Por Luisa Pernalete
Mientras peor está la
situación, más falta hace que los venezolanos nos tomemos tiempo para
descansar, respirar profundo, bajar los niveles de estrés, recuperar fuerzas y
ánimo. Y en el caso de los niños, niñas y adolescentes, descansar, jugar,
recrearse, forma parte de su desarrollo. No es un lujo pues, ni puede ser visto
como un privilegio. Y por si acaso, aquí les coloco los artículos que lo
certifican:
“Todas las personas tienen derecho
al deporte y a la recreación como actividades que benefician la calidad de vida
individual y colectiva”. Artículo 111 de la CRBV.
Y en el caso de los NNA, los
artículos 63 y 64 de la Lopnna. El 64 reza:
“El Estado debe garantizar
la creación y conservación de espacios e instalaciones públicas dirigidos a la
recreación, esparcimiento, deporte, juego y descanso”.
Y por si acaso, también la
Convención Internacional de Derechos del Niño, en el artículo 31, que como se
sabe, es de cumplimiento obligatorio para los Estado partes, es obligatorio.
Construida en medio de dos
ríos hermosos, con parques naturales como parte de su identidad, permitía que
unos minutos pudiera uno llegar al Cachamay o a La Llovizna y disfrutar de ese
regalo de la naturaleza. No había visitante que llegara a Fe y Alegría Guayana
que no incluyera en su agenda “ir a La Llovizna y al Cachamay”.
Ustedes se preguntarán que a
qué viene toda esta introducción. Pues resulta que hace unos días nos enteramos
de la ingrata noticia del cierre del parque La llovizna de parte de la
Gobernación del estado Bolívar, “por mantenimiento”.
A mi edad, uno cree que lo
ha visto todo: un país petrolero, sin gasolina; una “potencia gasífera” y los
ciudadanos cocinando con leña; una ciudad entre dos grandes ríos, y hay
sectores sufriendo de sed; un país que hace dos décadas exportaba electricidad
a Colombia a Brasil, ahora en penumbra casi nacional; unas empresas hace dos
décadas prósperas, ahora cerradas con sus trabajadores en sus casas; y ahora
unos parques, regalo de la naturaleza, con unas instalaciones excelentes, con
el río Caroní que no descansa, ahora “cerrados por mantenimiento”.
¿No es posible mantener esos
espacios sin necesidad de cerrarlos? ¿Es muy complicado cortar monte con
visitantes cerca? ¿Limpiar las cominerías es asunto de especialistas que hay
que traerlos de otras partes? ¿Qué pasa en La Llovizna que no lo sepan los
guayacitanos?
Yo no salgo de mi asombro.
No creo que los ciudadanos se merezcan tanto castigo. El parque La Llovizna no
es propiedad privada del Estado, es de los ciudadanos y es una posibilidad de
hacer realidad el derecho al descanso y a la recreación.
26-10-19
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