Por Leonardo Morales P.
Se ha dicho con frecuencia,
hasta convertir tales expresiones en lugares comunes, que la política no es
fácil y que gobernar es algo serio. Algo o mucho de cierto debe haber en tales
afirmaciones, al punto que no muchos se dedican a la política y pocos buscan o
tienen la posibilidad ejercer el poder.
Desde 1810 los venezolanos
comenzaron su lucha por el poder político y al final lograron su objetivo luego
de una guerra civil que dejó muchos muertos a lo largo del territorio, en esa
parte de la América española conocida como la Capitanía General de Venezuela.
Nuestra historia como la del
resto de la humanidad está llena de episodios vinculados a la lucha por el
poder político y, en muchos casos, vinculados con acontecimientos violentos. No
pocos se reseñan como eventos violentos y también revestidos de carácter
revolucionario y, casi siempre, teniendo a Bolívar y a la independencia
definitiva respecto de algo; antes de España y ahora del algún Imperio.
Los revolucionarios de hoy
Desde Chávez se anuncia una
revolución y, por fin, la independencia inacabada, la definitiva. Maduro y el
resto de los herederos de aquel, no varían el discurso. Seguimos en lo mismo,
luchando contra un enemigo que se está a punto de vencer, pero la gente muere
por falta de medicina y de atención médica, aumento de la morbilidad infantil.
De la soberanía alimentaria pasamos a una mayor dependencia y extrema escasez
de bienes esenciales. En fin, la precariedad aumenta en todos los órdenes y el
Socialismo del Siglo XXI se viste de las mejores galas para anunciar su
fracaso.
Buena parte de ese liderazgo
de izquierda, que se apoderó de unas cuantas naciones latinoamericanas, dejan
lunares bochornosos en su gestión: la familia Kirchner deja a la Argentina con
escandalosos actos de corrupción; en Brasil, Lula y Rousseff son acusados
judicialmente por manejos dolosos. Lava Jato y Odebrecht se convierten en la
guillotina de la izquierda corrupta de la región, de la que, por cierto, no
escapan los rojitos venezolanos.
La violencia de estado
La revolución anunciada a
principios de este siglo se vendió como pacífica, pero hoy enarbola su
violencia y muestra sus fauces paran mantenerse en el poder. Ya lo habían
dicho: “la revolución es pacifica, pero armada”.
Maduro no gobierna, solo busca
mantenerse en poder. No hay gobierno para la sociedad, solo hay acciones para
garantizar la permanencia de unos individuos cuyo fracaso no necesita mayores demostraciones.
El gobierno recurre a la
violencia y al terrorismo contra las personas que tiene el legítimo derecho a
protestar contra un gobierno indolente y maula. El régimen no se aprovisiona de
políticas para superar la crisis económica y social del país, sino de armas
para enfrentar a una sociedad que pide libertad y cumplimiento de la
Constitución. “El crimen o terrorismo de estado, el genocidio y la represión
del adversario político -violencia que genera más violencia-. Contradicen la
unidad y el sentido del poder como un orden jurídico”.
El gobierno de Maduro,
devenido en terrorismo de estado, se ha encargado de mostrarlo en estos dos
meses de protestas. Ha enlutado familias en nombre de la felicidad de la cúpula
gubernamental. Los hechos, crímenes y atentados contra la propiedad privada de
los venezolanos, incursionando violentamente en sus moradas, destruyendo cuanto
consiguen por delante, es la más clara evidencia de la presencia que un régimen
político que recurre al terror para mantenerse en el poder
17-06-17
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