Por Marino González, 19/12/2012
En menos de dos semanas
estaremos en 2013. En los últimos días del año, la marcha del país se ha
complicado en varios frentes. Todo lo cual condiciona de entrada las
situaciones que podemos vivir a partir de enero. De allí que se deba analizar
el tipo de crisis que afectará la vida de los venezolanos el próximo año.
La primera crisis está
relacionada con la incertidumbre en la que se ha movido el actual gobierno con
respecto a la salud del Presidente. Es por ello que, apenas a dos semanas del
mensaje del Presidente a la Asamblea Nacional para presentar su informe de
gestión, no sabemos si efectivamente se juramentará. Con lo cual se deberían
aplicar las normas constitucionales en la materia. Aún con la juramentación, la
incertidumbre no queda resuelta. Ha sido el propio Presidente quien ha
anunciado al país que podría activarse el proceso para suplir las faltas
absolutas previstas en la Constitución. En consecuencia, en el próximo año
podríamos tener una nueva convocatoria a elecciones presidenciales.
En tales condiciones es obvio
que el actual gobierno enfrenta una situación bastante compleja. Por un lado
resolver la secuencia de eventos que tomen en cuenta el cumplimiento
constitucional referido al inicio del nuevo gobierno, así como estar atentos a
la evolución de la situación de salud del Presidente. Y tratar de encontrar la
combinación que maximize su continuidad. Por el lado de la Unidad Democrática,
los retos contemplan examinar en detalle los resultados de las dos últimas
elecciones, en las cuales no se alcanzó el triunfo por la Presidencia y se
perdieron varias gobernaciones. Tal revisión debe concluir en el diseño y
puesta en práctica de mecanismos que refuercen el vínculo con los amplios
sectores de descontentos que tiene el país. Más temprano que tarde tales
cambios deberán conducir a mejores resultados.
Paralelo a esta crisis política
e institucional, evoluciona una difícil crisis económica. Los grandes
desequilibrios en el manejo de las finanzas públicas están condicionando la
escasez de productos, la ausencia de divisas, las tendencias devaluacionistas,
y su consiguiente efecto en la caída de la actividad económica y del empleo.
Sin duda, ambas crisis se potencian. En la medida que se prolongue la
incertidumbre política, es más difícil encarar las alternativas en el aspecto
económico. El próximo año comenzará demostrando que la alteración de las
rutinas institucionales siempre trastoca la capacidad para decidir, y
especialmente, para decidir a tiempo. Cada día de diferimiento en la toma
decisiones no hace otra cosa que aumentar las complicaciones.
El próximo año será de pruebas.
Los liderazgos del país, en cualquier ámbito, público y privado, están llamados
a encontrar espacios de acuerdo y distensión. Ojalá seamos capaces de encontrar
las vías.
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