Por Leonardo Morales P.
La MUD fue una plataforma
unitaria en la que se agruparon una serie de partidos opositores. Sus logros
son inocultables: se alcanzó la unidad electoral que permitió obtener una
bancada parlamentaria importante y luego en 2015 se obtuvieron las dos terceras
partes de la Asamblea Nacional; pudo, además, acompañar en dos ocasiones a un
candidato unitario a la presidencia. En su última oportunidad su
candidato, Henrique Capriles, perdió por escaso margen frente a Maduro.
Dos ciudadanos, de
extraordinaria cualidades políticas, Ramón Guillermo Aveledo y luego Chuo
Torrealba, lograron hacer de esa alianza una estructura electoral exitosa, sin
embargo, ambos dejaron sus responsabilidades sin que se explicara al país
las razones para salir de dos “operadores políticos” cuyos logros son
inocultables
La resaca que produjera el
éxito parlamentario del 2015, condujo a una primera fisura: elegir al primer
presidente de una AN de mayoría opositora, la sustitución de Chuo Torrealba por
una suerte de voceros de los partidos integrantes de la MUD y de una nueva
estructura de la plataforma opositora.
Los cambios, a la luz de los
últimos resultados, son elocuentes. Todas las iniciativas adelantadas
fracasaron: privilegiar el revocatorio sobre las elecciones regionales,
pronosticar la imposibilidad de una ANC que luego se instaló, se anunció un
éxito en las elecciones regionales para luego ganar solo 5 gobernaciones y
seguidamente abandonar la participación en las elecciones municipales.
En lo que va desde el éxito
electoral en 2015 hasta la fecha solo se han acumulado fracasos, desesperanza,
escepticismo y hasta luto. Es lo único que ha recibido la sociedad venezolana a
causa de una política nefasta.
En política como en toda
actividad humana las posibilidades de equivocarse son normales. La MUD
acertó y mucho con Aveledo y con Chuo y, sin embargo, se les
destituyó. Ahora, la actual conducción fracasa estrepitosamente y ni
siquiera se dan por aludidos y cuidado si suponen que han hecho una faena de
antología.
Lo saludable, la lógica, era
hacerse a un lado y buscar a Chuo o Aveledo, tal vez a otro, para recoger el
reguero de fracasos y enderezar el rumbo, pero no, allí siguen, acentuando la
desconfianza que sobre ellos pesa e impidiendo la posibilidad del cambio
político que exige el país.
La solución anunciada, como
si se tratara de cambiar de fachada, es denominarse Frente Amplio. Exactamente
la copia que los marxistas, comunistas y socialistas uruguayos inventaron en la
década de los 70. Antes, en tiempos de la Coordinadora Democrática, la culpa se
la echaron a la excesiva influencia que ejercieron los jefes de los medios de
comunicación –evito nombrarlos– ahora, en ausencia de éstos tendrán como
validadores de la política a Fedecámaras, la Conferencia Episcopal y la
Asociación de Rectores y algunos otros.
La génesis del modelo
uruguayo en Venezuela, su copia, arranca con mal pie. El Frente Amplio que
surgirá de la MUD, su nueva metamorfosis, inicia su andar repudiando y
excluyendo a Avanzada Progresista y a su candidato, Henri Falcón, por no
atender a las sugerencias de quienes a sabiendas de que deben participar en
estas elecciones presidenciales, se entregan al griterío de las tribunas. Más
que un Frente Amplio luce un Frente Estrecho, excluyente y sectario.
La política y el liderazgo
deben ejercerla quienes deben, los que a eso se dedican. Bastantes lamentos se
oyeron cuando finalizó la era de la Coordinadora Democrática por la intromisión
e imposición de una suerte de poderes fácticos. No se ha inaugurado la mutación
que observará la MUD, cuando ya se quejan de lo mismo. Hace pocos días la
comunicadora social, Mari Montes, colocó un tuit muy apropiado para el momento:
“Si escuchas lo que dicen los fanáticos desde la tribuna, muy pronto estarás en
la tribuna con ellos”: Tom LaSorda
03-03-18
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