Desde
el pasado viernes las protestas en Chile han escalado a un estallido social que
ha causado la muerte de 11 personas y cientos de detenidos
Los
venezolanos que han emigrado a Chile ven repetir la experiencia que vivieron en
Venezuela con el aire lleno de gases lacrimógenos y la imposibilidad de
transitar libremente por calles y avenidas.
Algunos
sienten que es una pesadilla y otros que la tragedia les persigue adonde quiera
que van. Lo cierto es que reviven todos los acontecimientos que presenciaron
cuando estaban en su país.
Desde
el viernes, la capital chilena, Santiago, ha sido el epicentro de una serie de
disturbios, generados luego de que el presidente Sebastián Piñera anunció un
aumento en el costo del pasaje del metro.
Lo
que comenzó como un cacerolazo en rechazo a la medida, derivó en una ola de
enfrentamientos entre los cuerpos de seguridad y ciudadanos, quienes la tarde
del sábado ingresaron a las instalaciones del subterráneo y causaron daños a la
estructura.
Una
pesadilla
Denys
Hoyos emigró a Santiago de Chile hace año y medio, buscando nuevas
oportunidades laborales y estar con su familia. En sus propias palabras, nunca
se imaginó que pasaría por una situación de protestas nuevamente. Este
escenario le hace sentir que está viviendo en medio de una pesadilla.
“No
pensaba que una protesta pequeña llegara a donde ha llegado. Han quemado
supermercados, edificios completos, farmacias. Esto da dolor. Ni en Venezuela
ha habido tanta violencia como la que está ocurriendo aquí”, señaló.
Hoyos
declaró que la conflictividad no solo se ha desarrollado en la capital, sino
que otras zonas como Valparaíso y Concepción, también se encuentran en tensión.
La
venezolana expresó sentirse angustiada sobre su porvenir en Chile ya que los
destrozos en calles y edificaciones son de gran magnitud.
“Hay
semáforos destrozados, más de 140 mercados de Walmart saqueados. No sé cuándo
volveré a comprar alimentos porque quién sabe cuándo volverán a abrir sus
puertas los supermercados”, afirmó.
“Tampoco
sabemos cómo nos vamos a movilizar porque no hay metro, ni transporte
superficial”, añadió.
Hoyos
agregó que por la zona donde vive su hermana y sobrinos, las personas están
haciendo este lunes colas kilométricas para tratar de abastecerse de comida en
los pocos supermercados que no han saqueado.
“¿Será que una maldición me persigue?”
El anhelo de Lyadir Carolina Rivero, de 50 años de
edad, era llegar a Chile, reencontrarse con su hija y poder trabajar, pues
quiere establecerse en ese país.
Sin embargo, se llevó una sorpresa al bajarse del
avión hace cuatro días, pues llegó justo en la semana en la que comenzó una
serie de protestas que han desencadenado en un estallido social.
Rivero salió huyendo de Venezuela después de perder en
menos de tres meses a un cuñado y a dos hermanas por la falta de medicamentos e
insumos médicos para tratar el cáncer o la diabetes que padecían.
Esa situación estaba apunto de volverla “loca”, pues
era la única que podía ayudarlos con comida con lo que su hija lograba enviarle
de Chile.
El día que falleció su último familiar, su hija
recolectó entre conocidos dinero para que Rivero pudiera cremar a su
hermana, porque ya se habían quedado sin recursos por lo seguido que fueron las
muertes.
Rivero, licenciada en Recursos Humanos, trabajaba en
un centro educativo en el que solo ganaba lo suficiente para costear su pasaje,
pero seguía ahí porque le gustaba lo que hacía y le daban comida todos los
días, así podía alimentarse.
Después de llegar traumatizada a Chile por lo que
vivió en Venezuela, se preguntó: “¿Será una maldición lo que me persigue a mí,
porque no es posible que yo llego aquí y enseguida pasan todas esas cosas, será
que yo traigo toda esa mala energía?”.
Saqueos sin control
Luz Marina Posada, de 66 años de edad, se estableció
hace dos años en Chile con su esposo. El sábado vivió momentos de terror cuando
un grupo de personas intentó ingresar al edificio en el que reside.
Todo ocurrió cuando quemaron la estación Macul, que
queda cerca del sector Bellavista de La Florida, donde vive Posada. En ese
lugar un grupo de personas saqueó un centro comercial y querían ingresar a la
fuerza a los edificios de la zona. Por ese motivo, los vecinos se vieron obligados
a organizarse para levantar guardias nocturnas e impedir que entren a robar sus
casas.
Patricia Nathaly Chacín, de 22 años de edad, vive en
San Bernardo, Santiago, desde hace tres años y durante su tiempo en ese país
nunca había presenciado actos de violencia de esta índole.
Chacín aseguró que reside en una comuna tranquila,
pero desde la ola de violencia la han declarado como zona roja, pues han habido
enfrentamientos, saqueos a bancos, barricadas, robos y destrucción.
