Por Alberto Lovera
En estos tiempos de rebelión
popular por el rescate de la democracia y en un ambiente de crispación nacional
cuesta pensar en la necesidad de la negociación como una herramienta
indispensable para encontrar un desenlace viable y pacífico al atolladero en que
nos encontramos, pero más tarde o preferible más temprano hay que hacerle
espacio para evitar males mayores.Algunos nos dicen que no se puede negociar
con malandros y tramposos, desconociendo que en ciertas circunstancias no hay
otra posibilidad porque no hay escogencia posible.
Les cuento una historia
personal. Hace meses caminando por mi vecindario me abordó un sujeto que dijo
haber escapado de la cárcel de Tocorón y me amenazó con matarme porque yo le
parecía a quien había asesinado a su hermano, y me mostró debajo de su franela
lo que parecía un arma para ejecutar su propósito. Me costó demostrarle que yo
no era quien él pensaba, ni vivía en la zona de la ciudad donde sucedió el
hecho. No fue fácil, pero al final lo disuadí y gracias a esa negociación con
un malandro estoy vivo.
Muchos conciudadanos podrán contar historias similares.
Nuestro país está en una
situación que muchos han comparado a un evento de rehenes donde no cabe sino
negociar con los secuestradores para salvar vidas, aún a costa de darles
salvoconductos a los delincuentes para salvaguardar a los rehenes, ya habrá
tiempo para que paguen sus culpas. Lo primero es la gente y su calidad de vida.
No se trata de venganza por las tropelías de una cúpula sino de justicia,
ejercida con el debido proceso a quienes corresponda, sin revanchas y respeto a
quienes fueron seducidos por un mensaje engañoso.
Las negociaciones tienen sus
reglas: los contrincantes nombran sus voceros, establecen reglas y acuerdan de
mutuo acuerdo los mediadores. A ellas se llega no porque se desee sino porque
no hay otra alternativa de menor costo. La protesta callejera y las iniciativas
políticas de la AN y la FGR no son contradictorias sino complementarias con su
búsqueda, son el telón de fondo para obligar al gobierno a una negociación.
La cúpula en el poder ha
labrado su propia tragedia, encerrándose en un intento inviable de perpetuarse
a pesar de que ha quedado sin apoyo popular, apelando a la represión, la
violación descarada de los DDHH y las artimañas burdas de su TSJ y su CNE que
ya no pueden esconder su torcida intencionalidad de prolongar en el poder a una
camarilla que le teme al voto universal, directo y secreto como a la peste. La
fraudulenta constituyente que pretenden imponer en contra de más del 85% de la población
es una jugada temeraria que eleva el clima de turbulencia política, social y
económica, con el propósito de revocar la Constitución de 1999 y anular
completamente a la AN, a la FGR, a las gobernaciones y alcaldías para gobernar
aún más despóticamente de espaldas al pueblo.
Mientras más prolonga su
ejercicio arbitrario del poder la camarilla gobernante somete a más sufrimiento
a la población y crea unas heridas en el tejido social que tardarán en
restañarse. Los ejecutantes de la represión deberían tomar nota de este asunto,
pues llegará un momento en el cual la aplicación de la fuerza indiscriminada no
será suficiente para contener la rebelión popular que busca la restitución de
la democracia y sus instituciones.
Será necesario abrirle espacio
a la negociación para pactar un desenlace como el que ha planteado la MUD desde
hace tiempo: constitucional, pacífico y electoral, con el respeto de sus
derechos a quienes se han convertido en una minoría política y electoral,
desterrando toda retaliación y buscando que todo reclamo por delitos
constituciones y legales cuente con las más estrictas garantías del debido
proceso, restituyendo la plena vigencia de los derechos civiles y políticos que
han sido conculcados.
En esta hora que el alma
nacional está herida por la muerte de tantos conciudadanos, por las
arbitrariedades de la cúpula gobernante, no se trata de desmovilizar la
protesta popular e insistir en su carácter pacífico, ni dejar de agregar
iniciativas políticas que ayuden a restituir la democracia, pero como la
situación es tan delicada, uno de los objetivos de la lucha tiene que ser
arrancar al régimen la necesidad de un escenario para la negociación para salir
en paz de este impase.
Hay una hoja de ruta: que el
gobierno empiece a ejecutar los compromisos incumplidos en el proceso de
diálogo que dinamitó, y que agravó cuando pretendió acorralar a la resistencia
democrática arrogándose todos los poderes. Desde entonces se ha topado con un
rechazo aún mayor, algunos de su propio campo que se niegan a que el naufragio
de la camarilla en el poder los anule como opción política. Y una constatación
dramática: la rebelión popular atraviesa todo el mapa social y geográfico. Se
están quedando solos, apoyados únicamente por la fuerza y la arbitrariedad.
Cuando el juego político está
trancado se impone la negociación y cuando hay un impase como el que vivimos,
no hay mejor fórmula que apelar al soberano, pero sin trampas: una elección
universal, directa y secreta. Eso lo tiene que entender el gobierno, la MUD y
las otras fuerzas políticas y sociales que reclaman y confluyen en restituir la
institucionalidad democrática pautada por la Constitución de 1999. No será
fácil, tendremos que tragarnos sapos y culebras, eso vale para unos y otros,
pero si con ello inventamos la ruta para reencontrarnos como sociedad,
respetando nuestras diferencias y disensos, valdrá la pena.
Todos los dirigentes de todo
el espectro político tienen una responsabilidad pedagógica: explicarle a sus
correligionarios que la realidad no es blanco o negro, que está llena de
matices. Que si queremos una ruta viable y pacífica para este impase dramático,
debemos recordar la frase de Galbraith que ya citamos en otra ocasión: “la
política es una elección entre lo desagradable y lo desastroso”. La buena noticia
es que hasta ahora la gente aunque lucha con vehemencia quiere que el desenlace
sea pacífico, constitucional y electoral. Unos y otros debemos tomar nota de
este empeño para que así sea. Y eso reclama presionar para que lograr un
espacio de negociación, aunque no nos gusten los interlocutores, esos son con
los que nos toca pactar. Estamos condenados a convivir con la diferencia,
afortunadamente porque así es la democracia.
16-06-17
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