José Luis Farías 20 de octubre de 2019
@fariasjoseluis
La
otra cara:
El
jueves 17 de octubre se produjo la incorporación del régimen de Nicolás Maduro
al Consejo de DD.HH de la ONU, gracias a una mayoría de regímenes autoritarios,
iguales o peores al suyo.
Un
suceso que no impedirá, de ningún modo, se continúe vigilando, investigando y
documentando desde el organismo la violación de derechos humanos y siga la
presión por permitir condiciones para su investigación en Venezuela.
Coincidió
el penoso hecho con el abominable crimen de Edmundo “Pipo” Rada, activista del
partido Voluntad Popular en la alcaldía de Petare del área metropolitana de
Caracas, varias veces amenazado y perseguido por el régimen.
El
cuerpo del ex-concejal fue hallado en la carretera Petare-Santa Lucía del Tuy,
con dos tiros de gracia en la nuca, completamente calcinado hasta el cuello y
una bolsa cubriendo toda la cabeza, una imagen dantesca propia de los más
horribles crímenes.
¿Casualidad?
Pudiera pensarse fue así. Algunos articulistas resaltaron la conjunción del
destino, dado el grotesco contraste de asignarle una silla en el máximo
organismo mundial de DD.HH a un régimen que ese mismo día asesinaba a un
dirigente político.
La
idea era darle relevancia al carácter vergonzoso de la votación de la Asamblea
del máximo organismo internacional por favorecer al criminal régimen de Maduro,
cuyas violaciones masivas de los derechos humanos habían sido denunciadas ante
el mismo ente mundial por el Informe Bachelet.
Sin
embargo, pudiera también pensarse que no todo fue casualidad. Pues es posible
haya sido producto de un acto del mayor sadismo de la dictadura usurpadora para
sembrar miedo en la población, acentuar la desmoralización producida por el
oprobioso hecho ocurrido en la ONU y enfriar la protesta de calle que viene
tomando cuerpo.
“Piensa
mal y acertaras”, dice el refrán. Del Pranato gobernante, estructura criminal
que destruyó el Estado y suplantó la república, se puede pensar cualquier cosa
macabra casi sin temor a equívoco.
Las
protestas populares en las barriadas de Catia, Petare y demás sectores humildes
de Caracas después del alzamiento de guardias nacionales el 21 de enero pasado
fueron una campanada que el régimen usurpador no pasó inadvertida.
Se
percató de la veracidad del rechazo popular reflejado en los estudios de
opinión, pudo constatarlo junto a la disposición de la gente a luchar en las
calles para echarlos del poder y decidió tomar fuertes medidas represivas
contra los ciudadanos humildes.
En
adelante siguió una verdadera razzia para peinar los barrios disparando a
matar, allanando viviendas, sembrando falsas evidencias, con persecución y
detención de dirigentes populares, instruyendo falsos expedientes, torturando y
aplicando ejecuciones extrajudiciales.
El
FAES, una especie de cuerpo parapolicial integrado en gran medida por
individuos reclutados del hampa común, sin ninguna restricción para su
actuación, fue el principal recurso utilizado para la ejecución de todas esas
acciones contra la población humilde de las grandes ciudades del país.
El
objetivo central del plan represivo era evitar la incorporación de los llamados
sectores populares a la protesta de calle hasta ese momento lideradas por
sectores empobrecidos de la clase media.
Un
propósito claro y revelador de la estrategia del régimen de concentrar a la
población en la búsqueda de los bienes para la subsistencia al conjugar los
efectos de la acentuación de la crisis económica con la represión.
En
ese siniestro plan de la estructura criminal que asaltó a la nación ha tenido
papel determinante el control ejercido sobre la misma por el régimen cubano
entronizado en el país
Así
queda claro en el testimonio del mayor general Hugo “Pollo” Carvajal, ex-jefe
de inteligencia militar del régimen, hoy asilado en España, vertido en la
acuciosa entrevista realizada por la periodista venezolana Ibéyise Pacheco, hoy
en el exilio, publicada en el Diario Las Américas del empresario venezolano
Nelson Mezherane, también en el exilio.
El
castrismo dirige la represión del régimen de Maduro, fijas sus políticas;
entrena torturadores y ordena persecuciones, detenciones, torturas y crímenes;
controla implacablemente el pulso de las protestas en particular en los
sectores humildes de la población ¿Por qué no pensar que la muerte del “Pipo”
Rada está enmarcada bajo esos lineamientos?
Las
revelaciones del “Pollo” Carvajal son muy elocuentes al respecto:
“-Cuba
es la génesis de la crisis venezolana. Si no atacas a Cuba como problema
fundamental, no va a cambiar el sistema. A partir de 2002, Chávez fue cediendo
espacio a los Castro. Se sentía acorralado después del 11 de abril. Yo no veía
claramente
lo que sucedía, pero seguía y respetaba a Chávez. Además, en ese momento no
había emergencia económica. El desastre se desató con Maduro quien es un títere
de esa dictadura. Ha costado para que la gente se convenza de eso.”
“Los
cubanos le dictan a Maduro los lineamientos de la política represiva. Deciden
qué
hay que hacer antes de cualquier protesta. Ordenan tomar previsiones porque
saben cuándo la gente va a manifestar. Dirigen el ataque, mandan a matar. Nadie
debe dudar que lo de los cubanos es un control férreo, implacable.”
“Los
cubanos también se han encargado de dirigir y entrenar la ejecución de
torturas. Es tan decisivo el poder de los cubanos que ha sucedido algo
impensable para mí: que oficiales venezolanos torturen a sus compañeros
militares. Muchos de los ahora torturadores venezolanos han recibido
entrenamiento en Cuba. Es evidente que los oficiales que han ingresado
recientemente bajo el mando de Nicolás Maduro a la Dirección de
Contrainteligencia Militar, entraron con esa directriz, la de violar los
derechos humanos.”
El
plan de protesta presentado por Juan Guaidó para las próximas semanas apunta
hacia la retoma de la calle como escenario fundamental de la lucha contra el
régimen. Lo compartimos en su propósito general y acompañamos el llamado.
No
obstante, debemos advertir, sin objetivos claros cualquier protesta deriva en
frustración y como dice mi buen amigo, León Arismendi, la calle por la calle
misma se convierte en “un callejón sin salida”.
José
Luís Farías
@fariasjoseluis
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