Richard Casanova 03 de junio de 2019
@RichCasanova
Una
negociación política actualmente en Venezuela puede tener distintos
significados dependiendo de la posición desde la cual se aprecie el proceso y
para eso es necesario advertir que en el campo opositor hay al menos tres
grupos. Para los “extremistas belicistas” cualquier negociación está
descartada, hacerlo es traición, no ven otra salida sino una confrontación
violenta o una intervención militar que arrase con el chavismo. No creen en
salidas electorales pues el dictador “jamás entregará el poder”, como si tal
cosa dependiera de su voluntad. Son una minoría que hace mucho ruido en las
redes sociales, pero tiene escasa capacidad de movilización. Su vanguardia son
los llamados “Guerreros del Teclado”.
Luego
en la punta contraria están los “extremistas complacientes”, otra minoría.
Estos utilizan la posibilidad de una intervención militar para justificar una
inmediata negociación, obviando el prontuario de este régimen truculento.
Quieren negociar sin condiciones, ni garantías. Atendiendo a sus propios
intereses, algunos de ellos vienen negociando tras bastidores desde hace
tiempo. En este grupo conviven colaboracionistas y eternos fracasados con gente
que ingenuamente creen que la oposición democrática no desea negociar sino una
salida cruenta. Los “Analistas del Teclado” es su vanguardia, son parientes
malqueridos de los “guerreros” pero con ínfulas de intelectuales. Como se creen
más inteligentes, no son frontales: esconden su permanente crítica a Guaidó y a
la oposición tras la supuesta intención de corregir errores, promover consensos
o construir una política alternativa. Corriendo siempre a ese mismo burladero,
sostienen la amenaza de “deslindar”, cosa que han hecho innumerables veces sin
tener la fuerza para realmente dividir a la oposición.
Desconocen
a la unidad opositora a pesar de que los resultados electorales en los últimos
tiempos han dejado claro cuál es su peso en la sociedad venezolana, carecen de
la humildad para reconocer que el liderazgo que le ha tocado conducir esta
coyuntura tiene el apoyo de más de 60 países y sostiene una política con amplio
respaldo popular. Ni siquiera son capaces de reconocer los avances y que -al
margen de los errores- es gracias a ese liderazgo que hoy estamos a las puertas
de una salida a esta tragedia. Al contrario, pasan el día sumergidos en la
retórica del fracaso: nadie sirve y todos estamos equivocados, solo esa élite
de iluminados es dueña de la verdad. Por eso siempre se sienten ofendidos por
opiniones adversas, hablan de tolerancia y de tener el “cuero duro” pero
cualquier roce les genera salpullidos. Sentirse irrespetados es no sólo otro
burladero sino su contra-argumento principal.
Y
lo más grave, en especial los extremistas complacientes siempre buscan
cualquier excusa para aliviar las culpas al régimen y deslizarlas a la
oposición. Son benevolentes y comprensivos con la narco-dictadura, pero
implacables con Guaidó, la Asamblea Nacional o el G4, por ejemplo. Ya han dicho
que la crisis es consecuencia de las sanciones o que es Guaidó quien debe
solucionar el drama hospitalario con los recursos (no disponibles) de CITGO,
solo les falta reconocer que el fracaso del gobierno es consecuencia de la
“guerra económica”, del imperio o del capitalismo. ¡Insólito!
Pudiéramos
decir que los Guerreros del Teclado son algo más honestos en sus
planteamientos, aunque igual de lesivos e irresponsables. Sin dudas, hay muchas
coincidencias entre éstos y sus arrogantes parientes, los Analistas del
Teclado. Ambos exhiben odio y resentimiento contra los partidos mayoritarios,
unos porque comparten la perniciosa anti política, otros por la frustración que
genera militar en partidos prácticamente inexistentes o con un extenso
historial de fracasos. Su obsesión destructiva oculta la pretensión de igualar
por abajo a toda la oposición para hacerse ellos visibles y lograr
protagonismo. En el país de los ciegos, el tuerto es rey… Quizás no vean otra
vía pues francamente ambos extremos tienen enormes carencias políticas y escaso
respaldo popular: difícilmente ganarían una primaria, podrían defender un voto
o convocar a una marcha. Pero si son expertos en criticar, “managers de
tribuna” que nunca arriesgan su pellejo y jamás son perseguidos por el régimen.
¡Que casualidad!
En
fin, ambos extremos benefician a la dictadura. Los belicistas contribuyen a la
polarización y le brindan excusas al gobierno para la manipulación de la
violencia. Mientras los complacientes le abren la puerta a una cohabitación
perversa e inmoral que a la postre facilita al régimen su permanencia en el
poder. Que aparezcan opositores disparando contra la oposición ya es ganancia
para Maduro. Consciente o inconscientemente, le hacen el trabajo.
Por
fortuna, hay una oposición responsable y moderada que el gobierno y los
extremistas siempre procuran descalificar. Es una coalición mayoritaria que
puso en marcha una política consensuada con la comunidad internacional y
apoyada por los venezolanos en Asambleas de Ciudadanos. Su principal vocero es
Guaidó, agrupa a los partidos que tienen capacidad político-electoral y
ostentan la mayor representación parlamentaria. Para este sector, una
intervención militar no es lo deseable, ni mucho menos la única salida, sino
una posibilidad cierta que puede obligar a una negociación política con un
marcado arbitraje de la comunidad internacional, lo cual evitaría que ese
esfuerzo se convierta en otra burla a los venezolanos. Habida cuenta de la
vocación delictiva del régimen, una negociación que derive en elecciones libres
solo es posible bajo una enorme presión social y política, nacional e
internacional. Así que “todas las opciones están en la mesa”, no es entonces
una consigna bélica sino la expresión de quien evalúa todas las alternativas
para alcanzar una salida pacífica y electoral.
Claro,
es justo decir que entre los extremistas belicistas hay gente que honestamente
piensa que no hay otra salida. Así como entre los extremistas complacientes
debe haber muchos ingenuos o confundidos creyendo en pajaritos preñados. En el
mejor de los casos, ninguno ha entendido que estamos ante un proceso sumamente
complejo que exige plena confianza en el liderazgo que lo conduce. Ojalá
reflexionen, no es tiempo de mezquindades y el país le pasará factura a quienes
no aporten a la unidad en esta hora crucial.
Richard
Casanova
@RichCasanova
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