Por Roberto Patiño
“La Negra” es una de las
madres participantes, como beneficiaria y voluntaria, de “Alimenta la
Solidaridad” en La Vega. Si hablas con ella un rato podrás entender la difícil
situación que viven los venezolanos en este momento.
“La Negra” tiene tres hijos.
Solo poseen un par de zapatos de colegio para los tres, por lo que un hijo
puede ir a la escuela al día mientras los otros dos se tienen que quedar en
casa. Los muchachos están sufriendo enfermedades en la piel. Cuando “La Negra”
los llevó al médico, este le dijo que debía hervir el agua, que estaba llegando
de color marrón y podría estar contaminada. La respuesta de “La Negra”
fue contundente: “¿cómo la hiervo si no tenemos ni gas, doctor?”
Como el país, cada aspecto
de la vida de la Negra se convierte en una dificultad y una lucha, un reflejo
de la crisis sistémica que nos desborda. Si ya era grave la situación política,
económica y social que disparó las manifestaciones que sacudieron al país de
abril a agosto, en los últimos 60 días la crisis se ha profundizado a niveles
aún mayores.
Se viven violaciones masivas
a los DDHH, reconocidas por organismos internacionales: violencia y persecución
política, detenciones ilegales en las que en algunos casos se ignora la salud
de los detenidos hasta provocar la muerte o lesiones permanentes, la actuación
irregular de cuerpos de seguridad y la participación de grupos
paramilitares afectos al gobierno.
Esto se suma a la
grave emergencia alimentaria, la inflación galopante, imposibilidad de
conseguir insumos básicos (desde medicamentos hasta repuestos automotores),
brotes de enfermedades nuevas y otras que tenían largo tiempo superadas, cierre
de empresas, censura y aumento de la criminalidad. Problemas complejos y
crecientes que se reproducen en todos los espacios de la vida del país e
impiden una mínima normalidad.
Cuando conocí a “La Negra”
hace ya 10 años, tenía en la puerta de su casa una calcomanía que decía “el que
no quiere a Chávez no quiere a su mamá”. Pero ya en los últimos años del
gobierno de Chávez, y con más fuerza en el de Maduro, “La Negra” se ha
convertido en una crítica descarnada del gobierno y de los efectos que sus
políticas sobre la vida de las personas. Es una muestra del descontento
generalizado al modelo fallido de la ”revolución”, así como de la enorme
necesidad de cambio en los sectores populares, que han sido desconocidas e
ignoradas por el régimen. El mantenimiento de ese modelo destructivo y
empobrecedor y el ejercicio del poder por medio de la violencia y la coacción,
han producido un gran desánimo, rabia e impotencia. También ha comprometido uno
de los elementos más importantes para el desarrollo de cualquier sociedad: la esperanza.
Esto podemos sentirlo en los
miles de jóvenes que se van del país buscando una mejor vida, muchas veces en
condiciones desesperadas. O en el aumento significativo del ausentismo y
abandono escolar registrado en el actual comienzo de clases. En algunas
universidades ya se maneja un descenso del 40 y 50% en la matricula
estudiantil, evidenciando la situación de niños y jóvenes que deben poner
en pausa sus expectativas de superación y desarrollo para poder sobrevivir y
ayudar a sus familias a mantenerse.
Aunque “La Negra” no le toca
votar en las próximas elecciones regionales, defiende esa opción y está
dispuesta a promover el voto en su comunidad. Pero para algunos de sus vecinos
el evento electoral no está entre sus prioridades. No creen que incida en
los problemas que los afectan a diario, inmersos a los rigores de la crisis y
la lucha por la supervivencia. Esta realidad señala uno de los grandes retos
que la dirigencia política deberá enfrentar el 15 de Octubre.
El acto electoral deberá
enfocarse no solo desde la defensa o recuperación de espacios democráticos,
sino también, y con igual importancia, desde la articulación efectiva con la
gente. Se debe trabajar en la movilización de las personas no sólo para el
logro de una votación masiva sino para promover la participación en acciones
políticas. Planes conjuntos y esfuerzos efectivos que alivien los embates
de la crisis y resistan al régimen que promueve la actual situación de
empobrecimiento y dificultad.
Ejemplos de esto lo podemos
ver las iniciativas de Manuel Olivares en Vargas o Andrés Chola en Petare,
reproduciendo, en comunidades de sus respectivas zonas, planes como Alimenta la
Solidaridad. Generando una base de trabajo y cooperación con las comunidades
para lo social y lo político, construyendo una esperanza real, no desde
optimismos vacíos sino desde la organización y la participación.
Estas relaciones son
fundamentales en el establecimiento de un compromiso común para un país de
inclusión y desarrollo. Cuando hablo con “La Negra” reafirmo ese compromiso con
ella y su comunidad. Continúo una relación de años que hemos establecido desde
el reconocimiento, el respeto y la confianza. Pero en nuestro encuentro también
encuentro esperanza. Veo a una mujer que me brinda su amistad y que en medio de
las dificultades se ayuda a sí misma, a sus hijos y vecinos. Un ejemplo que
llama a no sucumbir ante la adversidad y seguir trabajando en el logro de
cambios. Y ese compromiso, esa esperanza y ese ejemplo, son de inmenso valor en
medio de los difíciles tiempos que vive nuestro país.
02-10-17
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