Ismael Pérez Vigil 20 de octubre de 2019
Los
caminos se angostan. En enero de este año todo parecía propicio para un rápido
final y una salida del régimen. El comienzo del nuevo período legislativo con
la designación de nuevas autoridades y la definición de una ruta –cese a la
usurpación, gobierno de transición y elecciones libres– junto con grandes
manifestaciones y movilizaciones opositoras así parecía indicarlo, incluso para
aquellos que pensábamos que la designación de un presidente por parte de la
Asamblea Nacional no era una buena decisión política.
El
tiempo nos ha ido diciendo que, al menos desde el punto de vista de liderazgo,
aquella fue una decisión acertada, aunque después algunos de los errores
cometidos alejaron la perspectiva de una salida como se veía en enero, fácil y
rápida. Los mangos no estaban bajitos; con todo lo ocurrido aprendimos que no
teníamos la fuerza a nivel interno, ni el apoyo internacional suficiente
todavía, para que esa anhelada salida se pudiera concretar.
Hoy
nos damos cuenta de que las minorías activas, manipulando la información y las
redes sociales, imponen su opinión, frente a una gran mayoría que ha decidido guardar
silencio. Ante esa situación los formadores de opinión –que hoy llaman:
“influencers”, “bots”– tanto del gobierno como de la oposición extrema
aprovechan la ocasión para estimular sus propias ideas; unos –los del régimen–
tratan de convencer a los opositores diciéndoles que “no hay nada que hacer,
todo está perdido, cualquier esfuerzo es inútil…”; y otros –los de la oposición
extrema– que aprovechan para arreciar en contra de aquellos opositores que no
comparten la ruta de salida en la que ellos creen y pretenden que han diseñado.
Pero
todo esto ha tenido una virtud: que los campos se deslinden, que las ideas se
aclaren, y que se vayan perfilando cuáles son las opciones en las cuales nos
vamos alineando. Para el gobierno, la perspectiva es simple, en su afán de
sobrevivir y teniendo claro que la fuerza opositora sigue siendo limitada, al
menos en comparación con la fuerza física y bruta que él posee, trata de mover
la perspectiva de adelantar elecciones, pero parlamentarias, que de todas
formas ya tendrán que celebrarse en el 2020 que es lo constitucionalmente
previsto. Obviamente trata de manipular la fecha, adelantándola para un momento
que le sea propicio o menos desventajoso y que sea bajo sus “condiciones”, unas
que le garanticen el triunfo o que impidan una derrota como la del 2015.
En
la oposición –al no existir un pensamiento único que se impone por la fuerza,
como en el régimen– la situación es un poco más compleja. Las vías de salida
que algunos veían en enero se han ido cerrando. Ya tenemos plena conciencia que
no contamos con una fuerza militar interna que restituya la legalidad
constitucional. Tampoco se cuenta con una –indeseable– intervención extranjera
de ningún tipo, ni siquiera con el TIAR, mucho menos con el mítico R2P.
Algunos, sin embargo, todavía apuestan por una “insurrección popular” que de
todas maneras nadie parece estar organizando y que podría ser muy peligrosa de
producirse espontáneamente, pues cuando los pueblos están dispuestos a producir
un cambio violento, pueden hacerlo en cualquier dirección, no necesariamente en
la dirección deseada, de acuerdo con alguna doctrina, ideología o programa
particular.
Nos
va quedando una opción de la cual muchos no hablan porque levanta todo tipo de
pasiones y de insultos: la opción de negociar una salida electoral. Eso supone
en primer término tener la fuerza suficiente no solo para obligar a la
dictadura a sentarse en la mesa de negociación, sino también para que acepte
las condiciones que allí se le presenten; y, en segundo lugar, supone estar de
acuerdo en las características de esa vía electoral y eso tampoco es tan
sencillo.
Frente
a la posición de negociar, la discusión en la oposición se debate en dos
simples términos: hacerlo o no hacerlo. No voy a repetir aquí esa discusión, ni
los términos con los que nos calificamos mutuamente quienes estamos por una u
otra opción.
Sobre
la opción más concreta de la vía electoral se presentan también varias
posiciones en el sector opositor; una, la de quienes la rechazan de plano y se
decantan por cualquier otra salida, muchas veces sin concretar o proponer
ninguna. Dos, entre quienes aceptamos esta vía se presentan varias opciones
también; está la de los que están dispuesto a aceptar cualquier proceso
electoral que proponga el régimen, sin ningún tipo de condición y plantean
asistir al proceso con una posición voluntarista, contando simplemente con que
la oposición tiene la mayoría suficiente para ganar y el régimen “respetaría”
ese resultado. Quiero pensar que en ese sector hay un grupo que considera que
debe haber unas ciertas condiciones, mínimas, aunque en cualquier caso acepten
ir a un proceso electoral sin mayores pretensiones.
Pero
creo que hay un sector mayoritario de la oposición, que está silencioso y no se
manifiesta, que apoya a quienes pensamos que se debe negociar una salida
electoral, pero con condiciones mínimas que ya hemos expuesto en otras
oportunidades; por ejemplo, un CNE imparcial, observación y supervisión
internacional, que voten todos los mayores de 18 años, donde quiera que estén,
en síntesis, y para no extenderme mucho, que se respeten las leyes electorales.
Pero lograr eso supone dos elementos fundamentales: uno, la unidad opositora
que enfrente a la dictadura como una sola fuerza o por lo menos como una fuerza
mayoritaria y que logremos las alianzas internas suficiente que movilicen a la
población para ir a votar y defender el voto; y dos, las alianzas
internacionales que se constituyan en una fuerza que obligue al régimen a
respetar los resultados que, sin duda alguna, no le serán favorables.
Lograr
esta fuerza interna con movilización de la mayoría venezolana que repudia a la
dictadura y lograr esa coalición internacional que nos apoye en una salida
electoral, debe ser la estrategia política y las tareas prioritarias de la
oposición, a la que debe dedicar todo su esfuerzo
Ismael
Pérez Vigil
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico