica el por qué no tuvimos esa elección. Por lo tanto, sí, la educación
privada está amenazada, también está amenazada la educación pública. Y está
amenazada la economía de todos los venezolanos. No hay garantías de nada.
Esta perspectiva –continúa–
implicaría un gran riesgo para la educación universitaria en general, pues la
demanda ha crecido por muchos factores, uno de ellos es la grave crisis que
afecta a las casas de estudio públicas y que lleva al estudiantado a migrar del
sector.
–Hablaba usted de la fuga de
talentos, que ha afectado a la plantilla de profesores de la Universidad, ¿les
ha ocurrido lo mismo con los estudiantes?
–Con los alumnos al contrario.
La demanda para estudiar en la Unimet ha venido creciendo. Ahora vienen
muchísimos más estudiantes. Hemos crecido en número de estudiantes en los
últimos cinco años. Incluso un número demasiado grande, en mi opinión, se han
transferido de las universidades públicas. Bienvenidos, porque son muy buenos
estudiantes, pero me duele que se hayan venido a la Unimet porque no
consiguieron en las universidades públicas las oportunidades que querían.
–¿Cuál sería la medida
prioritaria que debería tomarse para comenzar a rescatar la situación de las
universidades en Venezuela?
–Primero que todo, rescatar la
autonomía universitaria. Las universidades tienen que tener autonomía no
solamente en cuanto a la libertad académica, sino en cuanto a la administración
de sus recursos. Por lo menos en la universidad pública venezolana, la
administración de las universidades se ha venido desplazando a la
centralización de la administración en el Ministerio de Educación Universitaria
cuando la Ley de Universidades y la Constitución dicen que debería haber un
presupuesto que permita a las universidades operar autónomamente. Por
ejemplo, para hacer una dotación de comedores, entonces el Gobierno no otorga
presupuesto a las universidades para que atiendan sus comedores, sino que el
Gobierno compra la carne y le manda la carne a los comedores. Entonces la
administración de los comedores universitarios la hace el ministro de Educación
Universitaria. Por eso es que las universidades, las políticas, no funcionan.
Porque el ministro está más preocupado de mandar carne a los comedores
estudiantiles, que las universidades sean buenas universidades en Venezuela.
El mejor lugar para cambiar el
mundo
–Con este panorama que tenemos
ahora y viendo que pareciera que no habrá cambios en la política gubernamental,
ya habiendo sido rector de la Universidad Simón Bolívar y ahora de la
Metropolitana, ¿por qué sigue aquí y decide quedarse en Venezuela?
–Porque si en algún lugar
tenemos algo que hacer para acomodar el mundo, es en Venezuela. Si algún sitio
en el mundo presenta un reto importante al que nosotros podamos contribuir, es
Venezuela. Yo estudié en el exterior postgrado, he trabajado en
universidades en el exterior y pienso que el impacto de mi labor es mucho más
alto en Venezuela que en otros lugares. Me va a costar mucho más hacer las
cosas. Sí, es cierto. Pero va a brindar muchos más resultados en Venezuela que
en otros lados. Yo creo que hay muchas razones para estar en Venezuela. Algunos
pensamos que el mayor provecho que podemos sacarle a la vida es tener una
existencia productiva que nos satisfaga. Que cuando nos llegue el momento de
despedirnos, que nosotros podamos decir: “¿Qué hice en mi vida? ¿Para qué
sirvió mi vida?”, y que el balance sea positivo.
Foto 8
–¿El legado?
–El legado. Que el legado sea
positivo. Eso es lo que me impulsa a seguir haciendo lo que venimos haciendo.
06-02-17
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