Aixa Armas 08 de septiembre de 2015
Se
siente en el ambiente una sensación de madurez política, se respira un aire de
claridad ciudadana que da fuerza, empuje y esperanza. La razón es que el pueblo
venezolano ya decretó construir el cambio de una forma pacífica y electoral. La
decisión ha sido abrazada con voluntad y solidez. Es por ello que consumar el
acto de intención de voto y convertirlo en voto efectivo, constituye para los
venezolanos solo un problema de forma, mas no de fondo; el fondo ya ha sido
determinado vamos a arrasar el 6 de diciembre con nuestra presencia activa,
firme y vigilante.
Como
madre, como mujer he vivido episodios similares. En momentos dificultosos que
un problema que acoquina demanda una solución, me doy el tiempo necesario,
evalúo el trance, analizo las fortalezas y las debilidades,
estudio las alternativas, para luego resolver lo pertinente y comunicar la conclusión con la serenidad que
se obtiene al haber escogido adecuadamente el
rumbo certero. Siempre hay una persona, en el entorno que se atarea, que
revira, que entorpece la acción. Lo escuchamos con paciencia, oímos sus
argumentos, sus pataleos y rabietas, para entonces reafirmar con tesón: La
decisión está tomada. Ese es el ánimo que hoy se percibe en el país: La
decisión está tomada, la decisión de obtener una victoria arrolladora para
cambiar este régimen hambreador y castrante.
En la
MUD, como parte del proceso tan trascendente que vivimos, los grupos políticos discuten, se separan, se
unen, se enfrentan, se desconocen, se apoyan, se sumergen en indagar la
maniobra política adecuada para enfrentar esta campaña tan importante, a veces
no escuchan dentro de sus propios ruidos y temores, el retumbo orientador de un
pueblo resuelto, impávido, que nada ni nadie distrae en la conquista de su
propósito, la decisión tomada: Salir de este mal gobierno desempeñado por los
malos pupilos de Chávez y su caterva, para luego reasumir los cambios
pendientes desde hace 16 años.
No
queremos revolución, ni estamos dispuestos a vivir en una dictadura; mucho
menos aceptamos un totalitarismo stalinista. Pueden desde Miraflores patalear
todo lo que quieran, pueden retrasar con impedimentos abusivos la salida,
pueden regar el país entero de efugios populistas, cerrar fronteras, encarcelar
líderes; hagan lo que hagan la resolución de acabar con esta locura de gobierno
está emitida.
De
modo que aunque parezca indiferencia y a veces hasta indolencia, la vida
nacional sigue su ritmo, la gente hace sus denigrantes colas y lleva su rutina
en espera del nuevo hito, sin apuros, sin aspavientos, regulando su
participación activa, reflexionando con esa lucidez de ciudadanía retomada, con
esa seguridad de saber que el Poder está en sus manos; poder que ejerce a conciencia, convenientemente, sin
desgastarlo. Gritando cuando hay que gritar, protestando cuando lo consideren
necesario y en el momento justo. Aceptando que los coordinen, rechazando la
insensatez, viendo, oyendo y esperando el 6 de diciembre para votar. Porque para
las y los venezolanos: La decisión está tomada; así de simple.
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