Editorial del Diario ABC de Paraguay, 02/01/2013
En la Venezuela dominada por el
“Socialismo del Siglo XXI” fabricaron una Constitución a la medida del
conductor mesiánico; la diseñaron para Hugo Chávez, para sus proyectos
personales, para su modelo ideológico agresivo y excluyente, resumido en su
rudo grito de guerra “¡socialismo o muerte!”.
Sus
juristas instalaron en su herramienta legal todos los resortes para que el
teatro en el que Chávez actuara sea aceptable para los países con gobiernos
auténticamente democráticos, con varios de los cuales Venezuela concierta
grandes negocios de venta de petróleo y compra de armamento, tecnología, toda
clase de mercaderías, incluyendo los alimentos que el incapaz socialismo
chavista no logra producir.
Al
mandamás venezolano le gustaba mostrarse ante las cámaras de TV, en actos
públicos, en actitud sobradora, prepotente, amenazante, anunciando medidas
violentas contra opositores, contra empresas, medios periodísticos y hasta
contra extranjeros, esgrimiendo siempre en la mano una edición minúscula de su
Constitución. Lo exhibía como un fetiche, intentando instalar en el
inconsciente popular un símbolo de poder omnímodo, temible, con la misma maña
que durante décadas se dio Fidel Castro pronunciando discursos vestido de
uniforme militar y gesticulando histriónicamente.
Pero si a
los Castro las cosas les fueron bien sin necesidad de montar un teatro
seudodemocrático, a su correligionario venezolano el destino le jugó una mala
pasada, pues ahora todo hace suponer que su grave enfermedad no le va a
permitir cumplir con la solemnidad legal de jurar como presidente electo de
Venezuela, acto previsto para el próximo 10 de enero. Los bolivarianos contaban
con un presidente Chávez vitalicio, como Castro. Contaban con que al finalizar
el período presidencial que debía iniciarse ahora modificarían su Constitución
para reelegirlo una y otra vez, como hacía Stroessner; pero el diablo metió la
cola.
Quienes
más desorientados están ante la situación son los estrategas chavistas,
desesperados por lograr acomodar el texto legal a la circunstancia, de torcer
el sentido de la Constitución que ellos mismos hicieron para ver cómo salen del
jaque mate en que le puso el infortunio. Resulta extraño que no hayan previsto
la eventual inhabilidad de Chávez, sabiendo –como el mundo entero sabía– que su
jefe supremo padecía cáncer, una dolencia de la que, una vez que se la contrae,
nadie puede sentirse confiado.
El drama
de los estrategas chavistas es que la toma de posesión del mando es un trámite
que no se puede cumplir de cualquier modo, al menos si van a respetar lo que
dice el “librito”, el cual exige que dicha formalidad se realice ante la
Asamblea Nacional o, en su defecto, ante el Tribunal Supremo de Justicia. En la
desesperación, hasta podrían terminar interpretando que Chávez debería jurar
ante cualquier Asamblea Nacional, por ejemplo la asamblea cubana, que no sería
tan raro, ya que últimamente Venezuela se gobierna desde La Habana, donde ahora
mismo sesiona la mitad del gobierno venezolano.
Si Hugo
Chávez no puede jurar el próximo 10 de enero, los chavistas tendrán que cumplir
su propia Constitución y convocar a nuevas elecciones generales, con las
complicaciones que esta necesidad comportará. Si Chávez ya no es el candidato,
la competencia electoral podría ser más riesgosa y el régimen hegemónico y
excluyente del bolivarianismo chavo-marxista podría comenzar a ver su
decadencia.
Hay una
salida aparentemente tranquila del problema, pues, así como Fidel Castro nombró
sucesor de la corona socialista cubana a su hermano Raúl, Hugo Chávez designó
como su heredero dinástico a su canciller Nicolás Maduro, a quien ya se lo ve
ante las cámaras con el “librito” en alto, bien posesionado de su nuevo papel.
Si no se produjera el acto de posesión al cargo presidencial y se convocará a
nuevas elecciones, la ciudadanía venezolana ya sabe quién será el candidato
bolivariano y los chavistas a quién tienen que votar; en “democracias” como
esas no hay muchas sorpresas.
Por su
parte, los presidentes latinoamericanos que se hicieron neo-chavistas y
vergonzosamente se aprovecharon de la megalomanía y de los petrodólares del
gorila manirroto, están visiblemente consternados. Correa ya fue a despedirse
del generoso propietario de la gorda billetera venezolana.
Mujica
lagrimea recordando las “salvadas” que le hacía y las ganancias económicas que
arriesga con la inhabilidad o la muerte del correligionario. Todos están
preocupados porque, quienquiera sea el que reemplace a Chávez, posiblemente va
a reconsiderar la posibilidad de continuar despilfarrando los petrodólares del
pueblo venezolano en pos de un ilusorio y quimérico liderazgo tercermundista,
antiguo e irrenunciable delirio de dictadores mesiánicos.
La
eventual inhabilidad o desaparición física de Hugo Chávez no cambiará un
milímetro el curso de la historia en Latinoamérica, aunque sí, posiblemente, la
de Venezuela y los países satélites del bolivarianismo. Ojalá sea para bien,
para que este país hermano retome la senda de su libertad y recupere el dominio
de sus recursos naturales a fin de destinarlos a su propio progreso y bienestar
y no más a solventar proyectos personalistas, sueños hegemónicos y dictaduras
disfrazadas, dentro y fuera de Venezuela.
Publicado por:http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/el-diablo-metio-la-cola-496745.html
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