Por: Lisbeth J. Prieto G. Publicado en 14 de enero de
2014
No es tanta la escasez de productos como de buenas ideas
de quienes nos gobiernan…
Hace algunos años viví cerca de una
tienda de Hipermercado Éxito en Maracaibo, fui cliente habitual, de manera que
puedo hablar con propiedad sobre lo que alguna vez fue un hipermercado con
productos de excelente calidad y a buenos precios. Particularmente, mis
categorías favoritas en ese lugar fueron: frutas y verduras, vinos y
licores, pescado y carnes en general. Comprar pavo o pescado era un
placer, el sitio con más variedad e higiene de toda la ciudad para esos
productos. A medida que el gobierno venezolano ampliaba controles para
“garantizar la soberanía alimentaria” comenzó a notarse la desaparición de
reconocidas marcas, sin embargo, supieron buscar alternativas y presentar a sus
clientes en Venezuela cualquier insospechada diversidad de productos Leader
Price a mejores precios que los fijados por el gobierno en algunos
casos… y todos de excelente calidad.
Mientras que muchos creíamos que Éxito
era además una de las mejores opciones para adquirir electrodomésticos y
alimentos, algunas cosas pasaban para ejecutar su cierre.
Un grupo de trabajadores orientados y
pagados por el mismo gobierno protestaban por situaciones relacionadas con el
contrato colectivo, pero era sólo el escenario previo a la devaluación de 2010
en la que el Ministro de Comercio anunció al país que estaban siendo ocupadas
las seis tiendas de Éxito en el país, para “Posteriormente ejecutar
un proceso de expropiación por utilidad pública, porque este establecimiento
había violado las leyes venezolanas, incrementando los precios de los productos
sin justificación económica y especulando”. En ese momento, en enero de 2010,
se crearon dos nuevos tipos de cambio, el primero, de 2,60 Bs/$ y el segundo,
pasaba a 4,30 incluyendo entre otros sectores, el de electrodomésticos, por lo
cual muchos negocios fueron acusados de remarcar precios.
Fue un momento de esplendor chavista,
cualquier seguidor, en cualquier estrato social, se sintió reivindicado con la
expropiación del Hipermercado. La mayoría nunca habían comprado, visitado o
conocido sus ofertas, sólo hacían gala de la envidia de no poder llevar a casa
las promesas del gobierno desde los casi difuntos Mercales. Con los mercados
del Estado en situación crítica ésta fue la solución para quien no sabe nada de
creación de riquezas. Durante los primeros meses no tuve el valor de ver
qué había dentro de la nueva conquista revolucionaria, igual fui a mediados de
2010 y pude ver que las primeras bases de este proyecto eran la envidia y
exclusión entre los diferentes grupos de chavistas y por supuesto, el otro país
(el resto de la sociedad que no apoyó la medida).
Los militares gozaban de preferencia
para adquirir electrodomésticos, seguidos de pensionados y empleados del
Estado. Todos debían presentar algunos documentos para demostrar que eran
chavistas e inscritos en alguna nómina del Estado, es decir, el resto de la
sociedad perdió el acceso a comprar este tipo de bienes. El nuevo cliente que
seguía eran los chavistas más pobres que nunca antes pisaron el Hipermercado,
pero que engañados estaban, creyeron que les estaban vendiendo más barato
mientras que comenzaban las vejaciones de poder sacar dos productos de primera
necesidad por persona. La verdad, no puedo decir que mi impresión fue de
escasez, mi impresión fue de una suprema exclusión y resentimiento en cada
pasillo y en cada nuevo cliente. El ambiente era otro, empezando por el cambio
en el nombre, ahora “Abasto Bicentenario”. Los productos que se veían en su
mayoría eran de Argentina y Brasil, la mayoría de las marcas venezolanas se sustituyeron
con alguna aliada del proceso.
A mi corta edad, parece que estuviera
hablando a unos nietos inexistentes sobre cierta parte de la historia de
Venezuela, pero corrían los primeros días de enero de 2014, cuando decidí ir
nuevamente al antiguo Hipermercado Éxito, ahora Abasto Bicentenario… cuando
escuché que llegó el papel toilette. Pero la realidad fue otra, escalofriante.
Encontré un supermercado físicamente dividido. Por un lado, quienes necesitan
dormir en una larga cola de no menos de 1 kilómetro de longitud para adquirir
con suerte: leche, harina, pasta, arroz y pollo en cantidades limitadas y al
mejor estilo cuartelario, pero en vez de soldados, gente que entra a tomar lo
que se le permite. Pude observar desde fuera las quejas, llanto de los niños,
desesperación y desesperanza de aquel pueblo reivindicado, hoy molesto,
chavista y no chavista.
Entré al supuesto lado “normal” o para
público general, poco para comprar, y ver. Aires acondicionados
apagados, pasillos vacíos, pero con militares, muchos productos como ropa y
artículos para el hogar, igual o más caros que aquel que se abastece con
dólares adquiridos a la tasa paralela. Una nueva realidad respecto a los
electrodomésticos: llegan eventualmente, por lo cual, cualquiera ahora puede comprar
(ya no es sólo privilegio de la casta chavista)… claro, nunca hay, sólo hay que
correr al enterarse (me informó un trabajador). Las quejas del creyente
chavista y en estos momentos “maduristas” se encuentran por doquier. Invertí
largo rato observando, conversando, promoviendo conversaciones o provocaciones
que eran impensables hace algunos años en el núcleo chavista, y en definitiva,
todos saben que su conquista socialista resultó el peor de los fraudes. Con
esto se demuestra una vez más que lo que gobierno toca, lo destruye.
A continuación algunas fotografías que
pude tomar con mucha rapidez, dada la militarización dentro del supermercado,
en donde se demuestra que la escasez y el racionamiento ya no es sólo en
productos de primera necesidad, sino que están generalizados. Cabe mencionar
que cuando fui no había disponibilidad de la mayoría de los artículos de
higiene personal, alimentos de bebes, pañales, es más fácil preguntar ¿Qué hay?
Se supo que después de aquella
expropiación y en vista de la imposibilidad gubernamental de manejar el
negocio, se suscribió una asociación entre los antiguos propietarios y los
nuevos administradores (quienes quiera que sean) para, de alguna manera, darle
funcionalidad al parapeto recién construido. No sé que habrá ocurrido con esa
asociación, pero ojalá y los que reclamaron aquella contratación colectiva,
inexistente en todos los espacios oficiales, tengan hoy día alguna fuente de
ingreso digna o decente que no sea la de una olvidadiza misión o la inclemente
buhonería callejera.
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