Corina Pons y Mayela Armas 23 de octubre de
2019
En la ciudad venezolana de Maracaibo, un grupo de
empresarios ha conseguido aumentar la producción de camarones, pero pocos de
esos mariscos se sirven en las mesas de la nación petrolera que sufre una
inédita crisis alimentaria.
Alrededor del 90% de los camarones que se procesan en
esa zona salen congelados a países de Europa y Asia con la anuencia del
presidente Nicolás Maduro.
El mandatario venezolano ha elogiado por televisión
las exportaciones no petroleras. Maduro redujo algunas restricciones a las
empresas privadas para permitir que más productos vayan al extranjero, en un
intento por obtener divisas para remontar la crisis del país, dijeron a Reuters
unos diez empresarios y ejecutivos de la industria de alimentos.
Así, también quesos, aguacates, limones, mangos,
berenjenas, tomates, dulces e incluso cereales para el desayuno están
encontrando compradores internacionales.
Unas 140 empresas venezolanas comenzaron en 2017 a
exportar por primera vez, la mitad de ellas alimentos, de acuerdo con la
información de la firma ImportGenius, que recopila datos de aduanas sobre los
movimientos de importaciones y exportaciones.
Esas ventas al exterior son aún pequeñas, con facturas
que en muchos casos no sobrepasan el millón de dólares por año. Venezuela sigue
dependiendo de las exportaciones petroleras, que en 2018 aportaron 29.000
millones de dólares.
Aun así, los datos muestran un cambio en un gobierno
que por años culpó al sector privado de la escasez de bienes básicos, acusándolos
de acaparar, especular y lucrar. Las empresas argumentaban que las fuertes
regulaciones de precios y cambios -además de las nacionalizaciones- provocaban
una menor producción y fallas de abastecimiento.
Mientras tanto, algunos exportadores veteranos están
contando más que nunca con las ventas al exterior ante el colapso de la moneda
local.
Fernando Villamizar, presidente de la Asociación de
Productores de Camarones de Occidente, dijo que el menor consumo local ha
obligado a los productores a buscar clientela en el extranjero para sostener a
trabajadores que laboran en fábricas y centenares de piscinas.
Durante una mañana de agosto en una de esas plantas en
Maracaibo, los empleados -muchos de ellos mujeres y algunas de ellas indígenas-
vestían batas blancas, guantes y mascarillas para limpiar y luego congelar en
cajas los mariscos. Ese día preparaban un pedido con destino Francia. Las
procesadoras también despachan a España y Vietnam.
“Tenemos que salir y vender la producción fuera”, dijo
Villamizar. “Si no exportamos es imposible sobrevivir”.
Las ventas al extranjero de camarones alcanzaron los
81 millones de dólares el año pasado, frente a los 54 millones de dólares que
se colocaban en 2016, posicionándose como el cuarto producto no petrolero que
más se exportó en el país, según cifras de la Asociación Venezolana de
Exportadores.
SALIDA AL DETERIORO DEL CONSUMO
Maduro está fomentando las exportaciones no petroleras
ya que las sanciones de Estados Unidos han afectado las ventas de petróleo de
Venezuela. El gobierno está urgido de divisas.
En julio, el mandatario recorrió una fábrica en las
afueras de Caracas que produce chocolate y exporta a Japón. Durante la
transmisión de la televisión estatal dijo que “la producción que va al mercado
internacional permite el flujo de las divisas, llámese euros, rublos, yuanes o
criptomonedas”.
Las industrias de alimentos que se animan a exportar
necesitan tramitar una serie de permisos gubernamentales. Bajo la era Chávez,
el estado frecuentemente negaba esos permisos o los retrasaba, según los
empresarios y ejecutivos que conversaron con Reuters. Con la administración de
Maduro ahora algunos consiguen la documentación para salir y maniobrar, aunque
muchos siguen topándose con trabas.
El Ministerio de Información no respondió a una
solicitud de comentarios sobre la estrategia de exportaciones de Maduro.
Este año, el gobierno también flexibilizó la
supervisión de los precios, lo que ha permitido que más productos estén en los
comercios, dijeron tres ejecutivos del sector alimenticio.
Pero incluso con una mayor cantidad de artículos
disponibles en los anaqueles, los precios los convierten en inalcanzables para
muchos bajo la hiperinflación de Venezuela, que ha provocado una caída de más
del 60% en la demanda de alimentos procesados, según información de las
industrias locales.
El venezolano promedio consume 1.600 calorías diarias,
según Ciudadanía en Acción, una organización sin fines de lucro centrada en la
nutrición, 56% menos que hace cinco años. La cifra está por debajo de las 2.000
a 2.500 calorías por día que recomienda la Organización Mundial de la Salud,
por lo que millones dependen de los productos básicos subsidiados.
La caída de la demanda ha llevado a grandes firmas
venezolanas de alimentos, como Empresas Polar y General de Alimentos Nisa
(Genica), a exportar productos que hasta hace poco solo vendían en Venezuela,
según dos personas involucradas en esas operaciones y un tercero con conocimiento
de ellas.
El año pasado, las dos compañías exportaron un total
59.000 dólares en mercancías, principalmente a Argentina y Chile. Entre los
artículos que fueron al extranjero estaba una variedad de queso fundido.
