Por Vanessa Davies
Psicóloga social e
investigadora, Yorelis Acosta afirma que ningún venezolano debe sentirse
culpable por no querer ni levantarse de la cama debido a la crisis. Pero
insiste en que cada quien debe hacer un inventario de todo lo bueno que tiene a
mano
Esta entrevista podría ser una
apología del desaliento… pero eso sería desconocer por completo el espíritu de
la psicóloga social Yorelis Acosta. Como el apellido “social” que lleva su
formación como psicóloga no está de adorno, Acosta da cuenta en sus estudios
del estrujamiento al que está siendo sometida la psique de las venezolanas y
los venezolanos; del golpe -como el de la gota que horada la piedra- constante
de la inflación contra el estado de ánimo de la población. Pero como a la
investigadora y docente no se le ha muerto la esperanza, prefiere iluminar con
sus palabras de ánimo lo que a algunos se les antoja una tiniebla.
Donde otros ven “una pocilga”
(como le dijo un periodista al describir su oficina en el Centro de Estudios
del Desarrollo de la UCV), Yorelis Acosta ve una oportunidad. Donde otros ven
hostilidad y agresión, ella observa que se puede hacer mucho para mejorar. Como
coordinadora del área sociopolítica del Cendes, la psicóloga defiende un
horizonte amplio de investigaciones y acciones.
Ánimo aplatado
El punto de partida de su
diagnóstico es el malestar social, que en 2017 llegó a estados superlativos.
“Venimos en los últimos años con un deterioro de la economía, de los
servicios”, y la gente lo expresó este año durante las protestas, pero la
oposición mantuvo “maxiexpectativas” que no se cumplieron, razona Acosta. Por
ejemplo, la de la salida inmediata del Gobierno.
La MUD ha fallado en comunicar
lo que la psicóloga califica como pequeños logros democráticos, mientras lo que
define como “el aparato comunicacional” del Gobierno convierte derrotas en
victorias. Como parte de su trabajo, compara la consulta convocada por la
oposición para el 16 de julio con las elecciones de la asamblea constituyente
el 30 de julio: “Mucha gente manifestando el 16, y la ciudad fantasma el 30”.
La instalación de la asamblea
constituyente, de acuerdo con su análisis, “aplastó el ánimo de la gente” que
se oponía a ella y generó incertidumbre. “Esa dificultad para manejar la
incertidumbre es un proceso largo. No se ve el final de la película. La perspectiva
de futuro está deteriorada y eso aplasta el estado de ánimo de la gente, que ya
venía golpeado”.
En estudios anteriores, en el
año 2015, Yorelis Acosta encontró que la tristeza “era la emoción número uno,
seguida de la rabia y del miedo”. Hoy día “esa tristeza se siente más”, afirma.
Hace cinco años la inseguridad
era lo que más preocupaba a venezolanas y venezolanos. Eso cambió: “Ahora el
tema económico es lo que más preocupa, por el deterioro, por la inflación, por
la escasez de alimentos y medicinas”. La psicóloga recalca que “vivir con una
tasa de homicidios” tan elevada, “vivir con una inflación de cuatro dígitos son
elementos suficientemente contundentes para quitarle la tranquilidad a la
gente”. A esto se suma “sentirnos vulnerables ante la ley, desconfiar de las
instituciones públicas”, y lleva a que “tantos años de sufrimiento estén
pasándole factura al cuerpo y a la mente de la gente”.
–¿Qué ha encontrado?
–Total desánimo. Hay un
predominio total de emociones negativas. Si la gente se sentía triste, ahora la
tristeza es mayor, y eso tiene un efecto en el cuerpo, en el pensamiento. Otra
cosa que hemos visto este año es la gente suicidándose por la crisis.
Hambre como emoción
En este presente se mantienen
emociones como tristeza, rabia, ansiedad, desesperación, desencanto. “Incluso
les preguntamos a las personas cuál es la emoción que sientes, y hay gente que
te dice ‘hambre’. Hambre no es una emoción. Pero que la gente te diga que está
sintiendo hambre ya es señal de lo que está pasando”, relata Acosta.
“El venezolano anda con su
sistema de alerta encendido, lo que genera ansiedad”, le cuesta descansar u
desconectarse. Ni siquiera los que se han ido del país se sienten tranquilos.
