Por Gregorio Salazar
Aunque la sucesión de
acontecimientos y las conmociones sociales que desencadenaron crean la
sensación de que abarcan un período más prolongado, ha sido apenas en 21 días
en que hemos visto desfilar la disolución del Congreso del Perú y la
agudización de la crisis política, los estallidos de multitudinarias protestas
en Ecuador y Chile contra medidas económicas y la perpetración del fraude en
las elecciones primarias de Bolivia.
Veintiún días son sólo los
límites que marcan las fechas en que se produjeron las decisiones políticas
porque obviamente hechos de tanta magnitud van a continuar generando efectos
políticos, económicos y sociales a corto, mediano y largo plazo en las sociedades
de esos países, tres de los cuales se mantienen bajo estado de excepción,
situación probablemente inédita en la historia del continente.
De los cuatro gobernantes
involucrados en estos relevantes episodios, quien luce por ahora mejor librado
es el gobernante peruano Martín Vizcarra, porque su cruzada anticorrupción
cuenta con el apoyo popular para enfrentar a un cuerpo legislativo que se niega
a abrirse a los cambios y se aferra a sus fueros.
Vizcarra ha subido a niveles
de aprobación de casi el 80 %, pero la sola popularidad no le ha bastado para
sortear las trabas que le interponen a sus proyectos de reformas políticas la
dupla del Apra y el Fujimorismo. El rumbo político que seguirá el Perú se sabrá
en definitiva en las elecciones generales previstas para el 2021.
El 2 de octubre se produjo
el anuncio de las medidas pactadas por el gobierno de Lenín Moreno con el FMI,
que incluían la eliminación del subsidio al combustible, y enseguida surgieron
las protestas de los sectores sociales. Arrinconado, Moreno reculó y
derogó la medida para abrir un marco de negociaciones que esta semana se habían
estancado. Los problemas económicos, cuyas causas Moreno achaca a su
predecesor Rafael Correa, presagian nuevas convulsiones atizadas por la
confrontación política con su otrora aliado.
En Chile ni siquiera se
trató de un paquete completo de medidas como en Ecuador, sino la subida de 800
a 830 pesos en el pasaje del metro, que además tiene tarifas diferenciadas en
las horas pico. Las dimensiones de la rebelión popular superan con creces en la
extensión y costo de los daños al Caracazo del 27F del 1989, pero el costo en
vidas humanas ha sido muy menor, cerca de la veintena, en comparación con el
sacudón venezolano. La explicación más repetida es que se han acumulado desigualdades
y se ha retardado llenar las expectativas, sobre todo de la creciente clase
media, surgidas durante 30 años de democracia y economía de libre mercado.
En Bolivia, Evo Morales
continuó socavando indetenible la democracia del país andino y después de
burlar el mandato popular refrendario contrario a la reelección ahora impide
mediante la manipulación de los votos la realización de una segunda vuelta
electoral en la que su derrota estaba cantada. El pueblo está en la calle,
mientras Morales pretende seguir adelante con su plan de perpetuación en el
poder al mismo estilo de Ortega en Nicaragua y el chavismo en Venezuela.
Para que estos tiempos sean
más definitorios, al cuadro de esa cuarteta de países hay que sumarle las
inminentes elecciones de Argentina y Uruguay. En el primero de esos países, el
gobierno de Macri ya había tenido que actuar a contracorriente de su proyecto
económico, aprobando medidas asistenciales de urgencia, dada su clara derrota
en las elecciones primarias que vaticinan su salida del poder.
En Argentina, Ecuador y
Chile sus gobiernos reconducen sus medidas, paralizan unas, morigeran otras,
dialogan, se abren al reclamo de la sociedad, y en el caso de Piñera llegan a
pedir perdón a sus compatriotas por su falta de visión sobre la realidad social
de su país. No tardó en reaccionar presentando una agenda social que es
demostración de su apertura a las inquietudes de la población.
Frente a ese modo de hacer
está el régimen chavista que ha llevado a los venezolanos al inframundo. Se asume
infalible y se manifiesta insensible, desalmado y sordo al clamor de la calle
que ha reprimido con baños de sangre. Ni un paso atrás, ni en el perverso plan
político ni en la insensatez económica. Y como era de esperarse manifiestan
impúdicamente su alegría por lo que acontece en el sur, supuesta comprobación
de que es aquí donde se está en el camino correcto en contraste con las
políticas de libre mercado de aquellos países, y además reclaman
fanfarronamente su protagonismo en esos sucesos. Eso sí, desmontan
disimuladamente el control de cambio y de precios, buscan entregar empresas
públicas al extranjero, mientras se desgañitan contra el neoliberalismo.
Ha temblado, pues, en el
continente y dependiendo de las réplicas que habrán de producirse sabremos
hacia donde nos conducen los nuevos tiempos.
27-10-19
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