Por Piero Trepiccione
Por el entrecruzamiento de
factores e intereses, la descomposición social y política, la compleja
dimensión de la crisis económica, el rasgo geopolítico y geoestratégico que la
compone, la desarticulación organizativa interna, la creciente migración de millones
de venezolanos hacia la región, la importancia energética del país, el
creciente deterioro en materia de derechos humanos y la composición de los
cuadros de apoyo a los factores internos de poder, hacen de Venezuela un
caso demasiado particular. Un caso que está adquiriendo ribetes
internacionalescon extremada rapidez y al cual, cada día se suman elementos que
aceleran el camino hacia una “alta definición”.
Federica Mogherini, la
más alta vocera de la diplomacia europea, ha calificado a Venezuela de una
forma demasiado elocuente: “es un problema global” dándole un peso
diplomático y político sin par en estos últimos años. Esta calificación da
cuenta del respaldo que ha recibido Juan Guaidó por parte de más de
cincuenta países alrededor del mundo al formato de presidencia interina que ha
asumido desde su posición como líder de la Asamblea Nacional (poder
legislativo). Por tanto, sobre Venezuela se mueven toda la diplomacia y
las agencias de inteligencia del hemisferio occidental y de otras latitudes,
tratando de consolidar una transición que detenga la ola migratoria y el
impacto de su crisis. Pero, también se suman otros elementos que particularizan
nuestro caso.
La diplomacia china ha sido
una caja de pandora con el caso Venezuela. El tradicional pragmatismo de la
potencia oriental más apegado a los temas económicos que a los
políticos, ha mostrado una nueva cara. China se ha venido pasando de la
raya con Venezuela. Ha desplazado su tradicional prudencia diplomática por una
cada vez más encarnizada defensa del gobierno de Nicolás Maduro. Ha tomado
posición clara y abierta cerrando puertas contra la oposición venezolana y
jugando cuadro cerrado con Rusia. Aunque se entienden los compromisos
económicos de la administración Maduro con el gigante asiático, es mucho más
grande la interdependencia con la Unión Europea y con los Estados Unidos que
–en teoría- deberían hacer más prudente su posición con respecto a Venezuela.
Pero pareciera que el caso venezolano está inaugurando una nueva forma de
hacer política de los chinos cuyas consecuencias las verá el mundo en un
mediano plazo.
La diplomacia rusa también
juega
En cuanto a los rusos,
Venezuela les ha caído como anillo al dedo. Los deseos de grandeza
de Putin han sido facilitados por un aliado además de gratuito,
excelente comprador de armas y de una enorme importancia en la región. Con
Cuba, los soviéticos ponían el dinero y el desgaste. Con Venezuela, reciben
dinero y una pieza de ajedrez que pueden mover para sus grandes negociaciones
globales. Tremendo negocio para los rusos, que tienen una “extrañísima”
situación de complejidad en su relación Putin-Trump, con la cual han
venido recuperando terreno en el concierto internacional de naciones.
En medio de todo esto,
el “pueblo” sufre lo indecible cada día y poca importancia
tiene en el juego global. Es un actor que frecuentemente es ignorado o
minimizado en los cálculos políticos y diplomáticos que se hacen. Pero la
realidad cuenta y mucho, en el caso venezolano. Las agencias yerran en sus
cálculos si no ven el deterioro enorme y con velocidad creciente de una
población sometida a un desgaste físico y emocional similar a una especie de
laboratorio humano donde se busca “quebrar” la voluntad de cambio.
Esa “bomba social” puede precipitar acontecimientos particularísimos
asociados al caso Venezuela. Están a la vuelta de la esquina aun cuando se
trate de ignorarlos “olímpicamente.
31-03-19
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