“Aparece la culpa en los que se van, pero también en los que están”, que ya no
pueden “ni trabajar con tranquilidad”.
Esto se ha descrito, explica
la psicóloga, como “sufrimiento psicosocial”, que acaba con los recursos que
tienen las personas para mantenerse a flote. No es una situación nueva, porque
como lo recuerda Acosta, la experimentan personas en situaciones de guerra o
conflicto. Pero sí está claro que dejará “daño individual, daño comunitario”
que ya es visible: “La gente está abatida, está desanimada, hay trastornos del
estado de ánimo; hay rabia, tristeza, nostalgia por lo que se han ido”.
Hay “desubicación vital”,
comenta la investigadora, y una imposibilidad de soñar “y de plantearte metas a
largo plazo”. ¿Cuáles son los sueños nuestros?, se pregunta. Y se responde:
“Las personas están soñando con la crisis, sueñan que hacen cola”. Como parte
del cuadro de un trauma psicosocial está descrita esa imposibilidad de soñar,
indica Acosta.
Inventario de lo bueno
A Yorelis Acosta la han
llamado empresas y grupos para que levante el ánimo de trabajadoras y
trabajadores. “Lo primero que yo le digo a la gente es que debe entender el
contexto que estamos viviendo, porque hay como neblina: no veo nada, y lo que
medio veo me parece extraño y sin forma, necesito un foco”.
La primera conclusión que Acosta
trabaja con los grupos es que la tasa de inflación tan elevada “va a afectar tu
bolsillo y tu tranquilidad”. La segunda: “Que la tasa de homicidios es 10 veces
más grave de lo que uno se imagina”. La tercera: “Que tenemos desconfianza
institucional”. Estos tres elementos “generan la anomia en la que estamos
viviendo, sin hablar del tema político”, de las elecciones.
“Es normal que en una
situación así la gente se sienta mal. Y yo le digo a la gente ‘no te sientas
culpable porque te falta ánimo para levantarte de la cama, para orientar a tus
hijos, para ir la trabajo. No te sientas mal. Permítete eso. Pero hay que
drenar esa emoción, ese desánimo y buscar cosas que sí nos animen”, relata la
psicóloga.
El paso siguiente, detalla
Acosta, es hacer un inventario de lo que te anima, “de las cosas buenas que nos
quedan, y entonces cuando te sientes mal vas a tu gaveta de cosas buenas” para
“coger mínimo”.
“Este es un ejercicio que
invito a las personas a que lo hagan: el inventario de cosas, de recuerdos, de momentos
de felicidad y cumplimiento de metas”, subraya.
¿Qué más? “Hay que dejar de
ver el país en blanco y negro como si nada sirviera. Pensemos en el día: un día
está cargado de cosas buenas y de cosas malas. Míralo así. Pero, ¿qué pasa? Si
la emoción negativa es la que prevalece en ti, será como ponerte lentes
oscuros: nada sirve. No, señor, vamos a limpiar los vidrios y vamos a ver qué
cosas sirven”.
Alegría, placer, tranquilidad…
Uno de los ejercicios que
sugiere Yorelis Acosta a las personas a quienes asesora es proponer actividades
que les den alegría, placer y tranquilidad, “como mínimo”. Les plantea
anotarlas en una hoja y tenerlas a mano. Puede ser bailar, comer un cuadrito de
chocolate, tener una mascota, practicar una actividad física.
“La gente no se toma el tiempo
de preguntarse cómo se siente, y es importante que identifique la emoción que
la acompaña. Si es una emoción negativa, hay que trabajarla. ¿Solo no puedes?
Entonces busca ayuda especializada”, enfatiza.
–¿Qué hacer para fomentar
emociones positivas?
–Haga su lista de cosas
positivas, y cuando se sienta mal, la revisa y hace algo que le dé
tranquilidad. En el estado de tranquilidad piensas mejor. La suma de pequeñas
cosas te dará fortaleza.
Las redes sociales son
fundamentales para completar “la gaveta de recursos”: la familia, los amigos,
los vecinos, los compañeros de trabajo. La pregunta es muy simple: “¿Con quién
cuento? Porque solo no voy a poder”.
03-10-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico