Ismael Pérez Vigil 31 de marzo de 2019
Ya he
señalado en artículos anteriores que la generación de “falsas expectativas” es
la amenaza más importante de la que debe cuidarse la administración del
presidente Juan Guaidó, porque el incumplimiento de expectativas creadas
conduce a la frustración, desmovilización, falta de motivación y a la larga a
que muchos opositores se inhiban de actuar y que incluso algunos abandonen el
país.
Por
eso Juan Guaidó y la Asamblea Nacional deben ser muy cuidadosos en los
ofrecimientos y las actividades que se planteen; no se pueden permitir que se
repitan situaciones como la que ocurrió el 23 de febrero cuando la ayuda
humanitaria no pudo entrar al país a pesar de que se había ofrecido que
entraría de alguna manera.
La
generación de falsas expectativas puede darse de dos maneras; bien por exceso
de entusiasmo de la administración Guaidó al promover acciones de difícil
cumplimiento o bien porque sectores de la oposición generen a través de redes
sociales y otros medios, una matriz de opinión en favor de determinadas medidas
que van creando una presión sobre la administración Guaidó y esas expectativas
en la población en general.
Para
nadie es un secreto que en la resolución de la crisis actual están planteadas
varias alternativas. El presidente Guaidó y la Asamblea Nacional han definido
una ruta que se compone de tres elementos que todos conocemos perfectamente:
fin de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. No tenemos
mucha claridad en cómo se va a concretar ese “fin de la usurpación”, pero se
piensa que con la movilización nacional y el apoyo internacional se producirá
una situación en la cual la dictadura ceda y esté dispuesta o la obliguen a
negociar una salida que nos conduzca a un gobierno de transición y luego a un
proceso electoral en el corto plazo, obviamente en condiciones que garanticen
una elección libre, que como mínimo serian: Nuevo Consejo Nacional Electoral,
liberación de presos políticos, legalización de partidos y habilitación de
candidatos inhabilitados, supervisión y observación del proceso electoral por
la comunidad internacional, revisión del registro electoral y garantía de voto
para los venezolanos que están en el exterior.
Pero
podemos afirmar que nadie sabe exactamente cómo se producirá ese fenómeno o esa
alternativa; pero si podemos decir que esa es la opción que ha planteado de manera
consistente la administración del presidente Guaidó.
Pero
hay otro sector de la oposición, minoritario pero muy activo sobre todo en
redes sociales y en algunos medios de comunicación, sobre todo los que
provienen del exterior, que plantea una alternativa distinta: la solución del
conflicto a partir de la intervención militar de una fuerza extranjera. Ese
sector plantea o impulsa la posición de que el presidente Juan Guaidó convoque
la intervención de una misión extranjera con base en el numeral 11 del artículo
187 de la Constitución.
Como
“diáspora tóxica” califican algunos analistas políticos como, por ejemplo,
Moisés Naím a esos sectores de oposición que, sobre todo desde el exterior, de
manera muy persistente y por redes sociales pretenden imponer sus criterios y
decir a quienes estamos en Venezuela cómo debemos actuar, que acciones debemos
tomar y cuáles son las actividades de oposición que debemos llevar adelante.
Pero
atención, los opositores “tóxicos” no solo están en el exterior. Algunos de los
voceros de esta “diáspora tóxica” ya comienzan a hacer veladas o abiertas
críticas al presidente Guaidó por su “falta de iniciativa”, por su supuesta
“indecisión”, falta de “celeridad” en tomar las acciones que ellos consideran
correctas, entre ellas solicitar la mencionada intervención militar. Como si
esa fuera la única opción, no proponen otra cosa, no llevan adelante ninguna
otra iniciativa, solo son “críticos” y “observadores de fotografías”.
Esta
situación tiene su fundamento en que se ha dicho por parte de voceros
nacionales, cercanos al presidente Guaidó, y por voceros internacionales de
algunos países que reconocen a Juan Guaidó como presidente, que “todas las
opciones están sobre la mesa” y por supuesto, la opción militar es una de esas
opciones; y que de producirse, algún tipo de acción por parte del régimen
venezolano, que traspase una supuesta “línea roja” que estaría trazada en su
cerebro, se produciría algún tipo de respuesta más agresiva, por llamarlo de
alguna manera, por parte de la comunidad internacional, acción que por
supuesto, se supone sería de carácter militar. El problema es que la
“intervención militar” no llega porque la libre interpretación de un artículo
de la constitución lo prevea, o porque un “iluminado” del exterior o del país
lo diga o porque la desesperación de alguien lo aconseje y desde luego, no
llegan vía Twitter o WhatsApp.
Se da
la paradoja de que los países que tendrían capacidad para algún tipo de acción
militar, bien sea de manera individual o en conjunto, han dicho de manera clara
que descartan esa opción, que no está planteada una intervención militar. Con
lo cual es evidente que el hipotético llamado que pudiera hacer el presidente
Juan Guaidó a una intervención caería en el vacío, no tendría un interlocutor
válido para llevarlo adelante, lo cual nos lleva a lo que hemos venido
hablando: convocar a una acción o plantear una iniciativa que no podría
realizarse, conduciría sin duda alguna a la generación de falsas expectativas
que traería como consecuencia lo que ya hemos hablado, más frustración,
desmovilización, desesperanza, etc.
No hay
duda que la desesperación tras 20 años de oprobiosa dictadura lleva a algunos a
pensar o proponer salidas extremas, lo antes posible. Y queremos suponer que
los que así lo hacen proceden con la mejor buena fe; pero queda en el aire una
gran interrogante: Si cualquiera se puede dar cuenta y es fácil suponer que un
llamado a una intervención militar no tendría respuesta positiva por parte de
la comunidad internacional, que no sería tomada en cuenta, ¿Qué persiguen estos
voceros o estos grupos que persisten e insisten en que se tome esta iniciativa?
¿Será que están jugando a la opción del fracaso del presidente Guaidó? y si es
así, ¿Con qué propósito? ¿Qué es lo que persiguen? la verdad es que ésta es una
interrogante que uno se tiene que formular.
Juan
Guaidó representa el futuro; meses atrás, a finales de 2018, estábamos en un
negro túnel, ¿A quién favorece una derrota hoy de la opción opositora? ¿Quién
se beneficia con el fracaso de Juan Guaidó?
Ismael
Pérez Vigil
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