Por Gregorio Salazar
A la fecha de hoy, domingo
31 de marzo, Juan Guaidó ha vivido los 85 días más intensos de su joven
existencia. Una ráfaga de sucesos históricos a ritmo trepidante lo llevaron a
convertirse en el símbolo que reunificó e hizo renacer en los venezolanos la
esperanza de poder salir a corto o a mediano plazo de la dictadura que ha
reducido a escombros a la República y las condiciones de vida de sus habitantes.
Con apenas cinco días de
diferencia le tocó el inédito compromiso de asumir las riendas del Poder
Legislativo y la presidencia interina de la República. En cuestión de horas se
vio interceptado, apresado y liberado en un evento típico de este régimen policiaco-militar.
En cascada recibió el reconocimiento de los Estados Unidos y más de cincuenta
países de todo el orbe. Propuso y logró la aprobación de un instrumento legal
para la Transición y otro de Amnistía para los militares que abandonaran al
régimen. Impulsó la solidaridad internacional y la operación de ingreso de
ayuda humanitaria. Tomó Citgo, nombró embajadores. Fue recibido por cinco
mandatarios de América Latina y no ha dejado de recorrer el territorio nacional
hablándole a la gente y oyendo la problemática de diversos sectores, a quienes
insiste en los tres grandes objetivos que su liderazgo propone: desalojar a los
usurpadores, organizar un gobierno de transición y unas elecciones libres. En
ese vendaval, Fabiana, su jovencísima esposa, se vio de repente sentada al lado
del presidente de una potencia mundial, imagen que dimensiona lo vertiginoso de
los acontecimientos.
Y aunque los cabecillas del
régimen a quienes acusa y enfrenta Guaidó no se atreven a reducirlo a prisión
estrechan sobre él su cerco criminalizador a través de los fantoches cómplices
del TSJ, la Fiscalía y la Contraloría, dedicados a configurar el marco que les
permita lanzar el zarpazo definitivo contra el joven presidente interino, como
ya lo han hecho contra gente de su entorno de colaboradores más inmediatos.
Guaidó sigue en la calle y
su actuación aplomada, valiente y decidida alimenta la esperanza. La oposición
partidista y ciudadana se han consolidado en torno a su liderazgo. En esta
lucha no puede faltar nadie. Nadie puede ser excluidor ni apartarse. Todos sin
distingo son necesarios.
Es inocultable, no obstante,
que la no concreción en un principio de los objetivos de ingreso de ayuda
humanitaria y de una masiva respuesta militar interna favorable genera motivos
de inquietud y preocupación en la población. A ese cuadro ha venido a sumarse
la presencia de militares rusos en el país, en abierto desafío a los Estados
Unidos.
La vía que ralentiza los
acontecimientos hace previsible que en los días por venir recobre forma la convicción
de que el destino de Venezuela está, en primer lugar, en manos de sus
ciudadanos y que ninguna forma de lucha y organización democrática, que recorra
desde el paro nacional hasta la exigencia de la celebración de “elecciones
presidenciales libres, transparentes y creíbles lo antes posible”, como lo
acaban de reiterar el Grupo Internacional de Contacto y el Parlamento Europeo,
puede ser abandonada y mucho menos descartada.
La sequía de recursos
ocasionada por las sanciones financieras y el bloqueo petrolero impuesto por el
gobierno de Trump no va a tardar, lamentablemente, en hacer estragos más
profundos en las condiciones de vida de los ciudadanos. La crisis de la
electricidad y el agua auguran cambios más dramáticos en el ya agobiante cuadro
existencial de la población. La interrogante es si la mezcla de esos elementos
que amenazan con llevarnos a niveles inimaginables de hundimiento, a
condiciones abyectas de supervivencia, pueda crear la conmoción interna que
acelere el cambio.
Recordemos este inventario a
grandes rasgos: tenemos en Guaidó un líder con verdadero y masivo apoyo
político y emocional y en la Asamblea Nacional el único poder legítimo
indiscutible. Ambos con amplio reconocimiento de la comunidad internacional,
que no ha cejado en demanda de una solución urgente para la crisis. En
Miraflores y Fuerte Tiuna agoniza un régimen en la inopia política y económica,
incapaz de mejorar un ápice las calamitosas condiciones de vida de la población
que empeoran con las horas. No es un balance precisamente para desmoralizarse,
sino todo lo contrario para perseverar en la lucha por desalojar del poder a un
régimen totalitario. Y en esa lucha Guaidó unifica y convoca. Que no falte
nadie, que no se aparte nadie.
31-03-19
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