Por Piero Trepiccione
En los últimos tiempos es
impresionante el llamado a una confrontación bélica para generar
una transición política en Venezuela. Las redes sociales están llenas
de mensajes, a veces edulcorados, otras absolutamente directos, solicitando una
intervención militar o bien de los Estados Unidos o de Brasil y Colombia
actuando en eje con la comunidad internacional. Particularmente, llama la
atención aquel video que se hizo viral rápidamente donde un joven migrante
venezolano con lágrimas de desesperación, le pide a Luis Almagro, secretario
general de la OEA, que le diga a los “gringos” que, de una vez por todas,
invadan a Venezuela para derrocar al tirano.
Este fenómeno ha venido
multiplicándose a gran velocidad, especialmente, luego de los eventos ocurridos
en el país tanto en 2016 como en 2017, 2018 y lo que va de año, que han ido
cerrando las oportunidades de viabilizar una salida política al conflicto
venezolano y a su compleja crisis económica.
En paralelo, hemos venido
observando cada vez más, reiteradas declaraciones de altos voceros políticos y
militares tanto de los EEUU como de la Unión Europea, que lo que “aplica” en
Venezuela es una solución diplomática. Desde Mike Pompeo, secretario de
estado norteamericano pasando por el jefe del comando sur y la máxima
representante de la política exterior europea, Federica Mogherini, entre otros
altos calificados funcionarios han dejado traslucir que nadie por
ahora, está dispuesto a ir a una guerra sino que la política debe ser la
protagonista de la solución.
Pero frente a estos mensajes
directos y claros, hay grupos interesados en seguir aupando una salida de esta
naturaleza para facilitar la transición y luego tomar el poder sin mayor
esfuerzo. Esta es una visión que se resumiría así: “ustedes hagan el trabajo
sucio y luego yo me encaramo en el coroto” sin medir los costos económicos, políticos,
sociales y de vidas humanas que tendría una fórmula de este tipo. Hasta el
propio presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a quien muchos veian como un nuevo
salvador para Venezuela, se desmarcó tajantemente de una salida militar aún
habiendo sido muy duro en el marco de la campaña electoral.
Como vemos, la cosa no es
tan fácil como nos la han estado planteando. En ello hay que insistir hasta la
saciedad para desmontar las visceralidades promovidas por grupos interesados en
“que otros lo hagan”. Las guerras no son gratuitas, eso hay que tenerlo
muy claro. Los países de la región, impactados y desbordados por la migración
de miles y miles de venezolanos, se han venido articulando para propiciar
salidas que detengan este fenómeno. Se están dando pasos cruciales para
extender el cerco financiero y los movimientos tácticos del gobierno venezolano
que hasta ahora se niega a abrir el cauce de una transición ordenada. Esto con
el fin de obligarlo a negociar.
Pero la comunidad
internacional sola no puede como tampoco solos no han podido los
venezolanos. Se requiere de una sinergia entre los factores
geopolíticos internos y externos para quebrar los dogmas y las resistencias de
los duros de Caracas. En estas últimas semanas las cosas parecieran estar
apuntando en esa dirección. La política vuelve a recuperar protagonismo pese a
los mensajes de los radicales; no obstante, será un gran desafío poder abrirse
paso. Detrás quedan los numerosos errores cometidos que deben servir de lección
para aligerar el camino. Aún hay tiempo, pero cada vez es menor. La situación
social está en fase de “pre-ebullición” y esto lo sabe perfectamente el
gobierno y especialmente, las fuerzas armadas. Ojala tengamos más política
y menos guerra.
20-10-19
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