Por Víctor Álvarez
La revolución industrial
comenzó en la segunda mitad del siglo XVIII y se profundizó en la segunda mitad
del siglo XIX y comienzos del siglo XX. La primera etapa transcurre entre los
años 1750 y 1840, mientras que la segunda va de 1880 a 1914. A lo largo de
estos años tienen lugar la mecanización de la manufactura de textiles,
alimentos y calzados, la industrialización del hierro y del acero, la creación
de las máquinas de vapor, el surgimiento del ferrocarril y la fabricación de
maquinarias y equipos para otras ramas de actividad industrial, todo lo cual
facilitó la producción industrial a gran escala y el transporte de mercancías
para mercados masivos.
Con la revolución
industrial, la mecanización de la manufactura sustituyó de forma acelerada el
trabajo manual e hizo posible un vertiginoso crecimiento de la productividad y
de la producción de los bienes necesarios para la vida. Esto estimuló una
incesante migración de la población rural a las ciudades que tuvo un gran
impacto en la transformación demográfica de las naciones. Los campesinos
abandonaron el campo para buscar mejores fuentes de empleo en las pequeñas,
medianas y grandes empresas industriales que se multiplicaban por miles en las
ciudades, donde se podía encontrar una creciente oferta de bienes y servicios
para atender necesidades básicas y esenciales que la precaria producción
campesina no podía abastecer. Este impetuoso desarrollo de las fuerzas
productivas consolidó el triunfo definitivo del modo de producción capitalista
sobre el feudalismo.
La teoría marxista atribuye
una importancia cardinal al desarrollo de las fuerzas productivas para poder
satisfacer las necesidades básicas y esenciales de toda la población y
argumenta que con las revoluciones burguesas que desplazaron al poder feudal,
la humanidad disfrutó un desarrollo de las fuerzas productivas sin precedentes.
Sin embargo, China se quedó rezagada. La etapa de la Revolución Burguesa no se
cumplió en el gigante asiático y, al triunfo de la Revolución Popular China, el
país aún estaba sumido en el atraso y la pobreza feudal. A pesar de su
dimensión geográfica, China no era un país industrializado con una numerosa
clase obrera, sino un país semicolonial y semifeudal, con el 80 % de la
población rural.
La revolución campesina
liderada por Mao heredó una industria prácticamente inexistente. En los
primeros 30 años de la República Popular China, y después de varios intentos
fallidos que incluyeron la colectivización de la propiedad, el Gran Salto
Adelante y la Revolución Cultural, fue imposible impulsar el desarrollo de las
fuerzas productivas para poder satisfacer las necesidades de su inmensa
población y millones de chinos murieron en las hambrunas que azotaron a la
población.
Ante esta dramática
situación, el liderazgo del Partido Comunista Chino (PCCh) buscó superar su
estancamiento a través de una reinterpretación del marxismo a la luz de las
peculiaridades de China. Deng Xiaoping, precursor de las reformas económicas en
China, cuestionó que tras el triunfo de la revolución campesina, la República
Popular fue bloqueada, pero también reconoció que se aislaron y al mantenerse a
puertas cerradas no fue posible impulsar el desarrollo de las fuerzas
productivas para llevar adelante la construcción socialista: “si alguna falla
tuvimos después de la fundación de nuestra República Popular, fue que
descuidamos la necesidad de desarrollar las fuerzas productivas. El socialismo
está llamado a acabar con la pobreza. La pobreza no es socialista”.
China solo pudo comenzar a
superar su situación de atraso y subdesarrollo a partir de las reformas
económicas impulsadas por Deng Xiaoping desde 1978. Deng planteó que la
superioridad del socialismo tenía que manifestarse en un desarrollo de las
fuerzas productivas mayor y más rápido que en el capitalismo y, sobre todo, en
el mejoramiento incesante de las condiciones de vida del pueblo.
Desde entonces, el objetivo
fundamental de las reformas económicas ha sido desarrollar las fuerzas
productivas para satisfacer cada vez más las crecientes necesidades materiales
y culturales del pueblo.
