CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 01 de abril de 2018
@CarlosRaulHer
Por
comer del árbol del bien y el mal, y cometer así el pecado original, Dios
estuvo a punto de revocar la creación al hombre, y mandó el diluvio, del que
solo se salvaron Noé y los suyos. Ya les había propinado el peor castigo,
convertirlos en criaturas mortales. La advertencia sobre comer los frutos del
Árbol, está llena de paradojas y misterios que han merecido cavilaciones
interminables de cientos de generaciones. La promesa de la serpiente resultó
una bendición y los llevó a la caída en el momento, pero al triunfo final.
El hombre
según Freud es un dios con prótesis. La víbora vista equivocadamente como el
Demonio, pero él aún no existía. El primer operador maligno, que promueve las
desgracias de Job, no tiene la jerarquía que cobrará posteriormente de Príncipe
de las Tinieblas. Quien mortifica a Job es un simple mandadero intrigante de
Yhavée que actúa bajo estrictas órdenes suyas, una especie de sicario servil e
intrigante que sopla cosas al oído de su jefe todopoderoso y la serpiente de
Eva no es ni tan siquiera eso. La imagen del Príncipe del Mal solo surge entre
los siglos XII y XIII con la Inquisición cuando está hecho el Canon de la
Biblia.
Desde
el Nuevo Testamento el Demonio es ahora la fuerza que se mide y enfrenta a
Jesucristo y es capaz de moverlo a su pesar de sus meditaciones en el desierto
y atormentarlo. Un superpoder ubicuo que produce tormentas, sequías, guerras,
pestes. Tiene miles de sirvientes, las brujas y ellas practican actos
aberrantes. Toma la forma que se le antoja, chivo, perro feroz, oso o una serpiente
e induce a los hombres a la perversidad. Se acuesta con mujeres como íncubo y
con hombres como súcubo. Es el Antagonista de Cristo.
La manzana de la discordia
Tampoco
nadie sabe por qué según la tradición de siglos, la manzana es el fruto
prohibido que tomaron Adán y Eva. Hegel, a quien no le agradaban el Génesis ni
Isaac Newton, a propósito hace una de sus boutades, “tres veces una manzana ha
resultado fatal. Primero para la especie humana con la caída de Adán; después
para Troya por el regalo de París; y finalmente para la ciencia, con la que le
cayó a Newton”. La manzana de la discordia, se acepta con picardía como
transgresión, el acto sexual, y por más que todo el mundo piense que es así, no
parece tener ningún sentido.
Incluso
si de alusión femenina se trata, otras frutas, como el níspero, tienen mayor
tradición y justificación para ese fin. Adán y Eva fueron creados para que
crecieran y se multiplicaran y por eso el mismo Hegel comparó el Edén con “un
corral para animales” que vivían plácidos y seguros, ocupados de comer y
engendrar, por lo que sería un tour de force pensar que la actividad
reproductiva era ilícita. No había, según el maestro de la dialéctica, muchas
más cosas que hacer por aquellos predios. Miguel Ángel retrata la pareja
inicial en el fresco de la Capilla Sixtina sorprendida por el fotógrafo cósmico
en una sexualidad no comentable aquí (vea la obra).
Así
visto, el pecado no está en la actividad reproductiva sino en el sexo como mera
satisfacción de los sentidos. Buonarroti parece apoyarse en diversos momentos
de la Biblia que rechazan el placer desvinculado de su función creadora de
vida, que fustigan la sodomía y el onanismo. Pero aún así es muy difícil creer
que en ninguna época o recinto, la gente haga el amor con propósitos
exclusivamente reproductivos. Carlos Fuentes en Cambio de piel relata que en
las familias conservadoras de México durante el siglo XIX, las señoras decentes
para “cumplir sus obligaciones” maritales, tenían sábanas de hilo con aberturas
a nivel de la ingle.
¿La ley crea la falta?
Las
sábanas delicadamente bordadas con flores y el texto de una oración: “no es por
vicio, no es por fornicio, es para hacer un hijo en tu santo servicio”. Poco
convincente que por ahí venga el pecado original. Para otros la falta consistió
en violar la prohibición, el acto de rebeldía. Pero en aquel mundo sin malicia,
en el que estaban dedicados únicamente a existir, todos los árboles eran iguales,
no existían ni el bien ni el mal y por lo tanto no había la posibilidad de
pecar. Y es la primera prohibición la que crea lo ilícito separado de lo lícito
(comer del árbol) y a partir de eso comienza a existir el mal, el fruto de ese
árbol.
Toda ley
es una prohibición, que separa los buenos de los malos actos. Quien se dedicó a
resolver todos los nudos gordianos de la nueva religión es San Pablo, y lo
afirma en una doble negación. En su Carta a los Romanos dice: “¡Lejos de
nosotros decir ahora que es pecado la Ley! Pero no conocería el pecado si no
fuera por la Ley. Nada sabría yo de la concupiscencia si la ley no hubiera
dicho no seas concupiscente. Entonces el pecado manda en mí como causa y excita
en mí toda clase de apetitos, pues sin la ley el pecado estaba muerto”. Eva
cree a la serpiente que le promete “seréis como dioses”.
¿Y el
pecado es la soberbia, el orgullo, la vanidad que ha causado las más terribles
tragedias colectivas e individuales de los humanos, tal vez el más destructivo
de sus defectos? ¿O si simboliza que, a diferencia del resto de la naturaleza,
los seres humanos pueden decidir su destino y equivocarse? A partir de ese
momento nace la libertad y el hombre se convierte, a diferencia de la tesis de
Hegel, en el dueño del mundo que somete a su designio a los demás animales.
Carlos
Raúl Hernández
@CarlosRaulHer
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