ROSALÍA MOROS DE BORREGALES sábado 4 de enero de 2014
Si hay un mal del cual han sido
víctimas muchos pueblos y, muy particularmente, nuestra nación es de la
soberbia de sus gobernantes. La soberbia va más allá de un envanecimiento
fatuo; la soberbia traspasa los límites de la auto contemplación. Se
caracteriza por el desprecio a quienes no aceptan la imposición, la altanería y
la injuria. El soberbio ultraja de palabra y de acción; el soberbio no respeta
ningún límite, pues en su mente contaminada por el poder se cree digno de la
obediencia y pleitesía de todos.
Una persona soberbia va dejando huellas de amargura a su paso. Esta terrible huella es como una onda expansiva que se extiende tanto como sea el campo de influencia de dicha persona. Muy lamentablemente para nuestra nación, en el gobierno hay una gran cantidad de gente cuya característica más sobresaliente no es la que se esperaría de verdaderos líderes, cuya bandera debería ser la paz y cuyo más alto fin debería ser el bien de la patria. Los gobernantes de nuestra nación se caracterizan por una profunda soberbia que les ha carcomido el alma, les ha incapacitado para ejecutar la justicia, sin poder reconocer en cada habitante de esta nación a un venezolano con todos los derechos concedidos por la Constitución; convirtiendo a nuestro país en un campo minado de odio, desigualdad y menosprecio.
Lo más relevante del soberbio no es su altanería, no es su inútil orgullo, sino la insensatez que le hace tomar decisiones completamente alejadas de la razón. Decisiones caprichosas que no miden consecuencias, ni siquiera cuando éstas involucran vidas humanas. Decisiones que violan los principios de justicia y libertad, que aunque no existieran en las leyes escritas, se encuentran grabados como con cincel en el corazón de la humanidad. De tal manera que, dichas acciones podrían siempre ser sometidas al juicio de cualquier hombre, en cualquier lugar del mundo, de cualquier raza, condición o religión. Un ejemplo que eriza la piel, acelera el corazón y no deja de horrorizarnos es el del dictador de la Alemania nazi, el austriaco Adolfo Hitler, cuya soberbia lo condujo a los actos más despiadados en contra del pueblo de Israel. Responsable de la muerte de más de 6 millones de judíos, terminó acabando con su propia vida.
También el continente africano ha sido víctima de gobiernos presididos por hombres crueles, cuya soberbia les ha conducido en un ambiente de segregación racial entre hermanos, a la práctica de genocidios monstruosos, como el genocidio de Ruanda, en el cual el gobierno Hutu, hegemónico de esta nación intentó el exterminio total de la población Tutsi desde 1961 hasta1994. Se calcula que el número de víctimas de este genocidio podría haber llegado al millón, aproximadamente un 80% de la población Tutsi y un 11% de la población total. Además, esta insensatez producto de la soberbia de unos pocos produjo el exilio de dos millones de ruandeces al entonces Zaire, Tanzania y Uganda. Y como si esto fuera poco, hoy en día se habla de la "venganza Tutsi" que calladamente pero conducida por el más férreo odio ha cobrado un número desconocido hasta ahora de víctimas.
En nuestro continente tenemos otros ejemplos de líderes soberbios que causaron verdaderas catástrofes en las naciones que tuvieron la desdicha de ser dirigidas por estos usurpadores del poder. Sin ir muy lejos, los mejores amigos del gobierno de Chávez y del actual régimen de Maduro, los hermanos Castro de la isla de Cuba, perpetraron entre los años de 1959 y 1961 unos 18.000 fusilamientos, de acuerdo a la Fundación de los Derechos Humanos en Cuba. Ejemplo este que nos mostró claramente cómo la soberbia de un líder puede conducir a la insensatez colectiva, pues fueron centenares de cubanos quienes exclamaron el grito: ¡Paredón! en un demencial apoyo a su líder cachucha verde y su método de fusilamiento, cuando la prensa internacional publicó fotografías de algunos fusilamientos con severas críticas al régimen cubano.
Todos estos horrores fueron concebidos en mentes ególatras, alimentadas con la soberbia de almas llenas de injuria. Recorrieron largos caminos hasta llegar a su consumación, y ante los ojos vigilantes del mundo entero, para vergüenza de todos, hicieron como quisieron; nada, ni nadie los detuvo. No se puede lograr ningún bien sin justicia; no se puede saciar el hambre de unos quitándole el pan a otros. No se puede inculcar la igualdad socialista haciendo ejercicio de la más implacable desigualdad en la garantía de los derechos políticos, económicos y humanos.
