Por Ingrid Jiménez Monsalve
Durante décadas, Venezuela
fue un país de inmigrantes. En razón de su prosperidad económica y estabilidad
política, la tierra de Bolívar atrajo a miles de migrantes provenientes de casi
todos los rincones del orbe. Los venezolanos, en cambio, viajaban al exterior
como turistas o para atender compromisos académicos o científicos. Pero casi
siempre volvían al terruño. Pero la llegada del chavismo al poder invirtió esta
tendencia. Ahora son los venezolanos los que, literalmente, huyen del
país. La emigración de venezolanos es de tal magnitud que ACNUR calificó
recientemente a los venezolanos que emigran como refugiados, instando a los
países vecinos a recibirlos en su territorio y ajustar su sistema de asilo para
otorgarles alternativas de permanencia.
Los datos de la última
encuesta de condiciones de vida (2017) elaborada por la UCAB, la UCV y la USB,
dan cuenta de esta nueva realidad. En 58% de los hogares ha emigrado al
menos un miembro de la familia y en el 23% hasta 2 y 3 miembros.
Los venezolanos que emigran
están en plena edad productiva, tienen entre 15 y 59 años, y su principal razón
para salir del país según la encuesta es la búsqueda de trabajo.
Por su parte, el portal web
mequieroir.com señala que aproximadamente el 60% de las personas registradas en
su web es profesional, y maneja al menos 2 idiomas. Para estas personas el
principal motivo para emigrar es la búsqueda de oportunidades y un mejor futuro
para su familia.
Es importante mencionar que
el incremento del tráfico de la página es proporcional a la intensificación de
los conflictos políticos en el país.
Debe llamar la atención esta
situación porque constituye un importante indicador del fracaso del modelo
político y económico del país que condena a los ciudadanos a la miseria
independientemente de su formación académica, y derrumba por completo la
esperanza en torno a la mejora las condiciones de vida.
Hasta 2016, la diáspora
provenía de los sectores con mayor educación formal de la población y por tanto
su salida del país fue planificada y ordenada. El éxodo que se inició a partir
de entonces obedece a personas que sin recursos económicos ni educación formal
huyen del hambre o las enfermedades, generando problemas de orden económico y
epidemiológico a los países vecinos.
Ahora bien, a lo interno
esta diáspora tendrá un impacto decisivo en la formación de nuevas identidades
colectivas y las diferencias culturales que ya comienzan a surgir entre los que
se van y los que se quedan.
Países como Chile, Perú y
España que también sufrieron importantes procesos migratorios y de polarización
política reflejan muy bien los cambios culturales que se dieron en la
población.
Como señala el profesor y
analista Moisés Naim, los estudios de las intervenciones de diásporas en la
política de sus países de origen aumentan la polarización y agudiza los
conflictos.
Sin embargo, la inmigración
tiene su lado positivo. En nuestro caso podemos ver cómo se van tejiendo redes
de solidaridad entre los venezolanos y como se generan acciones sociales para
contribuir a insertarlos laboral y culturalmente en su nuevo contexto.
Por esta razón somos
optimistas con respecto a los efectos que tendrá la migración en el futuro. Más
allá de la pérdida de capital humano que está sufriendo el país, su efecto
pudiera ser favorable y motorizar el desarrollo a mediano plazo. Los
profesionales, profesores, médicos, ingenieros, etc que se fueron se encuentran
ahora en un contexto favorable para la actualización y continuación de su
formación. Esto los preparará para aportar valiosas herramientas para sacar
adelante al país.
Del lado empresarial, gran
parte del capital pequeño y grande que migró a mercados estables y con libertad
económica, sin duda retornaran a nuestro país una vez que se promuevan mejores
condiciones para invertir.
Como dice Moisés Naim hay
diásporas tóxicas y diásporas salvadoras. En el caso venezolano nuestra
diáspora pudiera ser salvadora.
02-04-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico