Por Alejandro Moreno S:D:B
En mi artículo anterior expuse
una tendencia muy maligna, pero hay otra, no menos maligna, que expondré a
continuación.
No quiero tener la razón,
aunque sí quiero tener razón. Son dos cosas muy distintas tener la razón y
tener razón. Lo primero es el encierro en las propias convicciones, la
inmovilidad absoluta. Se tiene la razón cuando no se ve, ni se puede ver, la
diversidad de argumentos y de opciones. Uno tiene la seguridad sin permitirse
ninguna duda de que está en la verdad total y no puede dudar de ella porque
tiene la convicción de que no hay ninguna posibilidad de que exista otra
opinión válida.
El punto de partida está en la
seguridad de que las premisas, afirmaciones inconcusas de partida, son
completamente verdaderas. Una vez afirmada la solidez clara de las premisas,
las deducciones y las conclusiones siguen como consecuencia mecánica de una
lógica rígida que determina todo el proceso de deducción.
Modelo es el típico
razonamiento del paranoico. Partiendo de la absoluta seguridad de que “yo soy
Napoleón”, toda la conducta y el pensamiento del sujeto se siguen con
perfección lógica, de modo que desde el lenguaje hasta la secuencia de sus
acciones cotidianas corresponden, sin desviaciones, a la figura que ese yo
tiene de Napoleón.
El fanático de una idea puede
asemejarse en este sentido a la imagen del paranoico. Nunca duda de sus
premisas y las sigue rígidamente cualesquiera sean las consecuencias para él
mismo y para los demás, incluso la muerte más cruel.
Cuando un sistema de ideas
perfectamente trabadas y rígidamente coherentes de modo que unas se siguen a
las otras y todas se deducen, sin desviaciones, de una o unas premisas que se
sostienen entre sí, quienes se adhieren al mismo no tienen ninguna duda, ni en
su pensamiento ni en sus acciones, a pesar y no obstante cuanto la realidad
pueda contradecirlas. Siempre se encontrarán razones para sostener la validez
del sistema. Así, cuando se parte de que la sociedad y el Estado que la
organiza está por encima de toda contradicción y de todo valor, el socialismo
sin desviaciones se mantendrá a pesar de que por él se produzcan infinidad de
muertes porque todos los que entren en contradicción con sus premisas y su
proceso no son sino obstáculos que necesariamente deberán ser eliminados.
Los cambios no se producen
sino desde dentro, cuando empieza la duda sobre las premisas. Esto puede
lograrse desde fuera insistiendo en poner como premisa absoluta e indudable el
valor de la persona, del ser humano y de su vida por encima de cualquier
otro valor.
31-07-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico