Por Simón García
La dirección principal de la
oposición, asentada en la Asamblea Nacional, apela a reintroducir otra calle,
calle que suena a recurso desesperado. El fuerte respaldo, incluido el
financiero, de los EEUU, no parece revertir un estancamiento a punto de
decapitar las esperanzas que con tanta potencialidad surgieron a principios de
año.
Es imposible ocultar la
estrategia de los tres pasos se agotó. Ya no motoriza avances hacia la
democracia porque es una estrategia fallida. En el embudo de la ausencia de
logros se desliza el fracaso de un plan que ofreció una rendición o renuncia de
Maduro por vía militar y rápida.
Es hora de abandonar
fantasías que debilitan y fragmentan a la oposición. La lucha por el cese
democrático de la usurpación debe pasar a ser el centro de una estrategia
realista que ponga fin a las ilusiones sobre un golpe de Estado dado desde el
régimen para eyectar a Maduro o el indeseable delirio de abrir puertas a la
anarquía mediante la invasión de ejércitos extranjeros.
El camino pacífico y
civilizado comienza por concentrar la lucha en la elección de un nuevo CNE por
parte de la AN, en acordar nuevas condiciones de participación equitativa y
aprobar un cronograma que asegure la realización de dos elecciones inevitables,
las parlamentarias y las presidenciales.
Una porque corresponde
constitucionalmente, la otra porque desanuda el conflicto de poder. Ambas,
juntas o seguidas, son necesarias para iniciar la nueva gobernabilidad plural,
reunificar a los venezolanos y trabajar para reconstruir lo que ha sido
destruido.
Para hacer viable una
elección es indispensable un consenso internacional que contribuya a
arbitrarla. Las democracias aliadas que nos prestan su solidaridad deben
favorecer que sean los venezolanos quienes decidan cómo salir del infierno que
construimos.
El caudillismo, el asalto,
la imposición de cañones inexistentes sobre la política posible y deseable es
la peor forma de correr la crisis. El poder no se obtiene mediante un
cortocircuito entre las bolas y las vísceras sino con astucia, inteligencia,
creación de nuevos equilibrios y concentración de fuerzas.
Un régimen con el monopolio
de palancas efectivas de poder; con capacidad de coacción y represión, sostenido
en la fuerza militar no es susceptible de ser derrocado por vía armada. La
democracia no tiene porque nacer de la violencia y la sangre.
En cambio, la victoria de
una oposición unida es indetenible en cualquier elección, presidencial o
parlamentaria. A menos que la oposición le haga el trabajo al régimen y repita
la cartilla abstencionista. La vía rápida para derrotarnos nosotros mismos.
El cambio de estrategia debe
producirse y debe encabezarlo Guaidó, los diputados de la AN y los dirigentes
de los partidos. Desplazar el eje de la oposición a una alianza entre moderados
y radicales que permita el entendimiento de país con fuerzas hoy en el gobierno. Es
la manera de salir de la trampa antes que nos destruya a todos.
27-10-19
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