Una persona soberbia va dejando huellas de amargura a su paso. Esta terrible huella es como una onda expansiva que se extiende tanto como sea el campo de influencia de dicha persona. Muy lamentablemente para nuestra nación, en el gobierno hay una gran cantidad de gente cuya característica más sobresaliente no es la que se esperaría de verdaderos líderes, cuya bandera debería ser la paz y cuyo más alto fin debería ser el bien de la patria. Los gobernantes de nuestra nación se caracterizan por una profunda soberbia que les ha carcomido el alma, les ha incapacitado para ejecutar la justicia, sin poder reconocer en cada habitante de esta nación a un venezolano con todos los derechos concedidos por la Constitución; convirtiendo a nuestro país en un campo minado de odio, desigualdad y menosprecio.
Lo más relevante del soberbio no es su altanería, no es su inútil orgullo, sino la insensatez que le hace tomar decisiones completamente alejadas de la razón. Decisiones caprichosas que no miden consecuencias, ni siquiera cuando éstas involucran vidas humanas. Decisiones que violan los principios de justicia y libertad, que aunque no existieran en las leyes escritas, se encuentran grabados como con cincel en el corazón de la humanidad. De tal manera que, dichas acciones podrían siempre ser sometidas al juicio de cualquier hombre, en cualquier lugar del mundo, de cualquier raza, condición o religión. Un ejemplo que eriza la piel, acelera el corazón y no deja de horrorizarnos es el del dictador de la Alemania nazi, el austriaco Adolfo Hitler, cuya soberbia lo condujo a los actos más despiadados en contra del pueblo de Israel. Responsable de la muerte de más de 6 millones de judíos, terminó acabando con su propia vida.
También el continente africano ha sido víctima de gobiernos presididos por hombres crueles, cuya soberbia les ha conducido en un ambiente de segregación racial entre hermanos, a la práctica de genocidios monstruosos, como el genocidio de Ruanda, en el cual el gobierno Hutu, hegemónico de esta nación intentó el exterminio total de la población Tutsi desde 1961 hasta1994. Se calcula que el número de víctimas de este genocidio podría haber llegado al millón, aproximadamente un 80% de la población Tutsi y un 11% de la población total. Además, esta insensatez producto de la soberbia de unos pocos produjo el exilio de dos millones de ruandeces al entonces Zaire, Tanzania y Uganda. Y como si esto fuera poco, hoy en día se habla de la "venganza Tutsi" que calladamente pero conducida por el más férreo odio ha cobrado un número desconocido hasta ahora de víctimas.
En nuestro continente tenemos otros ejemplos de líderes soberbios que causaron verdaderas catástrofes en las naciones que tuvieron la desdicha de ser dirigidas por estos usurpadores del poder. Sin ir muy lejos, los mejores amigos del gobierno de Chávez y del actual régimen de Maduro, los hermanos Castro de la isla de Cuba, perpetraron entre los años de 1959 y 1961 unos 18.000 fusilamientos, de acuerdo a la Fundación de los Derechos Humanos en Cuba. Ejemplo este que nos mostró claramente cómo la soberbia de un líder puede conducir a la insensatez colectiva, pues fueron centenares de cubanos quienes exclamaron el grito: ¡Paredón! en un demencial apoyo a su líder cachucha verde y su método de fusilamiento, cuando la prensa internacional publicó fotografías de algunos fusilamientos con severas críticas al régimen cubano.
Todos estos horrores fueron concebidos en mentes ególatras, alimentadas con la soberbia de almas llenas de injuria. Recorrieron largos caminos hasta llegar a su consumación, y ante los ojos vigilantes del mundo entero, para vergüenza de todos, hicieron como quisieron; nada, ni nadie los detuvo. No se puede lograr ningún bien sin justicia; no se puede saciar el hambre de unos quitándole el pan a otros. No se puede inculcar la igualdad socialista haciendo ejercicio de la más implacable desigualdad en la garantía de los derechos políticos, económicos y humanos.
¡Es tiempo de despojarnos de la soberbia!
"Antes del quebrantamiento es la soberbia,
Y antes de la caída la altivez de espíritu.
Mejor es humillar el espíritu con los humildes
Que repartir despojos con los soberbios". Prov. 16:18-19.
rosymoros@gmail.com
http://familiaconformealcorazondedios.blogspit.com
@RosaliaMorosB
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