Genica dijo a Reuters que estaba entrando en nuevos
mercados, pero no dio más detalles. Polar no respondió a las solicitudes de
comentarios.
La unidad venezolana de la multinacional Nestlé
también exportó hasta junio 18 toneladas de cereal instantáneo por unos 18.600
dólares a Estados Unidos, según registros portuarios.
Estos productos fácilmente se encuentran en los
negocios del país, pero no todos los trabajadores pueden comprarlos como antes.
Es el caso de Doris Molina, una contadora de 28 años, que tiene un hijo de
cuatro años.
“Antes le daba cereales, ahorita no, por lo caro que
está”, dijo mientras caminaba llevando a su pequeño en brazos en un centro
comercial de Caracas. El precio del cereal instantáneo subió alrededor de
3.400% en los últimos doce meses.
Nestlé dijo en un comunicado que sus exportaciones
generan las divisas necesarias para adquirir materias primas y que esas ventas
cumplen con la ley venezolana.
Las exportaciones no violan las sanciones de Estados
Unidos, que prohíben a las empresas estadounidenses hacer negocios con el
gobierno de Venezuela o con estatales como PDVSA. Las empresas privadas
venezolanas pueden vender a compradores estadounidenses.
El abogado Daniel Sánchez se animó hace tres años a
instalar en un estado central de Venezuela una cría de tilapias, un pescado
desconocido en gran parte del país. Encontró compradores en Colombia y tiene en
la mira el mercado de Estados Unidos.
Mientras recorría las piscinas llenas de coloridos
peces de su finca, Sánchez dijo que cada kilo de tilapia se vende en 2 dólares.
Eso equivale a casi una semana de ingresos para los venezolanos que devengan el
salario mínimo de 7,8 dólares.
“Nuestro norte es exportar”, señaló Sánchez.
Ramón Goyo, presidente de la Asociación de
Exportadores de Venezuela, dijo que todas las semanas una nueva compañía se une
a la organización en la búsqueda de asesoramiento sobre cómo vender en el
extranjero.
“Están buscando una esperanza”, dijo Goyo. “No hay
mercado en la hiperinflación de Venezuela. No hay capacidad de compra”.
Las ventas externas no petroleras, incluidas las de
alimentos, repuntaron 26% en el primer trimestre de 2019 frente al mismo lapso
de 2018, cuando la economía se hundió 27%, según las cifras más recientes divulgadas
por el Banco Central de Venezuela.
SOBORNOS Y APAGONES
Pese a los elogios de Maduro a los exportadores, las
personas entrevistadas por Reuters dicen que el gobierno aún no les pone las
cosas fáciles.
El propio mandatario mencionó los obstáculos en el
acto en la fábrica de chocolates. “Todavía están las trabas que impiden que las
empresas puedan exportar con facilidad”, dijo.
Los permisos necesarios mencionados aún se pueden
negar de manera inexplicable de un mes a otro, y las exportaciones de alimentos
básicos, como harina de maíz y arroz, siguen prohibidas.
Los empresarios consultados dicen que los gobiernos
municipales y estatales, con escasez de efectivo, han aumentado los impuestos a
los exportadores y que los puertos estatales han elevado las tarifas.
En zonas como Maracaibo, la segunda ciudad de
Venezuela, también algunos funcionarios buscan que les paguen sobornos, dijeron
a Reuters tres personas que sabían de los cobros.
La agencia portuaria estatal Bolipuertos no respondió
a una solicitud de comentarios. Las autoridades del Zulia, donde se encuentra
Maracaibo, tampoco respondieron los correos electrónicos en busca de
comentarios.
Y hay todavía más barreras. Algunas compañías que
tienen clientes en el extranjero, pueden perderlos debido a la precaria
situación para hacer negocios en Venezuela.
La empresa Venezolana de Frutas (Venfruca) hace tres
años comenzó a exportar pulpa de naranja y maracuyá a los Países Bajos y Suiza
después de que la demanda local se desplomara. Las ventas a Holanda se
convirtieron rápidamente en una fuente crucial de ingresos para la empresa,
según una de las gerentes de la planta Karolis Laguna.
Pero Venfruca este año ha tenido problemas para
encontrar suficiente fruta. Los agricultores venezolanos a quienes les compran,
también han descubierto que las exportaciones son rentables y están vendiendo
cada vez más a la vecina Colombia.
El brote de una plaga en los huertos de Venezuela ha
empeorado la escasez de cítricos. “Tenemos órdenes de compra abiertas porque no
tenemos la materia prima”, agregó Laguna en momentos en que la planta estaba
sin luz por los frecuentes apagones que sufre Barquisimeto, una ciudad al oeste
del país.
La empresa láctea Bufalinda comenzó el año pasado a
exportar su queso mozzarella, hecho de leche de búfala, al estado de Florida en
Estados Unidos por una necesidad “urgente” de apuntalar sus finanzas, dijo
Alberto Duhau, uno de los propietarios de la empresa ubicada en el este de la
nación.
Bufalinda vio como los costos de los fletes aéreos se
dispararon 60% este año luego que las sanciones estadounidenses bloquearon los
vuelos directos a Venezuela.
Aún así, Duhau dijo que sus ventas a Estados Unidos
son rentables y que espera seguir expandiéndose allí.
“Esto es una carrera de aguante”, agregó. “Se mantiene
el que tiene el tanque de oxígeno más grande”.
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