El socialismo con
peculiaridades chinas
En el discurso oficial, el
socialismo con peculiaridades chinas es el marxismo-leninismo adaptado a las
condiciones concretas de China. Se parte del reconocimiento de la situación de
atraso en la que se encontraban las fuerzas productivas y del imperativo de
liberarlas para poder satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la
inmensa población china.
El término socialismo con
peculiaridades chinas fue acuñado por Deng Xiaoping para indicar la activación
de mecanismos de la economía de mercado para la organización de la producción y
el consumo, sincronizados con la planificación centralizada. En el caso de la
inversión extranjera, las decisiones sobre la asignación de recursos se
realizan a través de los mercados, pero en el marco de las regiones
geográficas, sectores económicos y parámetros macroeconómicos definidos
previamente por el Estado.
En el curso de las reformas
económicas, se abrieron a la inversión extranjera 14 ciudades costeras. Ante la
crítica de los dogmáticos, Deng advertía que: “esto conllevara ciertos
problemas, pero, después de todo, los efectos negativos serán mucho menores que
los positivos en la utilización de las inversiones extranjeras. Hay algo de
peligro, pero no es tan grande (…) sin duda se cometerán errores y surgirán
problemas. Lo decisivo es que sepamos sintetizar las experiencias y no tardar
en rectificar todo lo que se haya hecho en forma inadecuada”.
Deng definió este proceso
como el camino para construir un socialismo con peculiaridades chinas: “a este
ritmo, alcanzaremos sin duda la meta de cuadruplicar el producto nacional bruto
hacia finales del siglo XX”. Y lo lograron. En 1999, el PIB de China creció
7,7% y fue de $ 1.097.138M, ubicándose como la 7ª economía en un ranking de 195
países. No obstante, debido a su enorme población, China se encuentra en el
puesto 130 según el PIB p/c, pero esto no le quita mérito a la mejora de este
indicador. A finales del siglo XX China logró la meta anunciada por Deng
Xiaoping y el PIB p/c en 1999 fue de 872$, muy superior a los $ 183 p/c de 1979.
Economía de mercado
socialista
La economía de mercado
socialista en la república Popular China se basa en una interpretación del
marxismo que enfatiza el desarrollo de las fuerzas productivas a través de una
combinación de mecanismos de mercado y de planificación centralizada. Durante
40 años de reformas económicas, las fuerzas motrices de la economía China han
sido la apertura a las inversiones extranjeras y el apoyo a las exportaciones a
través de subsidios impositivos, tipo de cambio subvaluado y flexibilidad del
marco legal y las regulaciones en las zonas especiales de desarrollo, donde se
instalan las empresas mixtas y de capital privado que operan según la lógica
del mercado.
En el marco de las reformas
económicas se le atribuyó una gran importancia a la apertura exterior y a la
atracción de inversiones extranjeras que vinieran acompañadas de transferencia
tecnológica, calificación de la fuerza de trabajo, asistencia técnica a las
empresas locales y creciente incorporación de valor agregado nacional a la
oferta exportable. La admisión del capital extranjero se consideró inicialmente
como un complemento para la construcción socialista y hoy se considera como un
factor imprescindible.
La economía de mercado
socialista en China se sustenta en una abundante fuerza de trabajo calificada,
organizada y disciplinada; inversiones en bienes de consumos masivos y de
capital; mejora sostenida de infraestructuras y servicios, y aprovechamiento
intensivo de recursos naturales. En este modelo, las industrias básicas y
estratégicas -como las telecomunicaciones o la banca-, son mayoritariamente
propiedad del Estado, pero compiten entre sí en un sistema de precios regidos
por la dinámica del mercado y no fijados arbitrariamente por el gobierno. En
China, los derechos a la propiedad pública son inviolables, al igual que los
derechos de la propiedad no pública. “Tanto la economía de propiedad pública
como la de propiedad no pública son una parte importante de la economía de
mercado socialista y una base para el desarrollo económico de nuestro país”.
Una vida modestamente
acomodada
A esta idea hizo referencia
Deng Xiaoping por primera vez en una conversación que sostuvo en diciembre de
1979 con Masayoshi Ohira, Primer Ministro japonés, en su visita a China. Deng
planteó que “uno de los rasgos que distinguen al socialismo del capitalismo es
que el socialismo significa prosperidad común, y no polarización del ingreso”.