“Nos dormimos con cacerolas, detonaciones y sirenas de
policías; despertamos con más cacerolas y helicópteros. Las cosas se han
agravado mucho con los días, anoche nos dormimos con el miedo de que entraran a
saquear nuestra casa, porque ya al pueblo enfurecido no le basta con acabar con
los supermercados y otros locales comerciales. El gobierno suspendió las clases
y actividades laborales el día de hoy. ¡Es increíble el miedo y todo esto que
está pasando!”, lamentó la joven.
La protesta se desvirtúo
Jesús Oviedo emigró a Chile hace dos años, el viernes
tuvo que recorrer 40 kilómetros en bicicleta para llegar a su trabajo y luego
retornar a su hogar. Desde ese día, no ha podido laborar como delivery (reparto
o entrega) porque la mayoría de los negocios han estado cerrados por más de 48
horas.
Especificó que recientemente aumentaron el precio del
metro a 800 pesos, no hubo quejas en ese momento. Sin embargo, poco tiempo
después lo subieron a 830 pesos, lo que desencadenó esta ola de disturbios.
“Subió el petróleo y subieron todo, menos el sueldo
mínimo (…). Creo que se desvirtuó un poco de la protesta como tal con los
destrozos. Me parece ilógico que la gente se queje que lo meten presos y que lo
tratan mal cuando hay toque de queda y los militares están en las calles”,
destacó.
Servicios públicos
Otra venezolana entrevistada declaró que el conflicto
no es solo por la subida del pasaje del subterráneo.
“El aumento realmente no es mucho; costaba 730 pesos y
ahora va a pasar a 830. No es nada. Pero, lo que pasa es que los chilenos están
molestos por varios aspectos. Lo del pasaje solo fue el detonante”, afirmó.
Esta joven, que vive en Santiago, explicó que los
servicios públicos en ese país son costosos y en las últimas semanas se han
anunciados incrementos.
“Quieren subir la locomoción (el transporte), la
electricidad, la salud, pero no aumentan el sueldo lo suficiente. Además, la
pensión es mucho menos del salario mínimo. Todo eso es lo que tiene furiosos a
los chilenos”, aseguró.
Con el incremento de la tarifa del metro de Santiago
(suspendida por Piñera), una persona que gane salario mínimo (300.000 pesos),
necesitaría 39.840 pesos al mes, usando ese sistema seis días a la semana.
No es la primera vez
Adriana Pérez emigró hace un año y medio a Chile con su
esposo e hijas gemelas. Afirmó que no es la primera vez que ha presenciado
protestas desde que llegó a ese país. Sin embargo, indicó que ningunas de ellas
habían sido tan violentas como las actuales.
Dijo que su esposo está trabajando desde casa desde el
viernes pasado y permanecen encerrados con sus hijas y sus cuñados, que
llegaron hace unos días a esa nación.
Señaló que el edificio donde vive está ubicado en una
zona en forma de u, eso los ha protegido del olor a gas lacrimógeno. Agregó que
a cuatro cuadras al este y cinco al norte de donde residen, se encuentra el
mayor alboroto de los disturbios, en Santiago centro, metro Toesca.
Pérez recordó que no es la primera vez que protestan.
Cuando llegó en abril del año pasado, estudiantes manifestaban porque habían
violado a unas chicas y porque los transgéneros querían que ser reconocidos
como mujeres. En esa ocasión salió a pasear con sus hijas, que tenían 1 año de
edad, y debió regresar corriendo a su casa, huyendo del olor a gas lacrimógeno
que asfixiaba a las niñas.
En verano (desde diciembre a febrero) también hubo
protestas. En esa oportunidad los estudiantes manifestaron porque había pocos
maestros y muchos alumnos. La ley chilena ordena que cada maestro esté
encargado de 10 personas. Y no había esa cantidad de docentes.
“¿Que pasó esta vez? Es el aumento de pasaje, es la
injusticia con el AFP (es como el Seguro Social), es el poco salario”, precisó
sobre los motivos de las protestas actuales.
Habla un chileno
Jaime Padilla, chileno, dijo a El Nacional que
la inestabilidad de su país se debe a un enorme descontento de sus
conciudadanos.
«El gobierno promete cosas y no las cumple, es un
gobierno que dice que hay y democracia y no es cierto. Por eso la gente se
reveló y lamentablemente haciendo cosas que no se deben como saqueos», expresó.
Acotó que el precio del transporte en Chile es tan
elevado que lo convierte en el país más caro de América Latina para
movilizarse. Añadió que gran parte de la molestia depende de la ineficiencia de
los servicios de salud.
«La gente se reveló y lo hace de la manera más fea que
son los saqueos. Lamentablemente aparece la gente que no tiene ética y hace
esas cosas», finalizó.
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