Por Luisa Pernalete
Con motivo del Día
Internacional de la No-Violencia, la profe. Luisa le cede su columna a Gandhi.
Mohandas Gandhi, conocido
universalmente como Mahatma (Alma Grande) Gandhi, nació el 2 de octubre de
1869, por esa razón se celebra el Día Internacional de la No Violencia en esta
fecha. Es verdad que las aulas siguen sin llenarse y deberíamos insistir en el
tema, pero en un país como el nuestro, donde parece que se hacen las cosas para
herir -toda violencia hiere- de manera intencional, y casi que como política,
no podía dejar pasar este día sin recordar el mensaje de Alma Grande, así
que he decidido cederle mi columna a Gandhi.
1. Comencemos por una
frase muy repetida de Mahatma Gandhi: “Mi vida es mi mensaje”. Se refería
al principio de coherencia que rigió su vida. “No quiero sectas mías”, o sea,
no buscaba clientes. ¡Qué bonito! Tampoco se la pasaba escribiendo sobre la
no-violencia, o hacer las cosas sin-violencia, otra manera de traducir la
Ahimsa. Él hablaba con su vida. No hablaba de “resolver conflictos por vía
pacífica”: los resolvía sin insultar, protestaba contra las injusticias sin
armas. “Victoria conseguida por métodos violentos será efímera, pues traerá más
violencia”. Nada de discursos disociados de la acción ¿No será bueno que
nuestros gobernantes escucharan a este “asesor”?
2. Viajar en tercera
clase. Sobre esto he pensado mucho. Gandhi, que no era de extracción popular,
no había nacido en un hogar pobre, cuando comenzó a preocuparse y ocuparse de
los indios-pobres que vivían en Sudáfrica, su primer lugar de trabajo como
abogado, empezó a viajar en tercera clase, de esa manera empezó a conocer y a
comprender a los que luego defendería. Pudo ver las penurias que sufrían los
pasajeros (Autobiografía, página 363*). Más adelante, ya en la India, cuando
iba a empezar asesorías a un nuevo grupo, primero convivía con
los dolientes, de otra manera no se sentía con habilidades suficientes para
opinar sin estudiar el lugar (página 400).
¡Un gran consejo para los
gobernantes y dirigentes! Viajen en metro, en autobús de esos que se quedan en
la carretera, de esos en donde atracan y matan hasta por una mirada, vean a
niños con necesidades especiales y sus madres pasar trabajo; observen,
escuchen… tal vez sus corazones se conviertan. Pero también vale para “hombres
y mujeres de buena voluntad”, hay tanta solidaridad es esos viajes de tercera
clase… Yo me reconcilio con los venezolanos cuando veo a gente con rostros
cansados ceder su puesto en el metro para que se siente un anciano o una mamá
con hijo en los brazos.
3. La diversidad no era
un problema para Gandhi. Fue impulsor de diálogo entre religiones. Tenía en el
Gita (texto sagrado hinduista) su libro por excelencia para el conocimiento de
la verdad (Autobiografía, página 80) y era profundamente fiel a su religión,
pero cuando estudiaba en Inglaterra también se reunió con gente de la Sociedad
Teosófica; también leyó la Biblia y reconoció que el Sermón de la Montaña le
había impactado y le había llegado derechamente a su corazón. Más adelante, ya
cuando se convirtió en un activista político, intercedió por líderes musulmanes
presos. Así como impulsó el diálogo interreligioso, también fue inclusivo en
sus luchas.
O sea: no hay problema en
escuchar a los que piensan distinto. ¿No les suena como una necesidad para los
venezolanos hoy?
4. “La no–violencia es
el arma del más fuerte”. Me gusta recordar que es fácil imponerse con una
pistola en la mano -o un uniforme, o una bomba, o un fusil-, aunque ya sabemos,
imponerse por el miedo poco, pero hacerse oír solo con la palabra, un buen
argumento, o sea, enfrentarse al violento con métodos pacíficos, para eso se
necesita mucha valentía y mucha fortaleza. La no-violencia no es para cobardes,
es para valientes, y Gandhi demostró que “en una manera apacible, puedes
sacudir al mundo”. Sea usted uno de los valientes necesarios en la Venezuela
de hoy.
*: Gandhi, M.
(1992). Autobiografía. La historia de mis experimentos con la verdad.
Monte Ávila Editores Latinoamericana
01-10-17
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