Por Luisa Pernalete
“Esta semana renunciaron 7
maestros. Estamos en emergencia. Se van porque el salario no les alcanza para
vivir”. Esto me lo contó una directora de una escuela de Caracas pero no es el
único caso. Entre octubre y noviembre en Fe y Alegría Zona Caracas, han
renunciado 115 docentes, 21 especialistas, 14 administrativos, 11 obreros y 6
directivos. Total: 167. Y esto no está pasando sólo en Fe y Alegría. En una
escuela nacional de una ciudad del interior, de la zona andina, el director me
dijo que tenía una renuncia y 6 abandonos: esto es docentes que ni siquiera
pasan una carta, simplemente se van si decir nada.
El drama es real y terrible,
pues nosotros sabemos trabajar sin pupitres, sin luz eléctrica, sin pizarra,
pero sin maestros no hay escuela posible. La pérdida del personal preparado, no
sólo maestros hablamos también de administradores, está añadiendo un elemento
más a lo que yo llamo “conspiración contra la educación”. Piense usted un momento:
robos a los planteles, malos servicios o ausencia de ellos, como en el Zulia
con la electricidad y el agua, la falta de alimentación -la letra con hambre no
entra-, el tema del transporte público, tanto para los alumnos como para el
personal…
Sobre esto último, en una
población del Táchira, la directora me mostró una loma que está a unos cuantos
kilómetros de la escuela: “¿Ve aquel cerro? Pues de ahí viene todos los días el
profesor Alexis. Camina hora y media para llegar y luego repite para volver a su
casa. Cuando crece la quebrada, no puede pasar. No es el único que camina más
de una hora para llegar al trabajo”, y me fue enumerando otros docentes que
también llegan a pie porque simplemente el transporte público ha dejado de
funcionar. Otra profesora debe tomar 3 buses diarios. Todo el sueldo se le va
en esos traslados. Aun así, en esa escuela, no sé cómo le hacen, el ambiente es
muy bueno, es escuela granja y la parte del campo da gusto. Uno se conmueve
para también piensa cuanto heroísmo más habrá que pedirle al personal para que
los niños tengan educación.
También de las escuelas
ubicadas en la frontera con Colombia, escucho este otro drama. “En algunas
poblaciones lo que circula es el peso. Los bolívares no alcanzan. Los maestros
preguntan si no podemos pagarles en pesos”. Sin embargo, perseveran. Cuando
escucho estos relatos, lo mínimo que se me ocurre es que tenemos que luchar por
un salario digno, que no suponga una carrera de obstáculos cada día enseñar.
Comparto unos datos para que
puedan entender porque los maestros están renunciando, incluso esos que a veces
llorando porque no quieren dejar a sus alumnos. Un docente 1 (con 1 a 3 años de
experiencia), gana 2.484 soberanos y si tiene postgrado, tiene una prima de
819, pero un docente 6, el mayor escalafón, gana 2.644, o sea que décadas de
experiencia la diferencia son escasos 160 soberanos. Sigo: la prima geográfica,
que es para esos docentes que trabajan en zonas lejanas a las ciudades, es de
26 bolívares. Y un director, que sea docente 6 (mejor se sientan antes de leer)
gana lo mismo, solo le diferencia la prima por jerarquía, que es de 86,94 ¡Un
pan! Y si es docente 6 es porque tienen 25 años de experiencia. No crean que me
he olvidado del bono alimentario: 180 para todo el mundo. ¿Una empanada?
Se lo que cuesta formar un
maestro, se lo que cuesta formar un director, Hoy se han multiplicado las
responsabilidades de un director porque el contexto educativo está muy difícil.
Los que hoy aceptan ser directivos de un colegio es porque son santos del siglo
XXI.
Confieso que escribir estas
líneas me ha resultado doloroso. Tengo sentimientos encontrados: por un lado,
dolor, rabia, y por otro, admiración al recordar a tantos maestros con vocación
que conozco, tantas secretarias, administradoras dedicadas, eficientes que
sostienen las escuelas abiertas.
Un país sin educación no
avanza. Unos niños y niñas sin educación no tienen presente ni futuro. Un país
sin maestros no puede tener educación. ¿No sería mejor menos armas y más
salarios dignos? Sin educación no hay patria.
12-10-19
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