Explicó que la meta mínima de las reformas económicas era alcanzar, hacia fines
del siglo XX, una vida modestamente acomodada.
En una primera etapa de la
construcción socialista, cuando aún no se han desarrollado plenamente las
fuerzas productivas, el principio de distribución será “de cada cual según su
capacidad y a cada cual según su trabajo”, remuneración que no garantiza la
satisfacción plena de todas las necesidades materiales y culturales. Luego, una
vez que se haya desplegado todo el potencial de las fuerzas productivas y se
disfrute de una creciente abundancia de bienes y servicios, el principio se
distribución mejorará y será “de cada cual según sus capacidades y a cada cual
según sus necesidades”.
Por vida modestamente
acomodada se entendía que el Producto Interno Bruto per cápita (PIB p/c)
llegara a finales del siglo XX a 800 dólares anual. En comparación con otras
economías, esta cifra resultaba muy baja, pero para la China representaba una
meta muy ambiciosa, sobre todo si se tiene en cuenta que la población para 1979
había llegado a los 1.000 millones de habitantes y se estimaba en 1.200
millones para finales del siglo XX. Con base en ese PIB p/c, la riqueza
generada por todos superaría el billón de dólares que -distribuida según el
principio de “a cada cual según su trabajo”-, permitiría liberar de la pobreza
a un creciente porcentaje de la población china. Esta meta fue ampliamente
superada y, en el año 2017, el PIB p/c de China llegó a ser de 8.826,99 de
dólares.
Según el Banco Mundial “De
1978 a 2014, el ingreso per cápita de China aumentó 16 veces. Con base a la
paridad del poder adquisitivo internacional de 1.9 dólares por persona por día,
la pobreza extrema en China cayó drásticamente del 88.3% en 1981 al 1.9% en
2013, es decir, 850 millones de chinos han salido de la pobreza, y la tasa de
pobreza extrema caerá por debajo del 1% en 2018”.
Actualmente, la tasa de
ahorro china, tanto privada como pública, está motivada por el alcance parcial
de la red estatal de protección que obliga a muchos trabajadores a ahorrar más
del 50% de sus ingresos para prever problemas de salud o para cubrir su vejez.
Entre los efectos no deseados de este exceso de ahorro está el freno de la
demanda interna, cuestión que impide satisfacer plenamente las necesidades
materiales y culturales de las familias. A su vez, la inhibición del consumo
privado genera un exceso de capital en sectores donde ya no es posible invertir
más. Esta pérdida en la capacidad de absorción de capital obliga a reorientar
un modelo económico hasta ahora dinamizado por las exportaciones hacia otro
motorizado por la demanda interna.
En el XIX Congreso del PCCH,
celebrado en octubre de 2017, el Presidente Xi Jinping ratificó que las puertas
al exterior de China no se cerrarán, sino que se abrirán cada vez más: “la
apertura trae progreso, mientras que el autoaislamiento conduce al atraso”.
Afirmó que el socialismo con peculiaridades chinas ha entrado en una nueva
época: “y conducirá al país a materializar básicamente la modernización
socialista para el año 2035”. Desde la celebración del anterior Congreso del
PCCh en el año 2012, en el que Xi Jinping fue investido como máxima autoridad,
el PIB se elevó de 54 billones a 80 billones de yuanes (cerca de 12,1 billones
de dólares) y más de 60 millones de personas salieron de la pobreza.
Según los Estatutos del
PCCh, la tarea fundamental de la construcción socialista consiste en emancipar
aún más las fuerzas productivas para lograr la modernización socialista,
introduciendo reformas en las relaciones de producción que frenen su
desarrollo. Esto pasa por perfeccionar el sistema económico basado en diversas
formas de propiedad, con la de propiedad pública como la principal, así como el
sistema de distribución basado en el reparto según el trabajo, eliminar la
pobreza y alcanzar la prosperidad común, satisfaciendo la creciente demanda del
pueblo de una vida mejor, con base en la expansión de la producción, el
crecimiento de la riqueza social y el desarrollo humano integral.
05-04-19
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