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lunes, 8 de abril de 2019

Ni paredón ni guerra civil por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


Ver blindados antimotines bloqueando las principales vías de acceso a Miraflores y emplazadas en las puertas del propio palacio de gobierno, como ocurrió el pasado domingo, grafica cabalmente la imagen de un gobierno bajo asedio de la población y más exactamente de los sectores populares que están en la vecindad de la casa del poder en Venezuela.

Poco importa que Maduro, temeroso de una eclosión de la ira popular, se haya mudado a Fuerte Tiuna o que despache sus desatinos desde un bunker bajo tierra. Miraflores sigue siendo el símbolo del poder y hacia allá se dirigen a expresar sus airados reclamos las familias de La Pastora, Altagracia, Agua Salud, El Silencio o avenida Sucre agobiadas por la falta de agua y electricidad.

Si algo debería convencer al régimen dictatorial de Maduro del repudio popular son esas manifestaciones que cada vez con mayor frecuencia irrumpen en las céntricas avenidas Baralt, Sucre o Fuerzas Armadas, levantando barricadas y quemando cauchos para exigir paliativos a sus muchas tribulaciones. Lejos de sensibilizarse, Maduro atrincherado en el odio hace llamado tras llamado a los sanguinarios colectivos, purita gente de bien según Maduro y Cabello, “a mantener la paz”. Ya se sabe como: a punta de tiro de pistola, revólver y fusil.

Si algo ha abultado el prontuario de la “revolución” en materia de violaciones a los derechos humanos, ejercidas cada vez más de manera desfachatada y brutal, son esos llamados presidenciales a sus paramilitares. Tras dos décadas de prédica e incubación de la violencia los venezolanos han comprendido muy bien que, como insistía el caudillo, la revolución no solamente “es pacífica pero armada”, sino también desalmada.

Y esto último atañe no sólo a su demencial decisión de arremeter con las armas contra cualquier clamor de agua, luz o comida, sino también a negarse a facilitar desde hace muchos años la entrada de la ayuda humanitaria desde el extranjero. Recuérdese si no a esos médicos que fueron detenidos y sacados a rastras sin contemplaciones de los hospitales donde laboraban sólo por recibir donaciones de medicamentos.


La noche del 3 de febrero de 1992 apenas dos horas antes de la intentona golpista del 4F y cuando ya habían transcurrido tres años del supuesto paquete hambreador de Pérez, pude pasar sin trabas ni inconvenientes por la esquina de Bolero donde están ubicados el palacio Blanco y el de Miraflores. Ahora el tránsito frente a la sede del Poder Ejecutivo permanece cerrado las 24 horas del día y el  anuncio es que el lugar será completamente militarizado. Los golpistas de antaño  no ocultan su temor al pueblo y al mismo tiempo que se aferran desesperadamente al poder militar bloquean toda posibilidad de una salida pacífica como la que pudo haberse dado mediante el referéndum revocatorio que se solicitaba en 2016.

Esta semana desde la llamada asamblea nacional constituyente, tan espuria como inútil para  cumplir las ofertas de una nueva constitución y la solución a la crisis económica, se oyen gritos de ¡paredón! para los “traidores a la patria” y es muy posible que desde el otro extremo radical también se piense que ese grupo que mansamente se ha subordinado a los designios y al saqueo económico de la dictadura cubana y la entrada de militares rusos también se lo merecería. Venezuela no puede manejarse entre ambos extremos de odio exacerbado.

Guaidó ha dicho que los venezolanos no temen una guerra civil. Dijo que no la temían porque el 90 % de los venezolanos quiere un cambio “y nadie está dispuestos a inmolarse por un dictador  que no le ofrece soluciones al pueblo”.  Es cierto, pero el temor a una conflagración fratricida debe ir mucho más allá de eso. Debe partir también de la conciencia de que un baño de sangre entre hermanos, además del irreparable costo en vidas, alejaría por un tiempo indeterminado las posibilidades de que Venezuela vuelva a la normalidad de su vida republicana, que es decir de volver a tener la posibilidad de generar oportunidades de superación, prosperidad y satisfacción de sus necesidades fundamentales en todos los órdenes.

Maduro al bloquear la vía electoral mantiene también bloqueada la paz y las posibilidades de un mejor el futuro para todos los venezolanos.

07-04-19

http://talcualdigital.com/index.php/2019/04/07/ni-paredon-ni-guerra-civil-por-gregorio-salazar/


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